domingo, 10 de abril de 2022

(1693) El gobernador García Ramón confiaba en Dios y en sí mismo para acabar con el horror de Chile. Pero necesitaba más soldados, y envió a España, para pedírselos al Rey, a un valiente clérigo trotamundos: Juan de Váscones.

 

     (1293) Alonso García Ramón era, como hemos visto, un veterano capitán curtido en batallas durísimas, tanto en Europa como en las Indias. Llegó a Chile como gobernador interino sabiendo que aquello era un infierno, pero con la moral muy alta porque confiaba en sí mismo. Sin embargo, los informes que recibió al llegar a aquellas tierras tuvieron que mellar su entusiasmo: "García Ramón se puso de inmediato al corriente de la situación del país. Todos los informes que se le daban eran desconsoladores. En la ciudad de Santiago supo que las frecuentes derrotas habían costado la vida a cerca de seiscientos hombres, en su mayor parte buenos capitanes y soldados, lo que era una pérdida enorme dado el escaso número de españoles que había en el reino. Tuvo conocimiento de la reciente despoblación de las ciudades de Angol y de la Imperial. Supo, además, que desde hacía casi un año no se tenía noticia alguna de Villarrica, y que se ignoraba por completo lo que ocurría en Osorno y en Chiloé. Mientras tanto, la osadía de los indios era cada vez mayor. El día dos de agosto, cuando García Ramón acababa de tomar el mando, los indios aparecieron de nuevo, fueron al pueblecillo de Duao, dieron muerte a algunos españoles, y se llevaron como cautivos a las mujeres y los niños cristianos que se hallaban allí. El Gobernador tuvo que enviar a esos lugares cincuenta soldados bajo el mando del capitán Álvaro Núñez de Pineda para restablecer el orden".

     A pesar de todo, García Ramón no se dejaba desmoralizar, animaba a sus soldados y no perdía la esperanza de contar con la ayuda de Dios, como lo manifestaba en un escrito que le envió al Virrey de Perú: "Confío en su Divina Majestad que, si acabo de juntar el ejército, he de tener grandes y buenos éxitos. Y, para que sean tales, suplico a Vuestra Excelencia que también se lo pida, y que mande que, en todos los conventos de esa ciudad de Lima y de todo el reino de Perú se haga lo mismo, pues son las más verdaderas y principales armas para lo que pretendemos". Está claro que la confianza en la oración era uno de los principales recursos de aquellos rudos soldados para mitigar el lógico miedo que les podía atenazar en situaciones tan dramáticas. Pero, a su vez, esa dosis extra de confianza podía llevarlos al desastre. Aunque también es de suponer que, en medio de una sangrienta batalla, el instinto más fuerte sería el de supervivencia.

     Como era de esperar, a los habitantes de Chile no les bastaban las oraciones como solución de sus males. Tenían la convicción de que el verdadero remedio estaba en que el Rey de España les enviara los refuerzos necesarios, y de que, si no lo había hecho, era porque carecía de información sobre la calamitosa realidad de Chile, por lo que decidieron enviarle a un mensajero que le hiciera comprender la tragedia que padecían: "Los cabildos de Santiago, la Serena, Concepción y Chillán, decidieron conjuntamente escoger para tal misión a fray Juan de Váscones, provincial de los religiosos agustinos. Se le dio el encargo de hacer un número considerable de peticiones de diversas clases para atender a la defensa de Chile contra los corsarios extranjeros y contra los indios rebeldes, y para favorecer la prosperidad del país. cuyos habitantes deseaban presentarlo como una de las más hermosas provincias de la monarquía española. Querían ante todo que se enviasen socorros de tropas, y que estas vinieran directamente de España, ya que los auxiliares enganchados en el Perú habían dado casi siempre mal resultado. Pedían, también, que de nuevo se enviase a Chile a don Alonso de Sotomayor, creando en este país un virreinato, para que este capitán actuara con libertad y con independencia de otras autoridades. Si no pudiera ser nombrado Sotomayor, que entonces desempeñaba el importante cargo de gobernador de Panamá, el padre Váscones debía recomendar para el mando de Chile a Alonso García Ramón, como hombre muy respetado en Chile por sus buenos servicios en la guerra araucana. El comisionado padre Váscones partió de Valparaíso en septiembre de 1600".

 

     (Imagen) Hemos ido viendo en las Indias a clérigos ante los que habría que quitarse el sombrero por su valentía y grandes cualidades, aunque quizá en sus conciencias hubiese sombras oscuras. Pero, en general, todos tenían el mérito de estar jugándose la vida. El provincial de los agustinos, JUAN DE VÁSCONES, partió hacia España con la misión de convencer al Rey de que ayudara con refuerzos para que las ciudades de Chile no fueran destruidas por los mapuches. He encontrado una reseña que habla de sus anteriores andanzas. El texto (muy extenso) lo ha escrito otro agustino chileno, llamado Osvaldo Walker (fallecido en 2017),  y voy a resumir parte de su contenido. JUAN DE VÁSCONES fue hijo de Diego de Váscones y de Francisca Morante, vecinos de Sevilla, pero radicados en México, donde Juan nació. Allí profesó como agustino el año 1573 y partió hacia Filipinas en 1580 con otros 9 religiosos. Tenía fama de ser muy instruido. Apenas llegado, lo nombraron prior de Calumpit, y luego lo fue del convento de Hagonoy. En 1585 fue destinado a España para tratar diversos asuntos en la Corte por su calidad de intérprete de chinos residentes en Manila que estaban a cargo de los agustinos. Llegado a España, presentó en la Corte un memorial para poder ir con otros agustinos a Filipinas. Tras serle otorgado, tuvo el apoyo   de dos cédulas reales para garantizar la seguridad del viaje, una dirigida a la Casa de la Contratación de Indias de Sevilla y la otra a la Audiencia de Manila. Hay versiones de que entonces, año 1588, murió Juan de Váscones en España, porque quien hizo el viaje a Manila en su lugar fue el padre Francisco Ortega. Pero ya sabemos que había partido para Chile, que es donde lo vemos ahora, año 1600, como provincial de los agustinos chilenos, y saliendo hacia España de nuevo con una delicada misión ante el Rey. Llegó el año 1601, y le entregó a Felipe III un informe en el que, entre otras cosas, contaba sus vivencias anteriores en territorio filipino. El año 1588, cuando el padre Váscones quedó al margen del viaje a Filipinas, apareció de repente en Ecuador, y pasó después a Perú, donde estuvo hasta 1595, año  en el que llegó a Chile. Un cronista que lo conoció, dijo de él que "era  un varón elocuente y circunspecto, de venerable presencia, alto de cuerpo, enjuto, penitente y de vida ejemplar". Veremos que, a pesar del extenso y documentado informe que FRAY JUAN DE VÁSCONES presentó en la Corte, no consiguió del Rey la salvadora ayuda que Chile necesitaba, por lo que decidió no regresar a ese país, sino a su México natal.  Pero incluso desde allí le escribió al Rey en 1607 para advertirle de algo que consideraba evidente: se mostraba contrario a que se fundaran nuevas poblaciones en Chile sin que previamente los indios quedaran totalmente pacificados.




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