miércoles, 13 de abril de 2022

(1696) Alternancias: La llegada del gobernador Ribera provocó que García Ramón se marchara a Perú, pero retornará como gobernador de Chile, y, cuando muera, volverá a serlo Alonso de Ribera. Los dos fueron muy valiosos.

 

     (1296) No era nada cómoda la situación del valioso y veterano Alonso García Ramón al tener que cederle el puesto al nuevo gobernador, Alonso de Ribera: "Por indicación del Virrey de Perú, Ribera debía desembarcar en Valdivia para socorrer inmediatamente a las ciudades sureñas, pues se suponía que estaban en el máximo grado de miseria y desamparo. Parece que era esa también la determinación del Gobernador, puesto que así se lo comunicó al Rey, pero, según navegaba, modificó su rumbo y arribó a Concepción el 9 de febrero de 1601. Dos días después, bajó a tierra con toda su gente y celebró su primera entrevista con García Ramón, que, obedeciendo a su llamada, había acudido rápidamente desde Hualqui. Al parecer, los dos capitanes se trataron afectuosamente. Ribera traía una carta del Virrey para García Ramón, en la que, con términos muy elogiosos e invocando el nombre de Dios y del Rey, le pedía con insistencia que continuase prestando sus servicios y sus valiosos consejos en el ejército de Chile. García Ramón, que seguramente estaba resuelto a volverse al Perú, donde había dejado a su familia, no se pudo resistir a esa petición, y se ofreció a quedar en el país un año más, pero no por eso perdió la desconfianza que debía inspirarle el nuevo Gobernador. Ribera, por su parte, aunque atento con su antecesor, estaba determinado a no dejarse conducir por los consejos de nadie, y deseaba, sin duda alguna, que García Ramón se alejase de toda intervención en la dirección de la guerra".

     Pero se impuso la realidad frente a las buenas intenciones, y siempre es de muy mal gusto que te quite el mando un recién llegado, que, además, va a despreciar tus planteamientos: "Aquel estado tirante de las relaciones de ambos capitanes no podía mantenerse largo tiempo sin producir una ruptura definitiva. En aquella primera entrevista, Alonso García Ramón había ofrecido dar a Ribera su parecer acerca del plan de campaña que convenía adoptar contra los indios (al fin y al cabo, él era quien contaba con gran experiencia chilena, y se había jugado a vida repetidas veces). En efecto, el siguiente día, 12 de febrero, le presentaba escrito un memorial en el que estaba formulado su dictamen. Según él, era necesario recomenzar pronta y enérgicamente la guerra con las fuerzas que entonces había en el país, como el único medio de aterrorizar a los bárbaros, haciéndoles comprender sin demora la superioridad militar de los españoles. A su juicio, las operaciones debían emprenderse simultáneamente con tres tropas. Una iría por la costa a socorrer la plaza de Arauco. Otra entraría por el valle central a auxiliar a Villarrica y Osorno, debiendo enseguida fundar un fuerte donde había existido La Imperial, para preparar la repoblación de esta ciudad. La tercera se encargaría de repoblar rápidamente las ciudades de Angol y Santa Cruz. García Ramón mostraba tanta confianza en el buen resultado, que él mismo se ofrecía para dirigir la parte más dificultosa de la empresa, la expedición a las ciudades del sur. Pero Ribera, que personalmente no había acostumbrado a retroceder ante ningún peligro, encontraba temerario este plan de operaciones que lo habría obligado a dividir imprudentemente sus fuerzas y a colocarse en la misma situación en que habían estado los gobernadores anteriores sin provecho alguno para la pacificación eficaz del país".

    

     (Imagen) No le sirvió de nada a Alonso García Ramón el plan de ataque a los indios que le propuso al nuevo gobernador, Alonso de Ribera: "Como pasaron tres días sin que el Gobernador tomase una determinación, García Ramón le escribió de nuevo diciéndole que estaba esperando que le diera órdenes, y que, si no era necesaria su ayuda en Chile, le agradecería que le diera licencia para irme a su casa de Perú. Sin abandonar las buenas maneras que le aconsejaba la prudencia, pero dejando comprender claramente que solo a él correspondía la dirección superior de la guerra, Alonso de Ribera le contestó el mismo día en términos corteses a García Ramón, reconociendo sus méritos y sus servicios, pero concluía, sin embargo, diciéndole con respecto a su deseo de separarse del ejército, que él mismo, respetando las instrucciones que le hubiese dado el virrey del Perú, podía determinar lo que más a propósito le pareciese. La ruptura de los dos gobernadores había llegado a hacerse inevitable. El 16 de febrero Alonso de Ribera convocaba a sus capitanes para consultar sus pareceres acerca del plan de campaña que debía adoptarse. Había redactado al efecto una serie de preguntas a las que debían contestar los hombres más experimentados en aquellas guerras, pero, en una exposición preliminar que las precedía, Ribera no disimulaba su propia opinión. A su juicio era indispensable, y además posible, socorrer prontamente a los defensores del fuerte de Arauco, que se hallaban reducidos a la más espantosa miseria. Convenía también auxiliar a las ciudades del sur, pero lo reducido de sus tropas, la escasez de provisiones y la larga distancia que era preciso recorrer a través del territorio sublevado, hacían por entonces imposible esta operación. Ribera creía también que el fraccionamiento de sus tropas produciría inevitablemente la insurrección de los indios del norte del Biobío y la ruina de Concepción y de Chillán. García Ramón, viéndose desairado en sus opiniones, no vaciló ya en pedir perentoriamente su separación del servicio militar. Le dijo en un escrito: 'Vuestra Señoría cree que es lo acertado no dividir sus fuerzas antes de haber peleado con el enemigo, por lo cual mi persona y asistencia no serán de ningún efecto en esta tierra'. Y terminaba pidiéndole licencia para volverse al Perú. El mismo día le fue concedido este permiso en términos honorables, pero firmes". Era el año 1601, y, pasados otros cuatro años, el Rey comprendió la conveniencia de que ALONSO GARCÍA RAMÓN volviera a ser Gobernador de Chile, y lo fue hasta su muerte, ocurrida en 1619. Y, cosas de la vida, como se ve en la imagen, el Rey le ordenó en 1606 a Alonso García Ramón que sometiera al examen del Juicio de Residencia al ex gobernador Alonso de Ribera.




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