(139) Francisco de Xerez al habla: “Pizarro mandó por sentencia, por la
traición por él cometida, que Atahualpa
muriese quemado si no se tornase cristiano, por la seguridad de los cristianos
y por el bien de toda la tierra y conquista y pacificación de ella, porque,
muerto Atahualpa, pronto desbarataría a toda aquella gente. Llevándolo a la
plaza, dijo que quería ser cristiano. El Gobernador dijo que lo bautizasen, y
bautizolo el muy reverendo padre fray Vicente de Valverde, que lo iba
esforzando. El Gobernador mandó que no lo quemasen, sino que lo ahogasen (estrangulasen) atado a un palo en la
plaza, y así fue hecho. Estuvo allí hasta el otro día a la mañana, que los
religiosos y el Gobernador, con los otros españoles, lo llevaron a enterrar a
la iglesia con mucha solemnidad y con toda la más honra que se le pudo hacer.
Así acabó este que tan cruel había sido (no
le tenía ninguna simpatía Xerez), con mucho ánimo, sin mostrar sentimiento,
diciendo que encomendaba a su hijos al Gobernador. Al tiempo que lo llevaban a
enterrar, hubo gran llanto de mujeres y criados de su casa. Murió en sábado a
la hora en que fue preso y desbaratado (era
el 26 de julio de 1533 y habían pasado ocho meses desde su derrota)”.
Es curioso que, como dice Xerez, Atahualpa confiara sus hijos a Pizarro,
pues demuestra que los consideraba más seguros con los españoles que con sus
propios generales y tropas, o a merced de los partidarios del difunto Huáscar.
Ninguno estaba junto a él durante su prisión. Algunos se encontraban retenidos
en Quito por Rumiñahui, el capitán de Atahualpa; Pizarro se ocupó de enviarlos
al Cuzco para que permanecieran bajo la protección de fray Vicente de Valverde.
Sigue contando (y ‘atizando’ a Atahualpa) Xerez: “Algunos dijeron que
por sus pecados murió Atahualpa en tal
día y hora como cuando fue preso (coincidió
en sábado), y así pagó los grandes males y crueldades que en sus vasallos
había hecho; porque todos a una dicen que fue el mayor carnicero que los
hombres vieron; que por muy pequeña causa asolaba un pueblo, por un pequeño
delito que un solo hombre de él hubiese cometido; y mataba diez mil personas. Y
con tiranía tenía sujeta toda aquella tierra. Y de todos era muy mal quisto (querido)”. Está claro que la visión de
Cieza y la de Xerez son muy distintas. Hay una diferencia: Xerez, soldado en
aquella campaña, tuvo que vivir la constante amenaza del personaje Atahualpa, y
Cieza, no; fueron otras las batallas en las que estuvo, y además, quizá pesara más en su carácter lo
intelectual.
Curiosamente,
parece seguro que Pizarro tenía planeado que hubiera un emperador títere, con
autoridad sobre los nativos pero bajo el total control de los españoles, y se
supone que pensaría adjudicarle el poco honroso papel a Atahualpa, así que, en
cuanto murió, eligió a otro. Xerez lo deja caro: “Luego tomó el Gobernador otro
hijo del Cuzco viejo (Huayna Cápac),
llamado Tupac Hualpa, que mostraba tener amistad a los cristianos, y lo puso en
el señorío en presencia de los caciques comarcanos y de otros muchos indios, y
les mandó que lo tuviesen todos por señor, como antes obedecían a Atahualpa,
pues era el señor natural por ser hijo legítimo del Cuzco viejo. Y todos dijeron que lo tendrían
por tal señor”.
(Imagen) Aunque algunas princesas incas parientes de Atahualpa se
situaron bien casándose con españoles, los herederos varones lo tuvieron más
difícil. Atahualpa escogió el nombre de Francisco (como Pizarro) para
bautizarse (los cronistas, erróneamente, dicen que como ‘Juan’), le pidió a
Pizarro que velara por sus hijos, y fueron confiados a los religiosos. Los
trataron bien, pero vivieron con estrecheces, como muestra el documento de la
imagen: contiene una petición de ayuda a Felipe II por parte de DIEGO ILAQUITA,
un nieto de Atahualpa residente en el Cuzco. Hay un error inicial que confunde
bastante porque dice que Atahualpa era su padre. La redacción es astuta, pero
me temo que poco oportuna. Dice: “Atahualpa conservó el imperio de Perú y Quito
pacíficamente (?) hasta que llegó el
Marqués don Francisco Pizarro, al que dio la obediencia (?) en vuestro real nombre, y habiéndose tornado cristiano, y
debiendo recibir galardón por todo ello, don Francisco Pizarro y su gente le
quitaron la vida sin causa ni razones legítimas (?)”. Alega también que Pedro Moctezuma, el hijo del emperador
azteca, fue muy bien tratado, mientras que a su padre, Diego Atahualpa, solo le
concedieron una pensión de 600 pesos que se habían quedado en 200. La nota al
pie (firmada en Madrid en 1573) indica que se le reconoce parte de lo que
reclama y que se ha de considerar el resto.
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