jueves, 7 de septiembre de 2017

(Día 480) Llegan a Caraques. Una celada mata a dos españoles. Pizarro mandó a Cristóbal de Mena que apresara a los culpables, y uno es ejecutado. Arribó un pequeño navío bajo el mando del futuro cronista Juan Ruiz de Arce, quien les anuncia la próxima venida de Benalcázar con sus hombres.

    (70) Sigue contando Cieza: “Anduvo luego Pizarro hasta que llegó  a la bahía de Caraques; entraron en un pueblo de una india, cuyo marido había muerto, donde los indios en lo secreto odiaban a los españoles, y, en lo público, con temor de ellos y de los caballos, mostraban  buen rostro, ‘a guisa de gallegos’, como se dice (se ve que los prejuicios son resistentes)”. Pizarro los trató bien, evitando conflictos. Los indios tenían ganas de atacar, pero no se atrevían: “Salió uno de los españoles, llamado Santiago,  en un caballo a hacer una necesidad, fue visto por los indios, y como iba descuidado, salieron a él en cuadrilla y lo mataron.  El gobernador, con enojo, mandó a Cristóbal de Mena que fuese con algunos españoles  a prender los que pudiese, y, al volver de la entrada, apartándose otro español un poco del camino, también fue muerto. Y con gran saña que tomó de esto, Pizarro mandó a los de caballo que picasen con las lanzas a los que topasen, y así fueron muertos algunos de ellos, y prendieron a un principal”. El cacique dijo que no fue culpa suya sino obra de algunos locos, e incluso le pidió a Pizarro que ahorcase a uno de los culpables. Pues, dicho y hecho. Luego soltó al cacique con las advertencias de rigor.
    “Y después, caminaron hasta la provincia de Puerto viejo, donde los indios guardan grandes religiones, y se vieron en algunos lugares formas con miembros deshonestos a los que adoran. Como los caciques andaban en las guerras que había entre Huáscar y Atahualpa (eran hermanastros y se disputaban la herencia del fallecido emperador Huayna Cápac; gran suerte, pues, para los españoles), no se formó ejército para con potencia para procurar la muerte de los españoles, pues eran muy pocos, y así salieron a Pizarro mostrando alegría con su venida. Estuvieron quince días en aquella tierra, y supo por un pequeño navío que había salido de Nicaragua cómo por tierra venía  Sebastián de Benalcázar con otros cristianos y algunos caballos, de lo que recibió placer, y dende a pocos días llegó Benalcázar con Mogrovejo, Francisco de Quiñones, Juan de Porras, De Fuentes, Diego Prieto, Rodrigo Núñez, Alonso Beltrán y otros, hasta treinta; los caballos eran doce. Fueron bien recibidos por el gobernador y por los que con él estaban”.
    Pues ahora sí que vamos a dar un salto atrás porque no podemos perdernos a un personaje muy peculiar, que también fue cronista de esta historia: JUAN RUIZ DE ARCE. Me llama la atención que apenas se hable de él, hasta el extremo de que el mismo Cieza, incomprensiblemente, lo pasa por alto. Acaba de decir que ‘supo por un pequeño navío’ que Benalcázar venía por tierra con un grupo de soldados. ¿Y ya está? ¿Quiénes iban en ese barco? ¿Por qué no lo dice, si casi siempre da nombres de los que se incorporaban a las tropas de Pizarro? Solo hay una explicación: nadie los conocía. Iba en el barco su dueño, que resultó ser Juan Ruiz de Arce, un hombre cuya historia personal fue rocambolesca. Llevaba el futuro cronista con él más gente, siendo todos probablemente desconocidos porque, aunque habían partido de Nicaragua, procedían de la lejana costa de Honduras.


     (Imagen) Algunos de aquellos hombres servían para todo. Fue el caso de Cristóbal de Mena (nacido en Ciudad Real). Tenía el grado de capitán (otorgado por el duro Pedrarias Dávila) y el máximo mando después de los Pizarro. Pero algo pasó cuando llegaron Soto y Benalcázar,  porque fue rebajado de categoría, quizá debido a que era paisano de Almagro, al que siempre le prestó su ayuda. Le vemos hoy al mando de un grupo de jinetes encargados de castigar a los indios por matar a un español “que salió a hacer una necesidad y lo cogieron descuidado (cuenta Cieza)”. Aparecerá después en momentos clave de la conquista; por ejemplo, formando parte del tribunal que condenó a muerte a Atahualpa. Pero era un multiusos, y escribió una pequeña crónica (la primera publicada: año 1534). Fue asimismo uno de los pocos sensatos que, tras enriquecerse con los botines, dijeron ‘ya vale’ y se  volvieron a España.


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