(71) Juan Ruiz de Arce es un tipo que cae
simpático, extrovertido, amante de su familia, aventurero, generoso, valiente,
triunfador y sensato. Con el sentido común que muy pocos tuvieron, tras
convertirse en rico después de la derrota de Atahualpa, supo frenar a tiempo y
volver a España para disfrutarlo, viviendo a lo grande hasta morir de viejo.
Era, además, un hombre culto y publicó una crónica sobre lo que vivió al lado
de Pizarro. Seguiré su texto para completar lo que añada de interés a la
narración de sus otros colegas. Y no me resisto a resumir los datos que aporta
de su propia biografía, e incluso del mérito de su padre y de su abuelo. No
puede ser más original la razón por la que escribió su crónica, en la que
también establece alguna disposición de su testamento: para que se enteraran
sus descendientes y se sintieran
orgullosos. Vamos a ver ahora, abreviado, lo que cuenta desde el principio de
su texto hasta que llega en el barquito, como un extraterrestre, adonde estaba
la tropa de Pizarro:
“Amados hijos: Por el amor que os tengo y
porque querría que me imitaseis a mí y a mis antepasados, os dejo esta memoria.
Yo soy hijo de un hombre y de una mujer que no creo que en su vida hicieran
pecado venial, y por sus merecimientos, tuvo Dios por bien de me dar
seiscientos ducados de renta situados en las alcabalas (impuestos) de Sevilla y de Jerez, los cuales yo gané en las Indias
del Perú, con los cuales he hecho un mayorazgo que dejo en cabeza de mi hijo
Gonzalo Ruiz de Arce. Y, para que sepáis cómo yo, mi padre y mi abuelo hemos
servido al Emperador Don Carlos y al Rey Católico Don Fernando, os lo dejo aquí
por memoria. Mi abuelo murió en la batalla que se dio en Toro y Zamora contra
el rey de Portugal. Mi padre sirvió al rey en todas las guerras pasadas de
Navarra, Portugal y Granada”. Juan nació el año 1507 en Badajoz, dice que el
apellido Ruiz le viene de Santander, de donde era su abuelo, y que, cuando
murió su padre, él, teniendo 18 años, partió para las Indias. Estuvo en Santo
Domingo y en Jamaica y dice (algo muy cierto) que las dos islas eran la fuente
de provisiones para las campañas de los descubrimientos: “Provéense de estas
dos islas muchas partes de las Indias de pan, caballos y carne, porque hay en
ellas tanto que se hacen monteses vacas, puercos y ovejas”. Once meses después
de llegar a las Indias (año 1526), se trasladó a la costa atlántica de Honduras
(con gran riesgo de naufragio), que era por donde había andado Cortés en una de
sus fracasadas empresas tras la gloria de México-Tenochtitlán, y se encontró
con pocos españoles y una tierra miserable: “En esta tierra estuve dos años.
Después de muerto su gobernador, Diego López de Salcedo, juntámonos ochenta
compañeros y nos metimos tierra adentro. Fuimos a parar a un pueblo cerca de
Naco (donde, por orden de Cortés, había
sido ejecutado el bravo Cristóbal de Olid). Allí salieron de guerra los
indios, mataron a un español que se decía Francisco Martín de Lorca y nos
hirieron muchos caballos. Fuimos a dormir a Naco y nos salieron a recibir de
paz los indios. Pero aquella noche se pusieron en cobro, dejaron el pueblo y
subieron a unas sierras”.
(Imagen)
El pintoresco y curioso cronista Juan Ruiz de Arce llegó en un barquichuelo
para unirse a Pizarro. No se equivoca en los datos. Estuvo en Honduras después
de que fracasara allí Cortés (sí, también Cortés fracasaba), cuando ejercía
como gobernador Diego López de Salcedo, quien tuvo graves conflictos con el que
lo era en Nicaragua: la bestia parda de Pedrarias Dávila. Ganó la partida
Salcedo, pero resultó casi tan cruel explotando y esclavizando contra toda
ley a los indios como su rival. Ruiz de
Arce partió de allí cuando murió Salcedo (año 1530), cuya trayectoria había resultado
ascendente por ser sobrino del Nicolás de Ovando, Gobernador General de las
Indias. La armada de Ovando (como ya vimos) llegó a América el año 1502, y Salcedo
y Francisco Pizarro iban a bordo. Todo se entrelaza, como también que Pedrarias
fuera primero gobernador de Panamá y luego de Nicaragua, para desdicha de
Salcedo. Juan Ruiz de Arce ‘clava’ las fechas, porque los datos que aporta
coinciden exactamente con el momento en que alcanzó a Pizarro (año 1532).
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