martes, 21 de noviembre de 2017

(Día 544) Cieza da por hecho que Felipillo alborotó a los españoles con sus mentiras. Atahualpa le tranquilizó a Pizarro. Cieza critica la dureza de fray Vicente contra Atahualpa.

     (134) Según su costumbre, Cieza va a censurar con dureza el hecho de que, contra lo prometido, Atahualpa no fuera liberado, sino que, además y para colmo, lo ejecutasen. Afirmará rotundamente que era falsa la noticia de que iba a atacar a los españoles un ejército de Atahualpa: “Habiéndose partido para España Hernando Pizarro, sucedió luego la muerte de Atahualpa, que fue la más mala hazaña que los españoles han hecho en todo este imperio de Indias (se olvida, por ejemplo, de la muerte de Cuauhtémoc en México). Atahualpa tenía muchas señoras principales por mujeres y mancebas, las más de ellas en extremo hermosas y algunas muy blancas y de  gentiles cuerpos. El lengua Felipillo, traidor malvado, habíase enamorado de una de estas, tanto que estaba perdido por la haber; pareciole que, si moría Atahualpa, la pediría a Pizarro o la tomaría. Tuvo pláticas con los anaconas, siervos perpetuos y ladrones, y con otros indios que estaban a mal con Atahualpa, para que echasen falsos rumores de que de todas partes venía gente de guerra de Atahualpa. Engañados con sus promesas, hicieron creer a los españoles que venía contra ellos todo el poder del Cuzco y de Quito”. Muy retorcida y poderosa parece la maniobra de Felipillo, pero es indudable que tenía un espíritu traicionero. Acabamos de ver que años después lo ejecutó Almagro por aliarse con el inca rebelde Manco Cápac.
     Ya sabemos también que Pizarro se alarmó y se encaró con Atahualpa; así lo narra, por su parte, Cieza: “Le dijo que hacía mal en procurar con cautelas y falsos modos que viniese contra los cristianos gente de guerra a matarlos, habiéndole él hecho honra y tratado como gran señor que era. Atahualpa no se alteró, y le respondió a Pizarro con pocas palabras, aunque graves y sentidas, diciendo que se asombraba de que viniese con tal embajada, pues los incas nunca supieron mentir, y mucho menos estando él preso en su poder, porque el temor de que lo mataran tendría quietos a sus hombres de guerra; lo cual juró ser gran falsedad inventada por alguno que le quería mal, diciendo también que siempre procuró dar orden de que fuesen bien servidos, y que supiese que en todo su reino no se meneaba hombre alguno ni tomaba armas sin su consentimiento”.
    Añade después Cieza un incidente desagradable que le da pie para hacer un cometario duro y premonitorio contra fray Vicente de Valverde (recordemos que fue el religioso que, echándole valor, precipitó el apresamiento de Atahualpa): “Cuando Atahualpa le respondió, Pizarro se partió de él creyendo que decía en todo verdad. Dicen que un indio hizo no se qué y se fue a la iglesia (sabía que era un amparo sagrado), y que Pizarro y Atahualpa lo mandaron sacar, de lo que recibió tanto enojo fray Vicente de Valverde, que, según lo cuentan algunos que lo pudieron oír, dijo, mirando a la parte donde estaba Atahualpa: ‘¡Yo prometo que, si algo puedo, te haré quemar!’. Palabras de soldado y no de religioso”. Como ya contó Xerez, confirma Cieza que seguían llegando rumores de que venían hacia Cajamarca indios en pie de guerra. La tensión iba subiendo, Felipillo atizaba el fuego con sus traducciones falsas y Atahualpa se daba cuenta de que su situación era cada vez más desesperada.


     (Imagen) El dominico FRAY VICENTE DE VALVERDE merece un desagravio. Dos situaciones de alto voltaje histórico le han dejado marcado como hombre cruel. Se da a entender que no tuvo tacto al presentarse ante Atahualpa y que fue partidario de su ejecución. Pero el fray Vicente real estuvo lleno de valores. Podía haber tenido una vida plena y destacada en España. Hijo de un noble trujillano pariente de los Pizarro, fray Vicente era tan linajudo que su madre pertenecía a los Álvarez de Toledo, el no va más de la aristocracia, y por eso nació en Oropesa (el año 1498), donde se encuentra el castillo familiar, hoy espléndido Parador. Logró una formación de alto nivel, con profesores tan significados como Francisco de Vitoria. Pues bien: ese personaje tuvo el valor de ir a Indias, estar en todos los peligrosísimos ‘saraos’ de Pizarro y demostrar que su vocación evangélica era muy fuerte. Siendo obispo del Cuzco, fue nombrado Defensor de los Indios. En este cargo aplicó tan estrictamente las ideas de su amigo Bartolomé de las Casas, que su celo por protegerlos le creó muchos enemigos entre los españoles. Paradójicamente, el año 1541 los indios de Puná mataron a un grupo de españoles que desembarcaron en la isla, fray Vicente de Valverde incluido.


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