(1306) La
muerte era algo muy frecuente, y había que evitar la posibilidad de
que una tropa quedara descabezada:
"El capitán Francisco Hernández Ortiz llevaba orden del Gobernador de
asumir el mando de aquellas provincias en caso de que hubiese muerto el coronel
Francisco del Campo, de aquietar la tierra, de fundar un fuerte en Valdivia y
de socorrer a Villarrica. Habría debido, sin duda, comenzar por esto último, ya
que era allí donde más se necesitaba ayuda de fuera. Pero, prefiriendo reunir
la gente que poco antes había salido de Osorno con el Coronel, y proponiéndose,
además, recoger provisiones en Chiloé, partió apresuradamente hacia el sur, y
perdió un tiempo precioso en hacer correrías entre los indios. Cuando creyó
aquietados esos lugares, dio la vuelta al norte, y con acuerdo de sus
capitanes, se dirigió a Valdivia, donde lo esperaba todavía uno de sus buques.
El 13 de marzo de 1602 echó allí los cimientos del fuerte que se le había mandado construir, y que, según el
pensamiento del Gobernador, debía ser el principio de una nueva ciudad que se
intentaba poblar. Cuatro largos meses se habían empleado en estas
operaciones. Cuando a mediados de marzo partió con una parte de sus fuerzas en
socorro de Villarrica, se vio obligado a sostener reñidos combates con
numerosas turbas de indios que andaban exaltados y orgullosos, celebrando sus
recientes triunfos. Esa ciudad, después de un sitio de tres años, y sin recibir
socorro alguno de ninguna parte, acababa de desaparecer lastimosamente".
Resulta chocante que un militar tan verano y prestigioso como Francisco
Hernández Ortiz (ya reseñamos su extraordinaria biografía) cometiera la
irresponsabilidad de ocupar su tiempo en peleas no muy urgentes, y decidiera ir
a proteger en último lugar a los vecinos de Villarrica, una ciudad que llevaba
¡tres años cercada por los mapuches!
Como era de esperar, el gobernador Alonso
de Ribera, se irritó mucho por lo ocurrido: "Ribera se hallaba en
Concepción cuando tuvo la primera noticia de estos desastrosos sucesos. El
capitán Francisco Hernández Ortiz, al comunicarla desde Valdivia, pedía
empeñosamente que se le enviasen nuevos socorros para hacer frente a los
peligros que por todas partes amenazaban a aquellas apartadas poblaciones. En
medio de la consternación que tales desastres debían producir, el gobernador
Ribera, impetuoso y arrebatado por carácter, dispuesto siempre a condenar a los
otros, atribuyó a aquel capitán la responsabilidad de la pérdida de Villarrica
por la tardanza que había puesto en el desempeño de su comisión. Inmediatamente
acordó quitarle el mando de las provincias australes, y someterlo a un juicio
de residencia". Se diría que el historiador Diego Barros es algo
contradictorio al hablar de este desastre. Primeramente ha dicho que Francisco
Hernández Ortiz perdió mucho tiempo dedicándose a cosas que no eran
prioritarias, y en eso basa la perdición de Villarrica. Y, sin embargo,
acabamos de ver que censura al Gobernador por haber castigado a Hernández Ortiz
dejándose llevar de su carácter "dispuesto siempre a condenar a los
demás". Quizá Ribera empleara malas maneras, pero no cabe duda de que
Francisco Hernández Ortiz cometió un gravísimo error. Por ser un hecho tan
trágico, dedicaré la imagen a la acertada descripción que Diego Barros hace de
la tragedia de Villarrica.
(imagen) Aunque ya hice referencia a este
desastre, oigamos lo que nos cuenta Diego Barros: "La defensa de
Villarrica constituye el episodio más heroico y más trágico de la tremenda
guerra en que estaban envueltos los españoles desde la muerte del gobernador
Martín García Óñez de Loyola. La ciudad, situada a gran distancia de otras
poblaciones, fue embestida por los indios desde los inicios de la rebelión. El
capitán Rodrigo de Bastidas rechazó los primeros ataques y decidió resistir a
todo trance. Pero la lucha se repetía sin cesar mientras los españoles estaban
privados de ayudas y de toda
comunicación. A finales de 1599, después de casi un año de miserias y combates,
su situación comenzaba a hacerse insostenible. Los defensores de Villarrica
recibieron entonces la terrible noticia de que la ciudad de Valdivia acababa de
ser tomada y destruida por los bárbaros. Los jefes de la insurrección araucana
les advirtieron que, después de este último desastre, era inútil prolongar por
más tiempo la resistencia de Villarrica. Bastidas, sin embargo, no hizo caso de
amenazas, y persistió en su plan de defenderse hasta morir, aferrándose a la
esperanza de que quizá les llegara ayuda a tiempo. La guerra se continuó en
Villarrica durante dos años más, con heroica porfía y con los sacrificios y
miserias más espantosas que es posible imaginar. Los españoles se alimentaban
con las cosas más inmundas y llegaron a comer la carne de los indios que morían
en los combates. En los primeros días de febrero de 1602 no quedaban en la
ciudad más que once hombres y diez mujeres. Finalmente, el 7 de febrero los
indios dieron el asalto definitivo a los últimos atrincheramientos de los
españoles. El combate, empeñado en esas condiciones, no podía ser largo ni con
final dudoso. Bastidas y algunos de sus compañeros sucumbieron peleando, o
fueron sacrificados por los vencedores, pero otros, y sobre todo las mujeres,
quedaron en cautividad, obligadas a servir a sus antiguos esclavos, y
recibiendo de estos el mal tratamiento que los indios solían dar a los
prisioneros. Más tarde, algunos de ellos, y otros que habían sido apresados en
los combates anteriores, reconquistaron su libertad por canje o por fuga, y
pudieron dar a sus compatriotas la noticia cabal de las dolorosas escenas de
los últimos y tremendos días de Villarrica. Después del saqueo de los pocos
edificios que todavía estaban en pie, sólo quedó un montón de ruinas calcinadas
y humeantes en el sitio en que se levantaba esa ciudad". En la imagen
vemos que los chilenos han rodado una serie sobre aquel trágico acontecimiento
y acerca del persistente y brutal ataque de los mapuches a los españoles en
general.
Genial, Félix
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