sábado, 21 de octubre de 2017

518) El heroico Hernando de Aldana va voluntario a pedirle a Atahualpa que se dé prisa. Vuelve y le dice a Pizarro que ya viene, pero con malas intenciones.

     (108) Dice Pedro Pizarro: “Atahualpa pidió que le diesen de comer, y después de haber comido, que acabaría a hora de misa mayor, empezó a levantar a su gente y a venirse hacia Cajamarca; y hechos sus escuadrones, que cubrían los campos, y él metido en unas andas, con dos mil indios por delante que le barrían el camino. Venían asimismo delante de Atahualpa muchos indios cantando y danzando. Tardó en andar esta media legua que hay desde los baños donde estaba hasta Cajamarca, desde hora de misa mayor hasta tres horas antes de que anocheciese”. La ‘procesión’ fue a paso de tortuga, pero, durante ese tiempo, hubo mensajitos y tanteos por ambas partes, fingiendo Atahualpa que iba en son de paz, y Pizarro, a su vez, tratando de confiarle. Como la calma de Atahualpa era desesperante y Pizarro temía sobre todo que se hiciera de noche, se inquietó más aún al ver que el inca había vuelto a detenerse y montado sus tiendas. Cuenta Cieza: “Pizarro, que lo estaba sufriendo, dijo que le alegraría que alguno de los cristianos se atreviera a ir con un mensaje para Atahualpa”. La misión no podía ser más peligrosa y Pizarro no quería imponerle a nadie que arriesgara tanto su vida. Pero no faltó un ‘suicida’: “Oyolo uno a quien llamaban Hernando de Aldana (hermano de Lorenzo de Aldana, otro brillante conquistador, con el que colaboró el gran piloto Bartolomé Ruiz), que entendía la lengua de los indios. Respondió que iría donde estaba Atahualpa y le diría lo que él mandase; alegrose Pizarro y mandole que dijera a Atahualpa que, porque ya era tarde, le rogaba mucho que se diese prisa para llegar donde le estaba aguardando”. Y allá que se fue el ‘trastornado’ mensajero: “Aldana anduvo hasta que llegó a la tienda de Atahualpa, hallolo sentado a la puerta de ella, acompañado de muchos señores  capitanes; explicole la embajada que traía. No le respondió nada, mas levantose con mucha ira, y arremetiendo con el cristiano, quiso tomarle la espada, pero túvola tan fuertemente que no bastó. Algunos de los principales que allí estaban se levantaron con voluntad de lo matar y tomarle la espada. Atahualpa, les mandó que lo dejasen, y le dijo con buen semblante que se volviese y dijese a Pizarro que luego partiría por le hacer placer y se verían entrambos. Aldana, que no las tenía todas consigo (como para tenerlas…), hizo su acatamiento, y a paso largo (no tenía caballo) volvió donde estaba Pizarro, a quien contó lo que había pasado y que le parecía que Atahualpa venía de mal arte y con gran soberbia”.
     El cronista Francisco de Xerez da una versión parecida, pero nos hace sentir la angustia de que un enorme elefante se había puesto en marcha haciendo retumbar el suelo, y se acercaba lento y pesado para aplastar un ridículo hormiguero (nosotros sabemos cómo iba a terminar todo, pero las hormigas, no): “Atahualpa y su gente comenzaron a andar y Aldana volvió por delante de ellos, y le dijo al Gobernador que ya venía y que la gente que traía en la delantera tenía armas ocultas debajo de las camisetas y talegas de piedras y hondas, y que le parecía que traían ruin intención”.
   

     (Imagen) Hernando de Aldana: otro de los muchos gigantes de ‘segunda fila’. Nació en Alcántara (Cáceres) en 1481. Su inteligencia le permitió entender pronto el quechua. Le vamos a ver en acciones de mucho mérito, como el de la captura de Atahualpa, en la que participó porque conocía su idioma. Siempre fiel a Pizarro, sin embargo nunca abandonó la lealtad al rey. Eso le costó ser ejecutado en 1546 por Francisco de Carvajal, el salvaje lugarteniente de Gonzalo Pizarro. Hoy contemplamos cómo se ofrece voluntario para una misión de altísimo riesgo: ir solo a presentarse ante Atahualpa para rogarle que se diera prisa en llegar adonde estaba Pizarro. No le costó la vida de puro milagro. Evitó que el divino emperador le quitara la espada y tal insolencia provocó que los guerreros incas intentaran matarlo, pero su rey los frenó. ¿Por qué se resistió? Lo más lógico es pensar que Aldana tuvo una reacción heroica: “Si conservo la espada, quizá me maten, pero no antes de que yo lo haga con Atahualpa”. Grandeza.


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