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Luego Cieza añade un comentario propio de una tragedia griega: “Llegole a
Atahualpa noticia de cómo su hermano venía preso; riose cuando lo supo,
diciendo que se reía de la vanidad del mundo, pues en un mismo día se hallaba
vencido y asimismo vencedor. Pidió hablar con Pizarro; vino luego consolándolo
con buenas palabras y diciéndole que tuviese gran ánimo pues era gran señor;
prometiolo de le tratar como a tal, avisándole que, si alguna de sus mujeres y
parientes estuviesen en poder de algún cristiano, se lo hiciese saber, porque
se lo mandaría dar. Atahualpa cobró aliento con lo que Pizarro le dijo, y quiso
entender por entero la intención de los cristianos, quiénes eran, de qué tierra
habían venido y si tenían Dios y rey”.
Uno se pregunta si, muchos de los graves y
extraños errores que cometió Atahualpa hasta caer tan ingenuamente en poder de
los españoles, se debieron a una especie de fatal e inconsciente admiración por
la evidente superioridad de la cultura de los ‘extraterrestres’ que habían
llegado a sus dominios. Fue un calco de lo que le pasó a Moctezuma en México.
Los dos se dejaron apresar estúpidamente. Un mecanismo de defensa les hizo
creer que su cultura era superior y la amenaza despreciable. Pero estaban negando
lo que sabían en su interior puesto que vieron los caballos, la artillería, la
prodigiosa técnica de sus navíos, el desplazamiento de carros sobre ruedas, la
eficacia y valentía militar que demostraron los españoles por donde pasaban… Atahualpa
y sus capitanes no pudieron ser más torpes. De haberlos atacado con decisión y
con todo su poder militar, los habrían barrido con facilidad. Pero hay una cosa
cierta: si hubiesen acabado con ellos, llegarían después otros españoles, y
después otros, y otros… En una repetición de la ‘jugada’ que no pararía hasta
conseguir la conquista. No era simplemente una lucha entre hombres, sino entre
culturas. El final, más pronto o más tarde, habría sido el mismo.
Pizarro contestó a las preguntas de Atahualpa con toda la retahíla
político religiosa que contenía el famoso ‘Requerimiento’ y el inca se mostró
asombrado, quizá por la prepotencia de aquel texto que exigía la sumisión de
todo su imperio. Cieza pone también de relieve que los dominios de Atahualpa
sufrieron un estado de anarquía con su apresamiento: “Muchos indios quedaron
por señores de lo que no era suyo, matando a los legítimos. Las vírgenes de los
templos se salían y andaban hechas placeras (o callejeras o ‘lo otro’); ya no se guardaban las buenas leyes de los incas; perdiose su dignidad y
cayose, con la entrada de los españoles, lo que tanto había subido”. Se apunta
luego al providencialismo manifestado, en presencia del propio Cieza, por una
india aristocrática ante un dominico: “Preguntándole fray Domingo de Santo
Tomás cosas de los incas, dijo ella: ‘Padre, has de saber que Dios se cansó de
sufrir los grandes pecados de los indios de esta tierra (los antiguos pobladores) y envió a los incas a los castigar, y por
culpas de los incas también se cansó de ellos, y vinisteis vosotros, que
tomasteis su tierras, en la cual estáis, y Dios se cansará también de sufriros
y vendrán otros que os midan como medisteis’. Esto dijo esta india señora, para
que veáis que ellos entienden que Dios castiga los reinos por los pecados”.
(Imagen) España rompió el mito del “non plus ultra” (nada más allá) al
descubrir el continente americano, y Carlos V tuvo el acierto de incorporar a nuestro
escudo el lema PLUS ULTRA. Eso podía también definir lo que caracterizó la aventura de Indias: plus ultra, determinación
inquebrantable. Colón abrió la puerta de un inmenso territorio que, ¡en poco
más de 50 años!, fue ocupado y organizado con la estructura cultural, religiosa
y política europea, creando ciudades y poblaciones que hoy son multitudinarias.
Desde los lugares alcanzados por unos, siguieron avanzando otros, formando una cadena
de eslabones que continúan intactos. Siempre más allá, PLUS ULTRA, incluso hasta
Asia. Por orden de aparición en escena, podríamos escoger a Colón, Balboa, Magallanes,
Elcano, Cortés, Alvarado, Pizarro, Almagro, Soto, Jiménez de Quesada, Coronado, Garay,
Valdivia, Núñez Cabeza de Vaca, Juan de Salazar, Pedro Sarmiento, Legazpi, Urdaneta… Que nadie dude,
pues, de que, si hubiese fracasado Pizarro, habría venido otro maravilloso ‘trastornado’
y conseguiría su objetivo.
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