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Cieza va a hacer un trabajo muy detallado sobre cómo se repartió el tesoro,
porque era un fino investigador y tuvo acceso a las actas que se redactaron. Lo
que escribe tiene, entre otras cosas, el gran valor (sobre todo para los
historiadores) de presentar la lista completa de aquellos afortunados
‘trastornados’ que formaron parte de la increíble
conquista, pero no queda más remedio que pasarla de largo porque muchos de
ellos, todos gloriosos, resultan desconocidos y los que fueron relevantes ya se
nos van apareciendo sobre el escenario. Empiezo con un comentario breve del
cronista Pedro Pizarro que contiene una escena premonitoria: “Determinó el
Marqués don Francisco Pizarro enviar a su hermano Hernando Pizarro a España con
el tesoro de Su Majestad (la quinta parte
del total). Pues sabido por Atahualpa la ida de Hernando Pizarro, lloró
diciendo que lo iban a matar puesto que Hernando Pizarro se iba, lo cual fue
así”.
Resultaba
verdaderamente complicado hacer un reparto justo, ya que los méritos de cada
uno eran diferentes. El cronista Pedro Pizarro, al que le tocó su parte, da a entender, para no variar, que Almagro
quería beneficiarse demasiado, y hace, sin embargo, una afirmación categórica de la honradez de
Pizarro: “En esto el Marqués fue siempre muy cristiano, que a nadie quitó lo
que merecía”. Pero lo que cuenta Cieza no parece tan limpio: “El oro que había
entrado se puso en un lugar sin tener llave ni otra seguridad que la que
mandaba Pizarro. Oí decir que se hurtó mucha cantidad de oro y que los que más
metieron la mano en ello fueron los capitanes. Entre los españoles había
controversia. Los que vinieron con Almagro pretendían parte de lo que se había
juntado, alegando que vinieron en tiempo muy necesario. Los de Pizarro decían
que ellos eran los verdaderos conquistadores y que pasaron mil trabajos y
necesidades hasta llegar a Cajamarca, donde, siendo tan pocos, se pusieron en
tan gran peligro y prendieron a Atahualpa. Primeramente se decidió que, antes
de que se hiciese repartición para los de Pizarro, se sacasen cien mil ducados
para repartir entre los de Almagro. Con esto, se contentaron algo. Pero cuentan
que Almagro le dijo a Pizarro que se
debía repartir conforme a la calidad (categoría)
de cada persona, a lo cual respondió Pizarro que lo había de recibir cada uno
de acuerdo con lo que había trabajado”. Como es lógico, se impuso el criterio
de Pizarro, que, sin duda, era lo justo (de no haber habido robo de oro). En
este aspecto, se va a diferenciar de Cortés, quien, en cuanto a los repartos,
abusó descaradamente de sus soldados, como no se cansaba de decir alguien que,
por otra parte, lo admiraba mucho, Bernal Díaz del Castillo. En cualquier caso,
como ocurre con las herencias, hubo muchas protestas porque la valoración de
los méritos siempre peca de subjetiva, y lo es más aún cuando un grupo alcanza
con tantas dificultades la suculenta presa y el otro llega después de las batallas.
Pero, con mayor o menor alegría, todos aceptaron la autoridad de Pizarro, sin
que le quedara a nadie el amargo recuerdo que se les fijó en el corazón a los
hombres de Cortés, muy dado a utilizar la valía de su liderazgo para
aprovecharse económicamente de la tropa.
NO
SE PUEDE OLVIDAR A QUIENES TANTO
LES
DEBEMOS
Cieza
recoge el nombre de los 170 héroes que vencieron a Atahualpa y figuraron en el
reparto del oro. Voy a copiar solamente los más importantes, los sesenta y uno
de ‘a caballo’ (aunque algunos de a pie brillaron estelarmente). Figuran en el
documento por orden de la categoría que tenían en ese momento: “El Gobernador
don Francisco Pizarro, Hernando Pizarro, Hernando de Soto, Juan Pizarro, Pedro
de Candía, Gonzalo Pizarro, Juan Cortés, Sebastián de Belalcázar, Cristóbal de
Mena (cronista), Ruy Hernández Briceño,
Juan de Salcedo, Miguel Estete (cronista),
Francisco de Xerez (cronista),
Gonzalo de Pineda, Alonso de Medina, Alonso Briceño, Juan Pizarro de Orellana,
Luis Maza, Jerónimo de Aliaga, Gonzalo Pérez, Pedro Barrantes, Rodrigo Núñez,
Pedro de Anades, Francisco Malaver, Diego Maldonado, Rodrigo de Chávez, Diego
de Ojuelos, Gómez de Carranza, Juan de Quincoces, Alonso de Morales, Lope
Vélez, Juan de Barbarán, Pedro de Aguirre, Pedro de León, Diego Mexía, Martín
Alonso, Juan de Rojas, Pedro Castaño, Pedro Ortiz, Juan de Mogrovejo, Hernando
de Toro, Diego de Agüero, Alonso Pérez, Hernando Beltrán, Pedro Barrera Baena,
Francisco López, Sebastián de Torres, Juan Ruiz de Arce (cronista), Francisco Fuentes, Gonzalo del Castillo, Nicolás de
Azpe, Diego de Molina, Alonso Peto, Miguel Ruiz, Juan de Salinas, Juan de
Salinas de la Hoz, Cristóbal Gallego, Rodrigo de Cantillana, Gabriel Feliz,
Hernán Sánchez y Pedro de Páramo".
Sesenta y un nombres, sesenta y una campanadas. En Hollywood les habrían
hecho sesenta y una películas.
Y
hablando de cine: si hay algo profundamente equivocado y lamentable en la
sensacionalista película “ORO” es la esperpéntica figura del capellán. Los
clérigos también se jugaban el tipo y generalmente no participaban en el botín.
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