domingo, 17 de abril de 2022

(1699) El hiperactivo y experimentado gobernador Alonso de Ribera potenció la infantería debido a que los mapuches eran ya hábiles jinetes. Luego consiguió romper el angustioso cerco que sufría la ciudad de Arauco desde hacía cuatro años.

 

     (1299) Nunca lo sabremos, pero parece ser que el funcionamiento de las tropas de Chile llevaba mucho tiempo sufriendo una mala organización. Al menos eso es lo que dice el historiador Diego Barros:

"En vista de este estado de cosas, el Gobernador Alonso de Ribera se propuso desde el primer día introducir reformas capitales en la organización militar del reino de Chile. Como soldado distinguido de la infantería española de Flandes, conocía perfectamente la utilidad de esta arma, y quiso regularizarla en Chile dándole su verdadera importancia. Para ello tenía que vencer las resistencias que le oponían casi todos los antiguos capitanes de Chile, y los hábitos más antiguos en aquella larga guerra. La caballería, en efecto, había sido el arma favorita de los primeros conquistadores, y les había asegurado la victoria, sobre todo por el terror que producía entre los mapuches. Pero, desde que estos mismos tuvieron caballos, esa arma comenzó a perder parte de su poder tradicional. Ribera creyó que una infantería bien regularizada habría de prestar utilísimos servicios en la campaña que pensaba abrir, empleando un sistema más ordenado y más táctico que el que usaban sus predecesores. Se propuso igualmente corregir la relajación de la disciplina, evitar el desorden en la marcha y en los campamentos, arraigar los hábitos de vigilancia y establecer la regularidad en el servicio que él había observado en los ejércitos de Flandes. Lo veremos empeñado en esta obra y conseguir algunos buenos resultados, pero Ribera habría necesitado numerosos colaboradores para inocular en sus tropas este nuevo espíritu. Él mismo se manifestaba más tarde descontento del poco resultado de sus trabajos, y un militar inteligente y experimentado escribía trece años más tarde estas desconsoladoras palabras: 'La guerra que al presente se hace en Chile es una milicia ciega, sin seguro fin, porque no es suficiente para ganar ni para conservar. No hacen los nuestros cambios en ella, aunque ven que el enemigo los ha hecho con su mucha caballería".

     Por entonces, el Gobernador Ribera, se dispuso a preparar su primer ataque a los mapuches, y lo hizo aplicando sus métodos militares: "Tomó el mando en Tacahuano de las tropas con que había salido a campaña el ex gobernador Alonso García Ramón. Tras pasarles revista, dispuso que las tres pequeñas compañías de infantería que había en ellas, formasen una sola, y mandó que dejasen sus caballos, para marchar a pie, como debían hacerlo los soldados que acababa de traer de España. Puesto que ni el número de sus hombres ni lo avanzado del verano le permitían emprender operaciones más considerables, había decidido socorrer la plaza de Arauco. Hizo salir de Concepción un buque cargado con trigo, harina y carne salada para aprovisionarla. Dejando guarnecidos los emplazamientos situados al norte del río Biobío, le quedaban disponibles para la campaña 542 hombres. El Gobernador se puso a la cabeza de esas tropas y el 21 de febrero de 1601 rompió la marcha hacia el sur".

     Recordemos que el Gobernador Ribera había llegado a Concepción, desde Perú, el día 9 de febrero, lo que deja clara la rapidez con que llevó a cabo su bautismo de fuego chileno, y es buena prueba de su diligencia: "El paso del río Biobío no ofreció la menor dificultad a los expedicionarios. Ribera había hecho llevar de Concepción por mar tres grandes lanchas, y en ellas pasó sus tropas sin ningún inconveniente. Hacía mucho tiempo que los españoles no pisaban por aquella parte la ribera de ese río, y cuatro años que no se aventuraban a recorrer los caminos que conducían a la plaza de Arauco".

 

     (Imagen) Los indios se habían convertido en buenos jinetes, y el recién llegado Gobernador Alonso de Ribera, veterano de las guerras de Flandes, decidió dar prioridad en sus tropas a la infantería. En cuanto llegó a Chile, fue con un ejército en ayuda de los vecinos de Arauco (pone los pelos de punta saber que llevaban cuatro años cercados por los terroríficos mapuches): "Los indios de esa región, al ver aparecer de nuevo a los españoles en número tan considerable, queriendo salvar sus cosechas, recurrieron a la gastada simulación de ofrecer la paz, y para ello entregaron a un español que tenían cautivo. Ribera no se dejó engañar, y continuó su marcha arrasando lo que iba encontrando. Los indios pretendieron también atacar a los invasores, y se presentaron unos quinientos tratando de impedirles el paso. Pero, según dijo Ribera en un informe, mataron a unos cuatro indios y mandó ahorcar a otro que habían apresado. Sin otros accidentes, el Gobernador llegaba a la plaza de Arauco en los primeros días de marzo. Había en ella sesenta y un españoles que habían sufrido durante muy largo tiempo todo género de fatigas y privaciones. Los indios de la comarca, que hasta poco antes tenían asediado el fuerte, habían huido con presteza para evitar un combate que no podía dejar de serles desastroso. Los campos estaban desiertos, pero había numerosos sembrados y no pocas vacas que pacían libremente, 'como si los indios, dice Ribera, pensaran que los españoles jamás habían de volver a esta tierra'. Fueron estos, sin embargo, los que se encargaron de aprovechar la cosecha. Recogieron cuarenta vacas y una considerable cantidad de grano que destinaron a la provisión de Arauco. En esos días llegaba también el buque que Ribera había despachado de Concepción, de manera que la plaza quedó avituallada para mucho tiempo. Durante quince días se ocupó el Gobernador en estos afanes, y en dictar las providencias militares conducentes a asegurar la defensa de esos lugares. Allí mismo escribió al Rey la relación del estado en que se encontraba el reino de Chile y de los primeros actos de su gobierno, terminando por pedir el pronto envío de socorros de tropa, de armas, de municiones y de muchos otros artículos que creía indispensables para la pacificación de la tierra y para consolidar el establecimiento de los españoles. El cuadro que allí trazaba de la miseria general del país, de la desnudez de los soldados, de la carestía de las ropas y demás objetos europeos, y de la arrogancia de los indios después de los triunfos que alcanzaron en los últimos dos años, debían, a su juicio, determinar al soberano a socorrerlo con mano generosa". Pero España tenía graves dificultades para solucionar pronto conflictos tan lejanos.





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