(87) Fue, para variar, una inyección de
optimismo. Estaban a punto de encontrar lo que buscaban, aunque poco sabían de
su enorme importancia ni de que se iban a enfrentar a una apuesta en la que las
probabilidades de ganar casi se reducían a cero. Vivían el día a día y
empujados por la determinación. Estaban disfrutando, cosa rara, de un situación
favorable; uno de esos momentos en que podían transformarse de guerreros en
fundadores, porque, si conquistaban, era no solo por ansias de honor y de riqueza,
sino también para establecerse y crear una red administrativa que ensanchara el
dominio español, sin olvidar que tenían un sincero deseo de cristianizar a los
nativos. Tampoco se puede olvidar que, a pesar de sus abusos sobre los indios,
les daban automáticamente el rango de súbditos del emperador (con los mismos
derechos y obligaciones legales que cualquier castellano) si aceptaban un
acuerdo de paz: “Pizarro, como vio que ya se comenzaba a dar en la buena
tierra, determinó dejar asentada alguna población de cristianos, y como se
hubiese andado hasta el valle de Tangarará, fundó en él la ciudad de San Miguel.
Quedaron allí por vecinos los españoles que estaban más flacos y los oficiales
del rey; por teniente del gobernador quedó el contador Navarro”. Se ve que los
oficiales del rey en raras ocasiones luchaban, aunque no sería muy
tranquilizador quedarse allí perdidos hasta que la tropa volviera (si había
suerte). Cieza no lo comenta, pero toda la ceremonia religiosa estuvo a cargo
del dominico fray Vicente de Valverde. También estaba allí el cronista Juan
Ruiz de Arce, y, con su afición a observar las costumbres de los indios, nos
aporta un comentario que resulta importante para comprobar que el pueblo inca
no tenía entonces las crueles costumbres de los aztecas mexicanos: “Solían
estos indios de Tangarará, en tiempo antiguo, hacer sacrificios de personas,
pero, viniendo conquistando aquella tierra Huayna Cápac, después que los
conquistó les mandó que no sacrificasen a más personas, que si quisiesen
sacrificar a sus ídolos, que sacrificasen ovejas (llamas), y así las sacrificaban”. También hay un comentario
interesante del cronista Pedro Pizarro: “El Marqués don Francisco Pizarro fundó
la población de San Miguel haciendo los repartimientos, habiendo grandes
discusiones sobre a quién correspondería Tumbes: cupo al capitán Soto porque
todavía estaban incrédulos de lo que más adelante había, y así se volvió
Francisco de Ysasaga a Santo Domingo prometiendo su caballo a quien le alcanzase la licencia, y la tuvo”.
Tiene varios matices el párrafo. La gente no confiaba en la riqueza del Perú, y
valoraban solo lo ya conseguido; lo más codiciado era Tumbes, y se lo asignaron
a Soto para suavizar el escozor de haberle birlado la capitanía general; muy
harto tenía que estar Ysasaga para dar algo tan valioso como un caballo a
cambio del permiso de vuelta a casa. Por su parte, Cieza, remata lo que venía
contándonos con una frase que, bien considerada, pone los pelos de punta: “Con
el resto de la gente, que serían ciento setenta españoles, Pizarro determinó
pasar adelante”. Solos contra el mundo.
(Imagen) Normalmente las expediciones de
Indias no se limitaban a explorar, sino que era también un objetivo prioritario
fundar poblaciones. Se hacía de forma protocolaria, con un trazado
cuadriculado, levantando una iglesia y otros edificios públicos, sin que
faltara la horca. A veces eran casi un símbolo porque empezaban con muy pocos
vecinos. Pizarro, por las dificultades especiales de su campaña, tardó más de
lo normal en establecer una población. Pero llegó el momento, y así nació el 15
de agosto de 1532 San Miguel de Piura, la primera entidad española del Perú.
Eso le obligó a disminuir su tropa dejando en el lugar a varios de sus soldados
con otra gente civil, como los funcionarios del rey. Dice el cronista Xerez:
“Repartió Pizarro entre las personas que se avecindaron tierras y solares,
porque como los españoles tengan a los indios en administración, son bien
tratados y los adoctrinan en nuestra fe”. Fue plantar una pequeña semilla, pero
se ha convertido en la actual Piura. No importaba que Pizarro fuera analfabeto:
sabía dirigir a los hombres y rodearse de un equipo muy variado. De esa manera
pudo ser gran capitán, gran administrador y gran gobernador de ese Perú que
entonces se llamaba oficialmente Nueva Castilla.
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