(1290) Es muy probable que los piratas
vieran una magnífica oportunidad de obtener botín en aquel litoral del Pacífico
por tener conocimiento de que los españoles andaban en continuos apuros con los
indios: "Desde noviembre de 1599 no se había vuelto a ver ninguna nave
corsaria en las costas de Chile. En los primeros meses del año siguiente se
creía alejado este peligro, y las angustias ocasionadas por la guerra araucana
habían pasado a ser la única preocupación del gobierno y de los particulares.
Sin embargo, en los mares del sur quedaban todavía dos de los cinco buques
holandeses que componían la escuadrilla del corsario Simón de Cordes, y luego
entraba al Pacífico otra expedición que había de causar grandes daños y mayores
perturbaciones al comercio de Chile. Esta expedición había sido organizada por
otra compañía de negociantes de Rotterdam, de la que era jefe Pedro van Beveren,
y llevaba a bordo 248 hombres. El mando de esa pequeña flota había sido
confiado a Oliverio van Noort, antiguo marino natural de Utrecht. Como el
objetivo de su viaje era ir a negociar en los archipiélagos de Asia, que los
españoles pretendían explotar como únicos señores, Van Noort navegaba para
hostilizarlos en esos mares y en las colonias de América a las que debía
acercarse su rumbo".
Luego Diego Barros hace grandes alabanzas
de los méritos de Van Noort como marino, puestos de manifiesto desde su salida
de Holanda: "Durante un año entero, Van Noort corrió las más atrevidas
aventuras en las costas de África y en las costas de América, y desplegó un
carácter admirablemente templado para este género de empresas. Atacaba los
buques y los establecimientos portugueses, sostenía resueltamente los más
peligrosos combates, se proporcionaba a viva fuerza los víveres que necesitaba,
y reprimía con mano de hierro todo acto de insubordinación de sus marineros".
Él y su gente sufrieron por la zona del Estrecho de Magallanes importantes
tempestades, y la muerte de algunos compañeros a manos de los indios patagones,
o víctimas del escorbuto. Mostró también su firmeza al dejar implacablemente en
tierra y en solitario a uno de sus hombres por haber desobedecido sus órdenes.
A finales de febrero de 1600 dejaron atrás el Estrecho y enfilaron hacia el
norte por las costas chilenas. De camino abordaron un modesto navío
español llamado El Buen Jesús, trataron
bien a los marineros y consiguieron de ellos valiosa información acerca de los
conflictos de los españoles con los mapuches, por lo que Van Noort se dirigió
resueltamente hacia Valparaíso, pero la falta de viento favorable lo obligó a
abortar su intento de ataque. Incluso tuvo el detalle de dejar libres a los
españoles que había apresado al capturar El Buen Dios. Pero el historiador
Diego Barros explica una cruel decisión de Van Noort utilizando un tópico de la
Leyenda Negra: "Juan de Sandoval, el piloto de El Buen Jesús (que
seguía a bordo con ellos), fue arrojado al mar el 30 de junio después de
una disputa en que se quejaba del mal tratamiento que recibía. Esta y otras
crueldades eran el fruto, no sólo de la dureza de carácter de esos aventureros,
sino también del odio profundo que los holandeses profesaban a sus antiguos
opresores, los españoles, y de las atrocidades de que su patria había sido
víctima. Continuando su navegación, Van Noort entraba a Rotterdam con una sola
de sus naves el 26 de agosto de 1601, después de tres años de peregrinaciones y
aventuras. La expedición no había reportado ningún provecho pecuniario a los
armadores, pero el intrépido marino volvía a su patria justamente orgulloso con
sus proezas y con haber sido el primer holandés que dio la vuelta al mundo".
(Imagen) Indios y piratas: Chile era una
pesadilla para los españoles. Como rara excepción, había un lugar donde se
mantenía sin problemas la paz: el archipiélago de Chiloé, con su capital,
Castro. Pero los piratas van a romper la magia. Llegó por allí otro corsario
holandés, Baltasar de Cordes, quien se ganó la amistad de los indios, e incluso
de tres españoles traidores. Estaba al mando en Castro Baltasar Ruiz de Priego,
pero la idílica ciudad apenas contaba con defensas, y los holandeses se
hicieron los amos de inmediato: "Aunque estos habían prometido garantías a
sus habitantes, ejecutaron, según se cuenta, las más inauditas atrocidades.
Mataron a todos los hombres que pudieron hallar a mano, apresaron a las mujeres
y saquearon las casas y las iglesias, haciendo mofa de los santos que había en
los altares". Enterado de lo que ocurría el Coronel Francisco del Campo,
que se encontraba no lejos del archipiélago, logró juntar 150 hombres, y fue a
poner remedio a la angustiosa situación: "Cuando los holandeses supieron
que habían llegado españoles al norte de la isla, creyeron que, estando
desprovistos de barcos, no podrían
avanzar hasta Castro. Se encontraban así de confiados cuando una mañana de
mediados de mayo, antes de amanecer, se vieron repentinamente acometidos por
todos lados. El coronel Francisco del Campo, desplegando la sagacidad de un
verdadero militar, había ocultado hábilmente sus movimientos y dividido sus tropas
en destacamentos que debían atacar la ciudad por diversos puntos. Luego,
cayendo de improviso sobre Castro, realizó el ataque antes de que la luz del
día pudiera dar la alarma al enemigo. Los holandeses, sin embargo, se defendían
como valientes. Ocuparon sus puestos en el fuerte y en los cubos, y en los
primeros momentos mataron a diez españoles e hirieron a otros doce. Pero, al amanecer, cuando pudieron distinguir
el gran número de los asaltantes y vieron que ellos mismos habían perdido cerca
de veinte hombres, se refugiaron en el fuerte, determinados a continuar la
defensa. Los indios que les ayudaban, después de sufrir pérdidas considerables,
se dispersaron desordenadamente, pero los soldados de Cordes sostuvieron el
combate durante un tiempo, hasta que, habiendo los españoles dado fuego a las
puertas del fortín en que se defendían, y quedando vivos solamente doce
holandeses, se arrojaron por una ladera que caía al mar, y fueron a refugiarse
en su buque. El combate les había costado la pérdida de la ciudad y la muerte
de la mayor parte de sus soldados". Casi todo lo fundado por los españoles
ha pervivido: en la imagen vemos la Castro actual, que cuenta con 30.000
habitantes y fue creada por Martín Ruiz de Gamboa el año 1567.
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