(115) Por su parte, Cieza no se priva de comentarnos en este momento
algo que estaba ocurriendo al mismo tiempo. Los preparativos de Almagro para
enviar refuerzos tuvieron éxito, y podían haber sido de gran ayuda para la ya
lograda ‘misión imposible’ de derrotar a Atahualpa. Si Pizarro no tuvo
paciencia para esperarlos, fue, sin duda, por la posibilidad de que tardaran
demasiado en venir o de que no lo hicieran nunca. Pero sí llegaron, para bien y
para mal. Estaba al frente de la expedición Almagro, y se incorporó
definitivamente a la campaña de Perú, lo que iba a suponer el inevitable cara a
cara constante con los Pizarro. La narración de Cieza nos va a hablar
brevemente de esta venida de los refuerzos, luego nos llevará de nuevo al
escenario de Cajamarca, y acto seguido, hará algunos comentarios sobre la
incómoda situación de Almagro, especialmente con Hernando Pizarro, al unirse a
las tropas que habían derrotado a Atahualpa.
Nos cuenta Cieza: “Cuando salió de Panamá Pizarro, quedó Almagro a
efecto de, con su diligencia que siempre tuvo, darse maña a allegar gente y
caballos para Pizarro; y aunque estaba enfermo, juntó ciento cincuenta
españoles y cincuenta caballos; había hecho una nave grande para que en esta y
en las de Hernán Ponce de León, que volvieron con el oro de Coaque, pasara la
gente (un tipo imprescindible Almagro).
Y así salió para Panamá, yendo con él el piloto Bartolomé Ruiz (otro imprescindible), digno de más
premio del que le dieron para tanto cuanto trabajó. Llegaron a la bahía de San
Mateo. Aportó un navío que venía de Nicaragua con algunos españoles, yendo por
capitán de ellos Francisco de Godoy. Envioles Almagro mensaje de que, pues les
constaba que él era compañero de Pizarro y que le iba a socorrer, que se
justasen todos para ir en compañía, dándole a él obediencia. Godoy no quería
dejar de mandar ni entrar de esa forma donde Pizarro estuviese. Venían con él
Rodrigo Orgóñez, Juan de Barrios y otros que le aconsejaron que no se apartara
de la autoridad del mariscal (Almagro),
y se hizo todo como él quería, y así, cuando se vieron, le hablaron con mucha
cortesía y buenos comedimientos”.
Cada
nombre que aparece en el escenario de la conquista es como una sonora
campanada. Si uno se detiene para saber algo más de estos personajes de
‘segunda fila’, descubre que todos ellos serían dignos de una extensa y
apasionante biografía. Haré, pues, un pequeño comentario, anticipo de lo que
más tarde nos contarán los cronistas. Francisco de Godoy tuvo un relieve
decisivo en las batallas de Perú; llegó
después del apresamiento de Atahualpa, pero de inmediato se incorporó a la
lucha de la toma del Cuzco, y unos años después, en el último y definitivo
conflicto de Almagro con los Pizarro, estuvo en el bando de estos. ¿Y qué decir
de Rodrigo Orgóñez? Ni él ni Almagro podían imaginar que iban a ser fieles
compañeros en su trágica lucha contra el clan Pizarro, muriendo juntos, ni que Francisco
de Godoy apostaría por el caballo ganador. A la apasionante biografía de Orgóñez
hay que añadir, además de lo de Indias, la brillante experiencia militar que ya
había tenido en las guerras europeas: fue, nada menos, que uno de los cinco
soldados que capturaron en Pavía al rey francés, Francisco I.
(Imagen) Muy pocos conquistadores alcanzaron la gloria y la riqueza, y
fueron menos todavía los que volvieron a España para disfrutarlo y exhibirlo.
Uno de esos raros afortunados fue Francisco de Godoy, nacido en Cáceres hacía
1505. Había hecho dinero en sus correrías militares por Panamá y Nicaragua.
Decidió invertirlo en la ya prometedora campaña de Pizarro y se presentó en
Cajamarca, capitaneando a varios hombres, poco después del apresamiento de
Atahualpa. Desde ese momento, fue un protagonista importante de la extensión de
la conquista y en las turbulentas aguas de los sangrientos conflictos internos
posteriores que llevaron a la muerte de Almagro y Pizarro. Quizá ya saturado de
horrores, volvió a su patria chica. No hay ciudad española que no tenga un
extraordinario casco antiguo (donde cada piedra rezume historia); el de Cáceres
es de los más bellos (que ya es decir), y dentro de él, uno de los mejores palacios
es el que mandó construir Francisco de Godoy hacia el año 1545. Curiosamente, muy
cerca se encuentra otro maravilloso edificio que se hizo por encargo de los
descendientes de Moctezuma.
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