(1297) No solo Alonso de Ribera estaba
decidido a no renunciar a su estrategia
militar, sino que, además, tuvo la conformidad de sus capitanes: "Como
lo había previsto Alonso García Ramón, el plan de operaciones del nuevo
Gobernador, que se centraba en no acometer operaciones militares que supusieran
el fraccionamiento del ejército, fue aprobado unánimemente en la junta de
guerra que celebraron los capitanes el 16 de febrero. Ese acuerdo le servía al
nuevo Gobernador para justificar su conducta ante el monarca y ante el virrey
del Perú. Además, tenía la consecuencia de apartar al gobernador cesante de
toda intervención en los negocios militares, dejando a Ribera en libertad de dirigir la guerra por
sí mismo".
A pesar de las buenas maneras, la tensión
entre los dos gobernadores tuvo que ser desagradable. La separación de los dos
no podía ser cordial, pero fue cortés. Y así se refleja en las siguientes
palabras que le escribió Ribera al Rey: "Cuando García Ramón supo de mi
llegada, vino a la ciudad de Concepción, donde tratamos de los negocios al
servicio de Su Majestad. Quiso quedarse conmigo este verano (ya sabemos que
no fue exactamente así), y yo también lo tuviera en mucho, pero después
fueron su parecer y el mío tan diferentes, que nos pareció a los dos que de
ninguna manera podríamos coincidir el uno en lo que el otro quería, y por eso decidió
marcharse". Pero, según nos cuenta el historiador Diego Barros, ese
comportamiento educado no duró largo tiempo: "García Ramón preparó una
información para justificarse de los cargos que pudieran hacérsele por los
pocos meses que había desempeñado el gobierno. Aunque el mismo Ribera firmó un escrito
favorable a su antecesor, poco más tarde, cuando supo que esa información de
García Ramón daba origen a que se le acusara a él en Lima de no haberle
permitido que fuera a ayudar a las ciudades del sur, el Gobernador hizo redactar
otra información para demostrar que García Ramón no había pensado nunca
seriamente en hacer tal campaña. Ribera llevó su saña hasta escribir al Monarca
y al Virrey que la firma que había puesto en el informe que se refería a la
buena conducta de su predecesor, le había sido arrancada por sorpresa y por
engaño".
Es
posible que ninguno de los gobernadores que llegaron a Chile en estos últimos
tiempos fuera completamente consciente de las terribles circunstancias del país
que le había tocado en suerte: "Cuando Ribera pudo centrarse en estudiar
por sí mismo la situación del ejército de Chile, sufrió la más dolorosa
decepción. Soldado distinguido e inteligente de los ejércitos de Flandes,
discípulo de Alejandro Farnesio y de los más insignes generales de la segunda
mitad del siglo XVI, había militado en los mejores ejércitos de su tiempo y
conocía perfectamente las ventajas de la disciplina y de la buena organización militar. Las tropas que iba a
hallar en Chile no podían dejar de causarle la más penosa impresión. Sin contar
los soldados que se hallaban en las ciudades del sur, y de quienes no se tenía
la menor noticia desde hacía más de un año, el ejército de Chile disponía en
esa época de unos 1.250. En este número estaban incluidos los 260 hombres que
acababa de traer el nuevo gobernador, y las guarniciones repartidas en diversos
lugares que no era posible abandonar. Las tropas utilizables para emprender una
campaña contra los indios pasaban apenas de quinientos hombres".
(Imagen) Alcanzar el cargo de Gobernador
en las Indias era tener un título al que algunos aspiraban sin fijarse
demasiado en los inconvenientes. Y, por entonces, había intentado serlo de
Chile un personaje pintoresco: BERNARDO DE VARGAS MACHUCA, nacido en Simancas
(Valladolid) el año 1557. El historiador
Barros nos lo muestra como un hombre no demasiado conocido por sus aventuras
militares, pero sí por otras habilidades y una gran autoestima: "Conquistó
cierta notoriedad escribiendo sobre historia y geografía de América. Después de
servir diez años en Italia y durante la guerra contra los turcos, pasó a las
Indias hacia 1574, militando en el Nuevo Reino de Granada (Colombia), y
había tenido el cargo de Gobernador de
Portobello (localidad panameña). En 1594, dejó allí a su mujer y a sus
hijos, fue a la Corte y solicitó en vano el premio de sus servicios. Poco
después publicó un libro muy curioso con el título de 'Milicia y descripción de
las Indias' (el que vemos en la imagen), una narración interesante sobre
los países que había conocido y la manera en que los españoles hacían la guerra
a los indios. Publicó, además, una 'Defensa de las conquistas de las Indias',
refutando los escritos de Bartolomé de Las Casas. Vargas Machuca creía
firmemente que su experiencia lo habilitaba para desempeñar cualquier cargo en
las colonias de España. El 21 de agosto de 1599, le pedía al Rey el puesto que
dejaba vacante la muerte en Chile del gobernador Óñez de Loyola, pero solo
conocía el país por la lectura del poema de Alonso de Ercilla. A pesar de esas
imperfectas nociones, el capitán Vargas Machuca
estaba seguro de acabar mediante su sistema la guerra de Chile en sólo
cuatro años, aunque proponía en realidad los mismos métodos que, sin provecho
alguno, habían utilizado los gobernantes anteriores. Su proposición debió de
ser considerada como un rasgo de atolondramiento y de presunción, y por tanto
fue desatendida por el Rey y por el Consejo de Indias. En vez del alto puesto
que solicitaba, obtuvo algunos años después otro mucho más modesto, el de
gobernador de la Isla Margarita (Venezuela), que desempeñaba todavía en
1615". Sin que esté muy claro el motivo, el libro que escribió para
defender la forma en que se llevó a cabo la conquista del territorio de las
Indias, no llegó a publicarse, quizá porque fuera muy tajante acusando a
Bartolomé de las Casas de haber exagerado el mal trato que se dio a los
nativos. Por otra parte, demostró intereses culturales tan amplios, que editó
un método con reglas para montar adecuadamente a caballo, con el título de
'Compendio y Doctrina Nueva de la Gineta'. BERNARDO DE VARGAS MACHUCA murió en
Madrid el año 1622.
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