(109) Es imposible imaginar la
tensión que iban acumulando los españoles, en aquella espera forzosa, por el
lento acercamiento de un Atahualpa que parecía regodearse en su escenificación
de una grandiosa majestad. Era el final de la cuenta atrás de una bomba que no
se sabía a quién iba a aniquilar. Se le acabó el camino: a hombros de sus
porteadores, llegó hasta el poblado que era su lugar de ocio y tuvo que entrar
en Cajamarca. Atahualpa y Pizarro se iban a ver por primera vez.
¡Pues, arriba el telón!: veremos el desenlace del gran drama en el que,
no solo Atahualpa, sino todo su imperio estaba en juego, y va a ocurrir en el
atardecer, sin tiempo a que llegara la noche, ese sábado dieciséis de noviembre
del año 1532.
Acto primero del gran drama: Pizarro tenía organizado un ataque
relámpago sobre Atahualpa. Todos los españoles estaban ocultos, y Cieza nos
recuerda lo que ya nos explicó el cronista Pedro Pizarro: “Estaban puestos unos
tirillos en un lugar alto, con orden de que Pedro de Candía los disparase
cuando se le hiciera una seña para que salieran con determinación los de
caballo y los peones. Tenían previsto dejar entrar en la plaza a algunos
escuadrones y a Atahualpa, y luego tomar las dos puertas y alancear y prender
los que pudiesen, si quisiesen guerra, porque también se platicó que, si
Atahualpa viniese de paz, sustentársela. Los indios comenzaron a entrar en la
plaza; entró Atahualpa después de haberlo hecho muchos capitanes con sus
gentes”. Hernando Pizarro menciona que hicieron inmediatamente un gesto
simbólico de sus intenciones: “En entrando en la plaza, subieron unos quince indios en una fortalecilla que
allí está e tomáronla a manera de posesión con una bandera puesta en una lanza”.
Cieza afirma que Atahualpa arengó a sus tropas como paso previo a un ataque (es
de suponer que lo hiciera en descampado, poco antes de entrar en la plaza):
“Pasó en sus andas hasta ponerse en medio de su gente, se puso en pie y les
dijo en voz alta que fuesen valientes, que mirasen que no escapase ningún
cristiano, ni caballo, y que supiesen que estaban escondidos por miedo; tomó en
la mano una bandera y campeola reciamente”. El cronista Pedro Pizarro dice: “El
Marqués don Francisco Pizarro envió adonde Atahualpa al padre fray Vicente de
Valverde y a Hernando de Aldana, un buen soldado (el que se la acababa de ‘jugar’ yendo de mensajero al campamento del
inca), y al intérprete don
Martinillo (otros dicen que era Felipillo),
para requerirle de parte de Dios y del Rey que se sujetase a la ley de Nuestro
Señor Jesucristo y al servicio de su Majestad, y decirle que él le tendría como un hermano y no consentiría que
le hiciesen daño en su tierra. Llegado que fue el padre a las andas de
Atahualpa, le dijo a lo que iba y le predicó cosas de nuestra Santa Fe. Llevaba
un breviario en las manos, donde leía lo
que predicaba. Atahualpa se lo pidió, y él se lo dio cerrado, y no sabiendo
abrirlo, arrojolo en el suelo. Pasado lo dicho, les dijo que se fuesen como
bellacos y ladrones, y que los había de matar a todos”. Cuenta Cieza: “Con esta
respuesta, cogido el breviario, alzadas las faldas del manto, con mucha prisa
volvió donde Pizarro, diciéndole que el tirano Atahualpa venía como dañado
perro, y que diesen en él”.
Imagen: Veamos el dibujo del artista mestizo Guamán Poma de Ayala
(mediados del siglo XVI). Tiene un error, porque aparece Pizarro y él no fue
protagonista de este momento trascendental (permanecía oculto). Pero sí estaban
Martinillo (sería muy interesante un estudio sobre los heroicos intérpretes indígenas),
Hernando de Aldana (el ‘insensato’ alcantareño que vimos ayer ir como
voluntario con un mensaje para Atahualpa) y fray Vicente de Valverde, a quien
le tocó el papel más ‘delicado’: explicarle a Atahualpa que tenía que someterse
a Carlos V y que le convendría abandonar su idolatría (a nadie se le obligaba a
bautizarse). En el dibujo se muestra a un Atahualpa aparentemente amable, pero después
cogió el breviario del fraile y lo tiró al suelo lleno de ira lanzando amenazas
de muerte. Fray Vicente era un notable personaje, de carácter fuerte y quizá
vengativo, puesto que todos los cronistas coinciden en que fue siempre muy duro
juzgando a Atahualpa, y hasta se dice que su opinión pesó mucho cuando los
españoles decidieron ejecutarlo.
Marzo-21 Cordiales saludos, en la situación mundial de pandemia, parece que una de las actividades que mejor combate el virus es la lectura, nuestro grano de arena es este libro: A orillas del Virú, que con gusto les ofrecemos.
ResponderEliminarEsta historia narra los hechos ocurridos en la conquista del Perú desde el punto de vista de los habitantes de una aldea sometida por los Incas.
En la siguiente página web se puede leer todo el libro gratuitamente.
https://lnkd.in/exgP9KX