viernes, 22 de abril de 2022

(1704) El gobernador Ribera tuvo éxito atacando a los indios de Arauco, pero, en el sur, su coronel, Francisco del Campo, mantenía una lucha desesperada contra los mapuches. Tres años antes, el exgobernador Sotomayor alababa a del Campo y a García Ramón.

 

     (1304) Todos sus capitanes estaban de acuerdo en que había que ir con urgencia a proteger la ciudad de Arauco, y el Gobernador Alonso de Ribera partió de inmediato: "Dejando bien guarnecidos los fuertes que acababa de fundar, se puso a la cabeza de la mayor parte de sus tropas, y el 8 de febrero de 1602 emprendió la marcha hacia Arauco. En la cordillera de la costa que tenía que atravesar, los indios, capitaneados por un mestizo desertor llamado Prieto, trataron resistir a los españoles, pero fueron desbaratados fácilmente, dejando numerosos muertos y prisioneros. Como de costumbre, las sementeras de los bárbaros fueron arrasadas, y, cuando algunas tribus pidieron la paz, Ribera exigió la sumisión absoluta de todas ellas. No obteniéndola en forma satisfactoria, dispuso nuevas correrías por sus campos, acompañadas como siempre de devastaciones y muertes. Los alrededores de la plaza de Arauco quedaron otra vez libres de enemigos, los cuales, habiéndose refugiado en las montañas, iban a aparecer de nuevo para continuar con el mismo tesón en aquella interminable guerra. Después Ribera pasó por los fuertes que acababa de fundar en las orillas del Biobío, donde encontró una débil resistencia de los indios. Se internó luego con una parte de sus tropas un poco más al sur, y fundó un nuevo fuerte al cual puso por nombre Santa Cruz de Ribera. Diversas incursiones, dirigidas por él mismo, o por algunos de sus capitanes, escarmentaron por el momento a los indios de esa región".

     Los buenos resultados que iban teniendo fueron alentadores, y le hicieron creer al Gobernador que la nueva táctica se confirmaba como un buen remedio para someter definitivamente a los indios. Con esa satisfacción,  le comunicó al Rey: "Este verano pasado se le ha cogido y muerto al enemigo unos trescientos guerreros. Se ha ahorcado a los que ha parecido convenientes y a los demás se los ha expulsado a las ciudades del sur y al Perú, de manera que no ha vuelto ninguno a su tierra". Además, según cuenta Barros, daba la impresión de que los mapuches estaban escarmentados: "En el otoño de 1602, la tranquilidad parecía restablecida al norte de la línea de frontera planteada por el Gobernador, de tal suerte que los españoles que poblaban Concepción y Chillán comenzaron a prepararse para trabajar de nuevo sus campos y hasta para volver a explotar los lavaderos de oro. Pero, en cambio, los sucesos ocurridos en las ciudades australes eran horriblemente desastrosos. El hambre y la guerra habían causado daños irreparables y preparaban la ruina del poder español en esa región. Desde la vuelta de su campaña a Chiloé en el invierno de 1600, el coronel Francisco del Campo había estado en Osorno en guerra constante contra los indios de la comarca. Los españoles, que estaban incomunicados con las otras ciudades, veían reducirse sus fuerzas, y lo que todavía era más alarmante, agotarse sus víveres y sus municiones. En medio del desesperante aislamiento a que estaba reducido, el Coronel recurrió a todo lo imaginable para comunicarse con Concepción. Dio libertad a algunos indios prisioneros para que llevasen sus cartas, pero, como era de suponer, fue burlado en sus esperanzas. Mandó construir una embarcación y hacerla salir al mar por el río Bueno a fin de que llegase a Concepción para pedir los socorros que necesitaba. Después de dos meses de trabajo, el barco estuvo listo, y fue tripulado por ocho hombres y un procurador de la ciudad. Esta empresa produjo sólo una nueva y más dolorosa decepción. El buquecillo naufragó lastimosamente en la barra del río con pérdida de todos sus tripulantes. Después de este fracaso, despachó a Chiloé a Juan de Arístegui para que hiciese construir una fragata, pero esta obra iba a ocupar seis largos meses, durante los cuales no habría medio de comunicarse con las otras ciudades españolas".

     (Imagen) Veamos por qué los mapuches eran una rabiosa epidemia incurable, como no la hubo en ninguna otra parte de las Indias. Diego Barros dice: "La guerra continuaba sin tregua. Los rebelados contra los españoles no eran los indígenas de esa comarca, sino los indios de Purén y de La Imperial, que iban al sur con sed de sangre y de saqueo, y obligaban a los indios del lugar a hacer una guerra implacable a los españoles. El coronel Francisco del Campo pensó aterrorizarlos con la represión, y le escribió al Gobernador: 'Estos indios de Valdivia, Villarrica y Osorno andan tan desvergonzados y libres, que todos vienen  a luchar contra nosotros, y, como la zona es muy montañosa, lo único que podemos hacer es ir a sus tierras y hacerles todo el daño posible. Como sabe Vuestra Señoría se han matado más de 1.600 indios desde que llegué a Osorno, sin que haya venido ninguno en son de paz, ni hay esperanzas de que lo hagan'. Los bárbaros mapuches ostentaban su pujanza militar no sólo con su número y su resolución, sino también con sus armas y sus caballos, así como con su organización y con la astucia que empleaban en la guerra. 'En uno de esos combates, se presentaron mil indios a caballo, con los mejores que he visto en mi vida, y muy bien armados, añade el Coronel, pues, según dice el intérprete, traían 250 cotas y 43 arcabuces, teniendo casi todos sus coseletes y celadas'. Y hablando más adelante del poder militar del enemigo, agrega: 'Los indios que vinieron eran de Angol, Guadaba, Purén, Imperial, Villarrica y Valdivia, y aseguro a Vuestra Señoría que traían mucha caballería y muy buena, pues no he visto caballos más lindos, ni más ligeros, ni de más altura, de manera que, confiados en esto, se atreven a tanto'. Los indios habían llegado, pues, a convertirse en formidables enemigos". Frente a la potencia de ataque de los mapuches, los españoles de aquella zona se encontraban en pésima situación: "Los combates, las enfermedades y las fatigas, así como la falta de los soldados que Francisco del Campo tuvo que dejar en Chiloé, habían privado a su ejército de 70 hombres, número relativamente considerable puesto que le era imposible reponerlos. Pero, al mismo tiempo que los víveres escaseaban y que los defensores de la ciudad se veían amenazados por un nuevo invierno en que los sufrimientos, la miseria y la desnudez debían ser mucho mayores todavía, el coronel Francisco del Campo estaba obligado a alimentar a muchas personas absolutamente inútiles para la guerra". Tres años antes, en 1599, el antiguo gobernador Alonso de Sotomayor  envió un informe (el de la imagen) en el que ensalzaba a FRANCISCO DEL CAMPO, y, asimismo, en la página siguiente, a ALONSO  GARCÍA RAMÓN.






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