sábado, 7 de octubre de 2017

(Día 506) Atahualpa se retira a Cajamarca. Un cacique derrotado habla de las terribles represalias de Atahualpa. Pizarro envía a un indio amigo a recoger datos sobre el ejército del emperador inca. Algunos soldados temen ir a Cajamarca por el camino más corto y difícil, pero Pizarro insistirá en hacerlo.

     (96) Pizarro  y el resto de sus hombres lograron atravesar el río en unos pontones hechos con troncos. Valoró la información obtenida del indio por su hermano, pero le reprochó sus métodos y prohibió que se emplease el tormento con los indígenas. Sigue diciendo Xerez: “Pizarro se fue a aposentar a la fortaleza donde el capitán (su hermano) estaba y mandó llamar a un cacique, del cual supo que Atahualpa se encontraba en Huamachuco, delante de Cajamarca, con mucha gente de guerra, que serían 50.000 hombres”. A Pizarro le pareció exagerada la cifra, pero la dio por buena cuando conoció el preciso método de recuento que empleaban los indios. En Huamachuco, Atahualpa, dando por conseguida la victoria sobre su hermano, ordenó que sus capitanes siguieran avanzando hacia el Cuzco mientras él se quedaba esperando el desenlace final de la guerra. Fue al ver que los españoles estaban tan cerca cuando decidió trasladarse a Cajamarca.
     Xerez da detalles sobre cómo se las gastaba Atahualpa (sin duda, con un despotismo propio de aquel imperio): “Este cacique de quien el Gobernador se informó dijo que, al tiempo que vino Atahualpa a aquella tierra, se había escondido por temor. Y como no lo halló, de cinco mil indios que tenía, le mató cuatro mil, y le tomó seiscientas mujeres y seiscientos muchachos para repartir entre su gente de guerra”. Sigue contando el cronista que Pizarro, cuando iba a partir de este poblado, le pidió a un cacique que venía con ellos desde San Miguel que fuera adonde Atahualpa como espía para conseguir información: “El indio respondió que no osaría ir por espía, sino como mensajero de Pizarro a hablar con Atahualpa, y sabría si había gente de guerra en la sierra y el propósito que tenía Atahualpa. El Gobernador le dijo que fuese como quisiese, y que le dijese a Atahualpa el buen tratamiento         que él y los cristianos hacen a los caciques de paz”. O sea, que le hablara con las ‘convincentes’ frases del requerimiento de sumisión. No sabe uno si Pizarro y todos los capitanes españoles deliraban.
     Convendrá ponerse en situación de ahora en adelante, porque estamos ya en el pistoletazo de salida de esta loca carrera hacia el enfrentamiento con Atahualpa, que va a ser breve, pero progresivamente acelerada y con los protagonistas empapados en adrenalina, y sin duda también en miedo, mucho miedo. Para empezar, vamos a ver a los soldados de Pizarro en un momento de titubeo, como si quisieran disimuladamente huir de la quema. Llegaron a una bifurcación del camino. Un ramal iba directo hacia Cajamarca, y el otro obligaba a dar un rodeo siguiendo el magnífico trazado construido por los incas en dirección al Cuzco para servicio de Huayna Cápac y sus tropas. Xerez detalla algo del atractivo de esta calzada: “En mucha parte de ella van árboles de una parte y otra, puestos a mano para que hagan sombra al camino”. El de Cajamarca tenía, además de la seguridad de un tremendo enfrentamiento inmediato, la dificultad añadida de que, para llegar, había que atravesar una dura sierra que podía ser una trampa mortal. No es extraño que bastantes de los que integraban la tropa, quizá los más sensatos y menos impacientes, vieran con claridad que era mejor llegar dando un rodeo que no hacerlo de ninguna manera, porque ir por el camino directo parecía una muerte segura. Sin embargo, como gran capitán dispuesto a apostar fuerte enfrentándose cuanto antes al poderoso emperador, Pizarro prefirió cualquier cosa a que sus soldados mostraran una merma en su valor.


     (Imagen) Estamos llegando al trepidante sprint final de un objetivo perseguido por Pizarro desde hacía ocho durísimos años. Iban a enfrentarse a la última escena de una locura histórica, la victoria sobre Atahualpa o la muerte, y algunos hombres flaqueaban porque querían dar un rodeo para evitar el camino directo hacia Cajamarca. Un camino lleno de dificultades, ideal para ser aniquilados, a pie porque los caballos podían despeñarse, avanzando con gran dificultad por  la elevada y tortuosa pendiente de los Andes. Pero Pizarro no quiere perder el tiempo siguiendo una ruta cómoda. Entiende a los que protestan. Él tiene una idea fija: llegar rápidamente, aunque el peligro sea mayor, porque lo que más le importa es aprovechar la ventaja de la sorpresa. Aunque es hombre de pocas palabras, sabe usarlas como disparos certeros. Es el momento de la gran verdad. ¿Convencerá a sus hombres de que den el do de pecho aunque se les rompa la garganta?


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