jueves, 7 de abril de 2022

(1691) Francisco del Campo, con pérdida de hombres, logró expulsar de Chiloé a los corsarios holandeses. Luego ejecutó a varios caciques y a un español que habían colaborado con los piratas.

 

     (1291) Con la derrota de los piratas holandeses, llegó la hora de las duras represalias para que la ciudad de Castro quedara libre de nuevas amenazas: "Los españoles la ocuparon inmediatamente, pero cuando esperaban coger vivos a algunos enemigos, no hallaron más que veintiséis cadáveres de holandeses, y un solo prisionero, un español apellidado Juanes, que había servido a los invasores, y que en el acto fue arcabuceado como traidor. Mientras tanto, los holandeses, que retenían a bordo cinco españoles apresados poco antes, permanecían en el puerto. Aunque reducidos a solo veintidós hombres, algunos de ellos heridos, sabían que los soldados de tierra no podían atacarlos con las miserables piraguas que tenían a su disposición. Francisco del Campo les propuso que se rindiesen, pero el corsario Baltasar de Cordes, que debía suponer la suerte que le estaba reservada si caía en poder del enemigo, prefirió desafiar todos los peligros para salir al océano. El tercer día después del desastre, desplegaba sus velas y se lanzaba resueltamente fuera del puerto. La navegación de esos canales ofrecía las mayores dificultades en aquella estación a causa de los casi constantes vientos del norte. Por otra parte, eran los días inmediatos al novilunio, en el que las mareas adquieren allí una gran intensidad. Después de dos días de esfuerzos, sólo habían podido andar cuatro leguas, y, en la noche, sacudida la nave por el viento, fue a encallarse en un bajío. Hubo un momento en que Cordes debió de creerse perdido, y en que tal vez pensara en capitular. Dio libertad a dos de sus prisioneros, sin duda para que le sirvieran de mediadores, pero, cuando Francisco del Campo acudió a la costa vecina, la pleamar había puesto a flote la nave holandesa, y volvía a emprender su  navegación. Las piraguas de los españoles la seguían de cerca para impedir que los fugitivos desembarcasen en otro punto de la isla. Cordes salía entonces de Castro llevando en su nave una abundante provisión de carne salada y de trigo, que había de servirle para el resto del viaje. El 31 de mayo pasaba frente a la isla de Quinchao. En el norte de Chiloé desembarcó otros tres prisioneros españoles que llevaba  consigo. Por fin, el 4 de junio, después de vencer las dificultades que le ofrecía la navegación de los canales, Baltasar de Cordes entraba al océano. Según un antiguo relato, Cordes siguió buscando por la costa de Perú otros barcos piratas amigos, y capturando de paso algunas naves. Pero, finalmente, cambió de rumbo, atravesando el Pacífico hasta llegar a Las Molucas". Pero en la isla Tidore, los portugueses le destruyeron su nave en enero de 1601, apresaron a toda la tripulación,  y al parecer, no tardando mucho falleció BALTASAR CORDES. Era hermano de Simón de Cordes, otro famoso corsario que formaba parte de la misma expedición de piratas que andaba por Chile, pero se dio la circunstancia de que a este lo habían matado los mapuches a finales del año 1599. Los problemas que crearon los piratas holandeses  en la ciudad de Castro provocaron que pronto se creara el llamado Real Situado, con el cual el virrey de Perú se comprometía a reservar todos los años una fuerte cantidad económica destinada a que el gobierno de Chile contara con medios para afrontar las guerras contra los mapuches, y, asimismo, para rechazar los posibles ataques de piratas.

 

     (Imagen) Es imposible saber hasta qué punto algunas decisiones de los españoles fueron brutales, o un remedio necesario. El historiador chileno Diego Barros manifiesta de forma muy crítica su opinión.  Vayamos con los hechos: "Apenas se hubieron alejado los corsarios, Francisco del Campo dedicó toda su atención al restablecimiento del orden en el archipiélago de Chiloé. Confió el mando de Castro al capitán Luis Pérez de Vargas, entregándole 44 soldados de los que llevaba consigo desde Osorno para que sirviesen en la defensa de esas islas. Trasladándose entonces el Coronel Francisco del Campo al norte de Chiloé, averiguó meticulosamente quiénes eran los caciques que habían auxiliado a los holandeses. Algunos de ellos habían muerto a manos de los españoles en el asalto de Castro, pero el Coronel apresó a otros 18, en quienes se proponía ejercer una atroz venganza, que los españoles llamaron castigo ejemplar. Esos infelices fueron encerrados en una choza, y quemados vivos, 'dándoles a entender, escribió el autor de aquella inhumanidad, que los quemaba porque habían ayudado al pirata inglés'. Pero esto no satisfizo su saña. 'De allí escribí, añade enseguida, al capitán Luis Pérez de Vargas una carta en la que le mandaba que ahorcase hasta treinta caciques y algunos indios muy culpables, lo cual ha hecho, y me ha enviado testimonio de ello. Puso tanto temor este castigo, que todo Chiloé está llano como si jamás se hubiera alzado". Pero lo que no tiene duda, a pesar de la crítica de Barros, es que Francisco del Campo hizo lo que pensó que tenía que hacer. Y sigue diciendo Diego Barros (alabando esta vez a del Campo, con un 'pero'): "Terminados estos trabajos, Francisco del Campo dio la vuelta a Osorno. Aquella penosísima campaña, llevada felizmente a término en medio del invierno y dirigida con tanto acierto y con tanta entereza, bastaba para granjearle el crédito de un verdadero militar. Pero sus resultados eran en realidad poco satisfactorios. El Coronel del Campo había arrojado a los holandeses de Chiloé, pero, contando los muertos, los heridos y las tropas que había dejado en el archipiélago, había disminuido mucho el pequeño ejército con que estaba obligado a defender la vasta región de su competencia. Además, las lluvias incesantes y las marchas por terrenos encharcados produjeron en sus tropas enfermedades y dolorosos reumatismos. El mismo Coronel, atacado por esas enfermedades, pasó tres meses en cama en medio de crueles sufrimientos. Desde su lecho, sin embargo, ordenaba las salidas que que sus capitanes debían hacer en el entorno de Osorno para imponer respeto a los indios de la comarca sublevados".




No hay comentarios:

Publicar un comentario