(1296) No era nada cómoda la situación del
valioso y veterano Alonso García Ramón al tener que cederle el puesto al nuevo
gobernador, Alonso de Ribera: "Por indicación del Virrey de Perú, Ribera debía
desembarcar en Valdivia para socorrer inmediatamente a las ciudades sureñas, pues
se suponía que estaban en el máximo grado de miseria y desamparo. Parece que era
esa también la determinación del Gobernador, puesto que así se lo comunicó al
Rey, pero, según navegaba, modificó su rumbo y arribó a Concepción el 9 de
febrero de 1601. Dos días después, bajó a tierra con toda su gente y celebró su
primera entrevista con García Ramón, que, obedeciendo a su llamada, había
acudido rápidamente desde Hualqui. Al parecer, los dos capitanes se trataron
afectuosamente. Ribera traía una carta del Virrey para García Ramón, en la que,
con términos muy elogiosos e invocando el nombre de Dios y del Rey, le pedía con
insistencia que continuase prestando sus servicios y sus valiosos consejos en
el ejército de Chile. García Ramón, que seguramente estaba resuelto a volverse
al Perú, donde había dejado a su familia, no se pudo resistir a esa petición, y
se ofreció a quedar en el país un año más, pero no por eso perdió la
desconfianza que debía inspirarle el nuevo Gobernador. Ribera, por su parte,
aunque atento con su antecesor, estaba determinado a no dejarse conducir por
los consejos de nadie, y deseaba, sin duda alguna, que García Ramón se alejase
de toda intervención en la dirección de la guerra".
Pero se impuso la realidad frente a las
buenas intenciones, y siempre es de muy mal gusto que te quite el mando un
recién llegado, que, además, va a despreciar tus planteamientos: "Aquel
estado tirante de las relaciones de ambos capitanes no podía mantenerse largo
tiempo sin producir una ruptura definitiva. En aquella primera entrevista, Alonso
García Ramón había ofrecido dar a Ribera su parecer acerca del plan de campaña
que convenía adoptar contra los indios (al fin y al cabo, él era quien
contaba con gran experiencia chilena, y se había jugado a vida repetidas veces).
En efecto, el siguiente día, 12 de febrero, le presentaba escrito un memorial
en el que estaba formulado su dictamen. Según él, era necesario recomenzar
pronta y enérgicamente la guerra con las fuerzas que entonces había en el país,
como el único medio de aterrorizar a los bárbaros, haciéndoles comprender sin
demora la superioridad militar de los españoles. A su juicio, las operaciones debían
emprenderse simultáneamente con tres tropas. Una iría por la costa a socorrer
la plaza de Arauco. Otra entraría por el valle central a auxiliar a Villarrica
y Osorno, debiendo enseguida fundar un fuerte donde había existido La Imperial,
para preparar la repoblación de esta ciudad. La tercera se encargaría de
repoblar rápidamente las ciudades de Angol y Santa Cruz. García Ramón mostraba
tanta confianza en el buen resultado, que él mismo se ofrecía para dirigir la
parte más dificultosa de la empresa, la expedición a las ciudades del sur. Pero
Ribera, que personalmente no había acostumbrado a retroceder ante ningún
peligro, encontraba temerario este plan de operaciones que lo habría obligado a
dividir imprudentemente sus fuerzas y a colocarse en la misma situación en que
habían estado los gobernadores anteriores sin provecho alguno para la
pacificación eficaz del país".
(Imagen) No le sirvió de nada a Alonso
García Ramón el plan de ataque a los indios que le propuso al nuevo gobernador,
Alonso de Ribera: "Como pasaron tres días sin que el Gobernador tomase una
determinación, García Ramón le escribió de nuevo diciéndole que estaba
esperando que le diera órdenes, y que, si no era necesaria su ayuda en Chile,
le agradecería que le diera licencia para irme a su casa de Perú. Sin abandonar
las buenas maneras que le aconsejaba la prudencia, pero dejando comprender
claramente que solo a él correspondía la dirección superior de la guerra,
Alonso de Ribera le contestó el mismo día en términos corteses a García Ramón,
reconociendo sus méritos y sus servicios, pero concluía, sin embargo,
diciéndole con respecto a su deseo de separarse del ejército, que él mismo,
respetando las instrucciones que le hubiese dado el virrey del Perú, podía
determinar lo que más a propósito le pareciese. La ruptura de los dos
gobernadores había llegado a hacerse inevitable. El 16 de febrero Alonso de
Ribera convocaba a sus capitanes para consultar sus pareceres acerca del plan
de campaña que debía adoptarse. Había redactado al efecto una serie de
preguntas a las que debían contestar los hombres más experimentados en aquellas
guerras, pero, en una exposición preliminar que las precedía, Ribera no
disimulaba su propia opinión. A su juicio era indispensable, y además posible,
socorrer prontamente a los defensores del fuerte de Arauco, que se hallaban reducidos
a la más espantosa miseria. Convenía también auxiliar a las ciudades del sur,
pero lo reducido de sus tropas, la escasez de provisiones y la larga distancia
que era preciso recorrer a través del territorio sublevado, hacían por entonces
imposible esta operación. Ribera creía también que el fraccionamiento de sus
tropas produciría inevitablemente la insurrección de los indios del norte del
Biobío y la ruina de Concepción y de Chillán. García Ramón, viéndose desairado
en sus opiniones, no vaciló ya en pedir perentoriamente su separación del
servicio militar. Le dijo en un escrito: 'Vuestra Señoría cree que es lo
acertado no dividir sus fuerzas antes de haber peleado con el enemigo, por lo
cual mi persona y asistencia no serán de ningún efecto en esta tierra'. Y
terminaba pidiéndole licencia para volverse al Perú. El mismo día le fue
concedido este permiso en términos honorables, pero firmes". Era el año
1601, y, pasados otros cuatro años, el Rey comprendió la conveniencia de que
ALONSO GARCÍA RAMÓN volviera a ser Gobernador de Chile, y lo fue hasta su
muerte, ocurrida en 1619. Y, cosas de la vida, como se ve en la imagen, el Rey
le ordenó en 1606 a Alonso García Ramón que sometiera al examen del Juicio de
Residencia al ex gobernador Alonso de Ribera.
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