jueves, 9 de noviembre de 2017

(Día 534) Llegan a Cajamarca los oficiales del rey y Almagro, lo que, según Cieza, rompió la armonía de la tropa de Pizarro. También supone que los 7 meses de estancia fueron muy perjudiciales para los indios. Pizarro recibe bien a Almagro, pero no así Hernando Pizarro.

     (124) Luego Estete habla del enorme prestigio de Caracuchima: “Tenía muchas grandezas en su servicio y guarda de su persona, y en todo lo demás imitaba a su señor. Era temido en toda aquella tierra porque era muy valiente hombre, que había conquistado por mandado de su señor Atahualpa más de seiscientas leguas de tierra, aunque tuvo muchos enfrentamientos en el campo y en pasos malos, y en todos fue vencedor y no le quedó nada por conquistar”.
     Cumplida la misión, Hernando Pizarro, llevando a Caracuchima con él, se puso en marcha hacia Cajamarca. Ya nos anticipó Cieza con qué respeto se postraba Caracuchima ante Atahualpa, pero Estete explica muy claramente el protocolario comportamiento que exigía presentarse ante el ‘divino’: “El capitán Hernando Pizarro entró en Cajamarca el día veinticinco de mayo del año 1533. Y se vio una cosa que no se ha visto desde que las Indias se descubrieron. Al tiempo que Caracuchima entró donde estaba preso su señor, tomó de un indio de los que consigo llevaba una carga mediana y echósela encima, y también otros muchos principales que lo acompañaban, y así cargados, entraron donde su señor estaba, y cuando lo vio, alzó las manos al sol y diole gracias porque se lo había dejado ver, y luego, con mucho acatamiento y llorando, se llegó a él y le besó en el rostro y las manos y los pies. Atahualpa mostró tanta majestad que, aun no teniendo en todo su reino a nadie a quien tanto quisiese, no le miró a la cara ni hizo de él más caso que del más triste indio que viniera delante de él. Esto de cargarse para entrar a ver a Atahualpa es una ceremonia que se hace a todos los señores que han reinado en aquella tierra”. El cronista termina la narración de este viaje de Hernando Pizarro con las siguientes palabras: “La cual relación  hice de todo lo susodicho yo, Miguel de Estete, veedor que fui (como funcionario del rey) en el viaje que hizo el dicho capitán Hernando Pizarro”.
     Dada su cultura, fue el propio Hernando Pizarro quien le encargó a Estete que hiciera una crónica de esta importante salida. Lo confirma el cronista Francisco de Xerez (que la copió íntegra): “A veinticinco días del mes de mayo entró en este pueblo de Cajamarca el capitán Hernando Pizarro con todos los cristianos que llevó y con el capitán Caracuchima. Fuele hecho muy buen recibimiento por el Gobernador y por todos los que con él estaban. Trujo de la mezquita (de Pachacama)  veintisiete cargas de oro y dos mil marcos de plata, y dio al Gobernador la relación que hizo Miguel Estete, veedor que con él fue en el viaje (quizá sea, pues, la primera narración de hechos del Perú)”. Muy poco es lo que cuenta el cronista Diego de Trujillo de esta salida, pero algo aporta: “En este tiempo envió el Gobernador a Hernando Pizarro a Pachacama con diecisiete hombres; yo fui con él. De allí volvimos a Jauja y trajimos a Caracuchima. Y volvimos a Cajamarca y allí hallamos a Diego de Almagro, que había venido con gente de Panamá, que fue mucha. Y de los que vinieron con él hay vivos Mancio Serra, Juan Monedero y Juan Rono en Huamanga, y no más (escribió su relato casi 40 años después)”.
     Los tres mencionados eran ya ancianos (Trujillo también), y aunque grises (pero heroicos) soldados, les quedó una eterna amistad. Mancio Serra de Leguinaza era, con toda probabilidad, vasco. Se sabe de él que le tocó en el reparto del botín un valiosísimo disco solar de oro y lo perdió muy pronto jugándolo a las cartas (sería un caso frecuente en aquellos hombres acostumbrados a ‘apostarse’ la vida continuamente).De los otros dos no queda más memoria que sus nombres en la crónica de Tujillo (que no es poco).


     (Imagen) La historia de las Indias está plagada de héroes, pero pocos fueron al mismo tiempo hombres de letras. MIGUEL DE ESTETE era ambas cosas. Como soldado hizo, entre otras, la ‘machada’ de bajar de sus andas a Atahualpa y apresarlo, aunque estuvo a punto de cometer un error: Pizarro tuvo que pararle una cuchillada (de la que él resultó herido) para que, en aquel embarullado momento, no matara al ‘divino’ emperador. Miguel se quedó con la mascapaicha (borla símbolo de la autoridad del emperador) y mucho después, en 1557, se la entregó a Sayri Túpac, uno de los sucesores entronizados por los españoles. Se había incorporado a las tropas de Pizarro llegando en un grupo capitaneado por Sebastián de Belalcázar, con quien siguió batallando en Ecuador (y del que fue un gran detractor) después de la muerte de Atahualpa. Murió a edad avanzada y dejó parte de su gran fortuna a los indios.  Estete, uno de los pocos riojanos de esta historia, nació hacia el año 1500 en Santo domingo de la Calzada, población cuajada de historia y a la que debe mucho el Camino de Santiago. Veamos el reparto de su origen en una muestra concreta de 349 héroes del Perú: de Extremadura, 149; de Andalucía, 72; de Castilla-León, 67; de Castilla-La Mancha, 25; del País Vasco, 14; de La Rioja, 5; de Navarra, 4; de Madrid, 4; de otros lugares, 8; extranjeros, 9. Total que, por goleada, aquello fue sobre todo cosa de extremeños.

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