(1300) Estaban dando buenos resultados la
nuevas tácticas y la disciplina que el gobernador Alonso de Ribera había
establecido en sus tropas, y hasta los mapuches se daban cuenta de que los
españoles eran entonces un peligro mayor: "El Gobernador quiso inspeccionar
las orillas del Biobío en la parte en que estuvo situada la ciudad de Santa
Cruz. Se proponía fundar allí dos fuertes que cerrasen al enemigo el paso hacia
la región del norte. Tuvo que atravesar la cordillera de la Costa, donde los
indios habían opuesto en otras ocasiones la más tenaz resistencia. Ahora todo
estaba abandonado y desierto. Los mapuches sabían demasiado bien que no podían
medirse contra quinientos soldados españoles que marchaban ordenadamente y que
tomaban numerosas precauciones para acampar. Ribera, sin hallar enemigos por
ninguna parte, pudo observar aquellos lugares, pero, cuando iba a fundar los fuertes, se
convenció de que lo avanzado de la estación (fines de marzo, cuando en Chile
termina el verano) y la escasez de sus recursos se lo impedían. Así, pues,
creyendo que los indios habían quedado escarmentados, dio la vuelta hacia
Concepción".
Sin embargo, Alonso de Ribera descartó
algo que muchos deseaban: "Habría debido el Gobernador en esas
circunstancias auxiliar a las ciudades del sur, de cuya suerte no se tenía la
menor noticia desde mucho tiempo atrás. Parece que algunos de sus capitanes le
pedían empeñosamente que les enviase algún socorro por mar. Ribera conoció, sin
duda alguna, la necesidad que había de hacerlo, pero, según exponía más tarde
por escrito en justificación de su conducta, carecía de un buque preparado para
ese viaje, no tenía pilotos que pudieran realizarlo en aquella estación, y le
faltaba, además, la gente que habría necesitado enviar para que esa ayuda fuese
de alguna utilidad. 'Considerando todo lo cual, decía por escrito con este
motivo, determiné aguardar la primavera para poder enviar un grueso socorro de
buena gente, vestida y armada, con comida, municiones y todo lo necesario'. En
cambio, se ocupó en tomar muchas medidas para asegurar durante ese invierno la
tranquilidad de las ciudades de Concepción y de Chillán. Estableció con este
objetivo dos nuevos fuertes, uno en Talcahuano y el otro en Lonquén, en la
orilla norte del río Itata, destinados ambos a imponer respeto a los indios de
las cercanías. Cuando hubo terminado estos trabajos, en los primeros días de
mayo de 1601, se puso en viaje para Santiago. El Gobernador Ribera quería hacerse
cargo del mando civil del reino de Chile, y completar sus preparativos para la
campaña que pensaba iniciar en la primavera siguiente con las tropas auxiliares
que esperaba de España por la ruta de Buenos Aires".
El año 1600, cuando el Gobernador partió
de Sevilla, el Rey le había prometido enviarle a Chile 1.200 hombres pocos
meses después: "Sin embargo, no fue posible completar este número. Las
frecuentes levas de soldados y las penalidades que aguardaban a los que
eran enrolados habían producido tal
terror, que la gente huía de los pueblos para librarse del servicio militar. Además,
el Tesoro Real, despilfarrado de mil maneras, no podía hacer frente a los
gastos de estos enrolamientos, de manera que, llegado el mes de agosto, solo se
habían reunido 500 hombres. Ese cuerpo militar debía ser mandado por el
sargento mayor Luis de Mosquera, pero tenía, además, tres capitanes, uno de los
cuales, llamado Alonso González de Nájera, militar de experiencia en las guerras
de Flandes, iba a adquirir después cierta celebridad por sus servicios y por
sus escritos".
(Imagen) ALONSO GONZÁLEZ DE NÁJERA Nació
en Cuenca el año 1556. Fue otro de esos escasos militares zurrados en numerosas
batallas que, además, dotados de una notable inteligencia, publicaron libros.
En este aspecto, tuvo que influir el hecho de que en su familia había una
tradición de parientes que ejercieron como escribanos. Luchó en las guerras de
Francia, Flandes e Italia. El año 1600, dos años después de la atroz muerte del
gobernador de Chile Martín García Óñez de Loyola, el rey Felipe III envió como
nuevo gobernador a Alonso de Ribera, y en esa expedición llegó también, en
octubre de 1601, Alonso González de Nájera. Pronto fue consiguiendo, por sus méritos
en lucha contra los mapuches, altos grados del ejército. En 1605 fue nombrado
sargento mayor por Alonso García Ramón, que prácticamente acababa de ser
designado gobernador de Chile. Ejerció también como capitán y maestre de campo.
Poco después tuvo que regresar a Santiago de Chile a causa de las heridas y
enfermedades que le produjeron las calamidades de la guerra. Quizá por no estar
ya en condiciones de batallar, pero también debido a su valiosa personalidad,
en marzo de 1607 recibió de Alonso García Ramón el encargo de ir a España para
explicarle al Rey la angustiosa situación del territorio chileno y pedirle el
envío de un importante contingente de soldados. Pero, al llegar, tropezó con un
obstáculo del que ya hablamos. Desde
1604, los jesuitas, representados por el padre Luis de Valdivia, defendían
ardientemente ante el Consejo de Indias un cambio de estrategia en el trato a
los indios chilenos. Consistía en retirar las tropas españolas de la zona de
conflicto, de manera que solo entraran en esos territorios acompañadas de
misioneros. Aprobada la propuesta por la
Corona, los jesuitas comenzaron a ejecutarla bajo la dirección del padre
Valdivia, que era gran conocedor de los indígenas, pero fracasó tiempo después
debido al asesinato de tres misioneros en Elicura. Entretanto, la solución al
conflicto defendida por Alonso González de Nájera, mucho más radical y
combativa, basada en el endurecimiento de la guerra y la esclavización de los
indígenas, quedó en suspenso. Como reacción, ALONSO GONZÁLEZ DE NÁJERA comenzó,
hacia 1609, a redactar un libro titulado 'Desengaño y reparo de la guerra del
reino de Chile', poniendo de relieve la decepción que le producía el terrible
drama de aquel país, y los sensatos remedios que, a su parecer, era necesario
aplicarle. En ese tiempo fue designado
gobernador de la localidad de Puerto Hércules, en la Toscana italiana, donde
debió de retomar la redacción de su manuscrito, que, según él mismo aclara, lo
acabó de escribir en ese lugar el 1º de marzo de 1614, muriendo poco después.
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