(1301) Parece ser que, a pesar de lo
dicho, el gobernador de Chile Alonso de
Ribera no hizo el viaje desde España junto a Alonso González de Nájera, sino
que, aunque partieron al mismo tiempo, el primero salió desde Sevilla y el
segundo desde Lisboa. Lo deja claro el historiador Diego Barros: "Estaba
resuelto que estas tropas (con las que iba González de Nájera) vinieran
a Chile por la vía del Río de la Plata. Don Alonso de Sotomayor (ex
gobernador de Chile), que había hecho este camino cuando llegó a hacerse
cargo del gobierno, lo recomendaba ardorosamente como el más corto y el más
seguro (recordemos, sin embargo, que el viaje por tierra fue durísimo).
En agosto de 1600, al disponerse que la tropa del sargento mayor Mosquera
hiciese su viaje por esa ruta, se acordó que las naves que debían transportarlo
a América marchasen acompañadas por la flota que cada año salía de Lisboa para
las costas del Brasil, que, como todas las posesiones portuguesas, estaba
incorporado desde veinte años atrás a los dominios del rey de España. A la
sazón debía también partir para América don Francisco Martínez de Leiva,
caballero del hábito de Santiago, a quien Felipe III acababa de nombrar
gobernador de la provincia de Tucumán (en la actual Agentina). Se le dio
el mando superior de la expedición, con el encargo de encaminar de Buenos Aires
a Chile las tropas que venían destinadas a este país".
Luego el historiador Barros (que era
muy anticlerical) menciona a alguien al que le muestra poca simpatía:
"El Rey aprovechó también esta ocasión para enviar a Chile a otro alto
personaje que fue después el promotor de ruidosas perturbaciones. Se trataba de
don fray Juan Pérez de Espinosa, natural de Toledo, religioso franciscano que
ese mismo año había recibido el título de obispo de Santiago, y que venía a
Chile para ocupar el puesto, vacante desde tres años atrás por muerte del
obispo Azuaga. En sus cartas al Rey refería que, anteriormente, en México y
Guatemala había enseñado gramática y teología, pero su nombre era poco conocido
cuando lo eligieron para ocupar el obispado. La generosidad del soberano con
este prelado, que debía de tener poderosos protectores en la Corte, se mostró
por otros actos poco comunes. Se le hizo un anticipo de dinero para sus gastos
de viaje, se le concedió en propiedad la mitad de los frutos de la diócesis
durante la falta de obispo, y se le permitió sacar de España mil ducados en
objetos de su uso, y tres esclavos negros para su servicio. Así, pues, este obispo,
que en Chile había de vociferar en nombre de la caridad cristiana contra la
servidumbre de los indios, creía lícita la esclavitud de los negros y se
aprovechaba de ella para su comodidad doméstica". La censura por los
esclavos negros está fuera de lugar, ya que entonces era algo habitual entre
los que podían comprarlos. Y el historiador subraya después la firmeza de las
creencias religiosas de los españoles (aunque tampoco está claro si el
comentario es una alabanza) : "La flota española zarpó de Lisboa a fines
de septiembre de 1600. La navegación fue absolutamente feliz. Las naves no
tuvieron que sufrir un solo temporal, ni las tripulaciones tuvieron un solo
enfermo. Uno de los expedicionarios, quizá el más inteligente de todos ellos,
apreciando este hecho con el criterio político-religioso de los españoles de
ese siglo, creía ver en él 'la prueba manifiesta de haber sido y ser especial
voluntad divina que el reino de Chile sea poseído y habitado de españoles más
que de otra nación'. A mediados de enero de 1601 los expedicionarios entraban
al puerto de Río de Janeiro, donde debían tomar algunos días de descanso".
(Imagen) El historiador chileno Diego
Barros (fallecido el año 1907) simpatizaba poco con los clérigos que andaban
por las Indias en general. Se le nota que no le caía bien el obispo JUAN PÉREZ
DE ESPINOSA, pero, según otros datos, hay razones para pensar que el reverendo
hizo cosas muy positivas. Nació en Toledo el año 1558, y, como ha indicado el
mismo Barros, había estado, antes de ser obispo de Chile, en México y Guatemala
ocupado en labores de enseñanza, pero, dado que era franciscano, también se
dedicó a la evangelización de los nativos. Y esta labor le facilitó conocer a
fondo la penosa situación de muchos indios, convirtiéndose de esa manera en un
concienzudo defensor de sus libertades y sus derechos, actitud que siguió
manteniendo, y con mayor autoridad, al llegar a Chile con sus responsabilidades
de obispo. Regresó a España hacia el año 1599, donde pudo dar amplio testimonio
de sus experiencias en las Indias. Sin duda supo hacerse oír y lograr poderosas
influencias políticas, ya que fue entonces cuando Felipe III logró del Papa que
el 1º de marzo del año 1600 fuera nombrado obispo de Santiago de Chile y de la
ciudad de Concepción, lo que suponía serlo de todo el país. En las biografías
de la Real Academia de la Historia, el obispo JUAN PÉREZ DE ESPINOSA aparece
considerado como un clérigo muy concienciado con la necesidad de tratar mejor a
los indios, pero tenía el sentido común de no criticar las batallas contra la
rebeldía de los mapuches. Donde el historiador Barros vio mucho egoísmo por
parte de Juan Pérez de Espinosa al conseguir del Rey una gran cantidad de
dinero, el texto de la Real Academia da otra versión bastante más lógica:
"Tras conseguir los dineros correspondientes para una sede tan lejana y
pobre como era la de Santiago de Chile, Juan Pérez de Espinosa se embarcó en
Portugal junto a quinientos soldados
enviados por el Monarca para luchar contra los mapuches que, en 1598, habían
destruido las ciudades del sur. Llegado
a Santiago de Chile, el obispo Espinosa vio muy pronto la necesidad de una
reforma moral, tanto de los ciudadanos
como de los eclesiásticos. En 1602, le detallaba al Rey los conflictos que
debió afrontar por la conducta de los canónigos que tomaban dinero de la
Catedral, y, en ocasiones, teniendo que aplicar las penas establecidas contra
los sacerdotes que caían en el pecado nefando (la sodomía). Distinguía
la situación de los indios de guerra y los indios de paz, viendo la necesidad
de someter a los primeros por la fuerza y dar un trato justo a los segundos,
con el fin de realizar una labor misionera eficaz". Permaneció ejerciendo
como Obispo de Chile desde el año 1600 hasta el de 1620, sumergido en un
ambiente lleno de horrores por la ferocidad de los mapuches, y murió en Sevilla
en 1622.
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