(89) A partir de la pintoresca fuga de
Atahualpa, la guerra fue cada vez más feroz, alternándose las victorias y las
derrotas. Luchaban por el control del imperio, sin poder imaginar que tenían un
enemigo común mucho más peligroso, como un virus letal de apariencia
insignificante. Tampoco los españoles eran conscientes de ser ellos los
verdaderos protegidos del dios Sol: se limitaban a seguir adelante con la
terrible angustia a lo desconocido, pero determinados a vencer o morir.
El que estaba entonces al frente de las
tropas de Huáscar era su hermano Huanca Auqui. Después de su victoria, había
rodeado al ejército derrotado, pero Atahualpa, con una multitud de indios
exultantes, rompió el cerco, se unió a sus generales Caracuchima y Quizquiz, y logró
que el enemigo huyera hacia Tomebamba, donde fue estrepitosamente vencido.
Atahualpa entró rutilante en la ciudad. Lleno de cólera por la traición de su
cacique Ullco-Colla, quiso castigar a los cáñaris por haber combatido a favor
de Huáscar. Asaeteó a los principales jefes y exterminó a todos lo que habían
luchado contra él, matando también a sus esposas y a sus hijos, y ordenó que se
sacasen sus corazones y fueran esparcidos por las tierras cáñaris. Huáscar
interpretó la derrota como una incompetencia de su hermano Huanca Auqui y de
sus capitanes; irritado, los envió al Cuzco vestidos de mujer, obligándolos a
que se presentaran así al llegar. Huanca Auqui, muy molesto por esta
humillación, quiso mostrar que no era un cobarde, se preparó de nuevo contra
las tropas de Atahualpa y, en un ataque por sorpresa, las derrotó.
Aunque Atahualpa estaba dispuesto a
concertar la paz, la actitud de Huáscar, que se consideraba el legítimo
heredero de todo el imperio, fue inflexible: la lucha debía continuar hasta un
desenlace definitivo. Era un enfrentamiento en el que cada bando tenía el
refuerzo de diversos pueblos indígenas sometidos a su autoridad. Huanca Auqui
incorporó a su ejército a 10.000 chachapoyas y se lanzó al ataque, pero fue
derrotado nuevamente, esta vez por Quizquiz, uno de los grandes generales de
Atahualpa. Salió tan mal parado que hubo de huir hacia el Cuzco. Yendo de
camino le llegaron nuevos refuerzos, y se dirigió, deseoso de vengar tanto
fracaso, a Cajamarca, tomada por Quizquiz. La batalla fue brutal y equilibrada,
pero sufrió un descalabro más. Huáscar, loco de ira por tanto desastre, mató en
venganza a todos los quiteños que habían llevado al Cuzco el cadáver de Huayna
Cápac, y abominó de quienes le habían aconsejado la guerra. Nombró como nuevo
general a Mayta Yupanqui; se produjo una de las batallas más sangrientas de
América y nuevamente perdió frente a Quizquiz.
Huáscar decidió que la guerra continuara,
pero, además, estando él presente cerca de sus soldados. Aumentó su número, y
con Mayta Yupanqui al frente, consiguieron dos victorias seguidas. Pero se
durmieron en los laureles como Aníbal, dedicándose a celebrarlo a lo grande. En
una rápida maniobra, se juntó todo el ejército de Atahualpa con sus tres
grandes generales al mando, Quizquiz, Curicuchima y Rumiñahui.
(Imagen) La guerra entre Huáscar y
Atahualpa estaba siendo atroz y una práctica bélica de primer orden para las
dos enormes huestes. El mérito de Pizarro y sus hombres fue doble: los
ejércitos incas no solamente era multitudinarios, sino que, además, llevaban
varios años de durísima experiencia en las terribles guerras de los dos bandos,
los de Huáscar y Atahualpa. Los guerreros eran bravos, sin miedo a la muerte, y
muy curtidos en las estrategias de lucha. Los españoles también, pero tenían un
problema muy serio: la escasez de hombres, cuyo número resultaba ridículo en
comparación con el de los enemigos. Sin embargo, contaban con otras bazas: los
perros de ataque, los caballos, la artillería y la técnica militar europea.
¿Algo más? Pues sí, lo más importante: la fe en los milagros y, sobre todo, la
astucia. Una astucia asimilada con el ejemplo de otras conquistas de las
Indias, especialmente la de México. Había que descabezar el ejército inca
apresando a su emperador. Objetivo sumamente difícil, pero el único capaz de
derrumbar a las tropas indígenas.
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