martes, 12 de abril de 2022

(1695) El bravo García Ramón siguió batallando mientras esperaba la llegada de su sustituto, el gobernador Alonso de Ribera. Pero tuvo que pelear en la zona norte, y fue injustamente criticado por no haber dado preferencia a las ciudades del sur.

 

     (1295) Como vimos, Alonso García Ramón no quiso quedarse de brazos cruzados a la espera de que llegara el nuevo gobernador que le iba a sustituir, Alonso de Ribera. Su sentido de la responsabilidad era enorme, y Chile se encontraba inmersa en durísimos problemas que exigían una pronta solución. Era necesario hacer algo, aunque solo fuera mitigar la tragedia: "A principios de diciembre partía García Ramón de Santiago, 'en medio de cien mil dificultades', como él mismo dice. El 2 de enero de 1601 llegaba a Chillán, y, según andaba recorriendo la zona, supo que por otro lado del río había una gran junta de enemigos que en número de cuatro mil hombres preparaban una expedición hacia el norte para levantar todo el país hasta las orillas del Maule. Le fue forzoso dar la vuelta a Chillán, y colocar algunos destacamentos de tropas a las orillas del Itata para cerrar el camino a los indios. Estos, por su parte, cuando vieron frustrados sus proyectos, recurrieron a los mismos artificios que usaban en ocasiones, fingiendo desear la paz. Chillán no podía considerarse tranquilo con esto solo, y además sufría la escasez de provisiones. García Ramón, sin embargo, dejando en esa ciudad los socorros de gente y de víveres de que le era posible disponer, continuó su marcha a Concepción el 7 de enero. Se le había avisado que en esa época habría llegado a esa ciudad el nuevo gobernador, pero pasaron muchos días sin que se tuviera la menor noticia de él. Mientras tanto, García Ramón creía que no era posible dejar pasar todo el verano sin hacer una tentativa para socorrer a Villarrica. Creía también que una campaña en el territorio araucano habría de permitirle rescatar de manos de los indios muchas de las numerosas mujeres cautivas que estos habían tomado en los asentamientos españoles, y que se suponían sometidas a los peores tratamientos. Importaba, además, ponerse en comunicación con el coronel Francisco del Campo, y con las ciudades de Osorno y de Castro, acerca de las cuales no se sabía nada desde el verano anterior. En Concepción se había tratado de equipar una pequeña embarcación para que fuese a Valdivia a inquirir noticias del gobernador, pero algunos soldados que querían fugarse de Chile, se apoderaron de ella una noche y se dieron a la vela hacia el Perú".

     El panorama era atroz, y la situación de las mujeres presas tenía que ser un infierno. Para que no faltara de nada, se observa que había también desertores, sin duda debido a que aquello era un espanto. Pero la generalidad de los escasos soldados conservaban valientemente la disciplina: "Habiendo consultado García Ramón a sus capitanes, aprobaron estos el plan de batallar en el territorio enemigo. Las fuerzas preparadas para esta atrevida empresa constaban sólo de 310 hombres. García Ramón estaba obligado a dejar el resto de sus tropas para la defensa de Concepción, de Chillán y de los otros puestos militares. Dio el mando superior de estas guarniciones al general Francisco Jufré,  y, creyendo que estas últimas eran capaces de defenderse, dispuso que su teniente general, el licenciado Viscarra, partiese para Santiago a pedir más soldados. García Ramón escribía a los del Cabildo de la capital explicándoles las causas de su determinación. Les pedía que enviasen al sur otros cincuenta hombres, y acababa diciéndoles que mandasen hacer oraciones por el buen éxito de la campaña. 'Vuestras Señorías pidan y supliquen a Dios, les decía, procurando que hagan lo mismo todos los conventos de esas ciudades, haciéndole sacrificios y pidiéndole que se sirva de darnos buenos éxitos".

     (Imagen)  En tiempos de vacas gordas, todo el mundo es feliz y comprensivo con los demás, pero no era entonces, ni de lejos, ese el caso de Chile. Alonso García Ramón, gobernador interino del país, había sido destituido de su cargo a pesar del extraordinario brillo de su biografía. Sabía que estaba a punto de llegar el nuevo gobernador, Alonso de Ribera (del que acabamos de hablar), y se le van a poner las cosas tan feas, que decidirá más tarde marchar a Perú. Pero antes va a ser criticado injustamente por una mezquina interpretación de sus actuaciones. Mientras esperaba la llegada del nuevo gobernador, seguía preparando ataques contra los mapuches. Pidió ayuda de hombres y oraciones a los del Cabildo de Santiago. Estas se las encargaron a los conventos, pero lo de los soldados era otro cantar: "El Cabildo, reunido el 25 de enero, recomendó a los conventos que rezaran, pero tuvo menos decisión para enviar el contingente de hombres, limitándose a lamentar la escasez de gente de la ciudad y a dejar a cargo del corregidor la decisión.  Sin duda, García Ramón no esperaba que sus órdenes hallasen esta oposición. Luego partió de Concepción a la cabeza de sus tropas, dispuesto a recorrer el territorio enemigo por la zona de Angol, Purén y Lumaco, para socorrer a Villarrica, pero doce días después se hallaba todavía a pocas leguas de Concepción. Allí recibió un aviso del capitán Hernando Cabrera, corregidor de esa ciudad, en el que le comunicaba que la población de Arauco, estrechamente sitiada por los indios, necesitaba con urgencia que se la socorriera. Estos informes le obligaron a detener su marcha. Más tarde se le acusó en juicio formal de que nunca había pensado seriamente en dirigirse hacia el sur, y que este retraso en su marcha así como las noticias que lo hicieron volver atrás, eran un simple ardid para ocultar su poltronería. En su descargo, García Ramón alegaba que los cabildos de Concepción y de Chillán le habían exigido que retrasase su marcha hasta que se hubiesen terminado las cosechas de los pocos sembrados que había en los alrededores de esa ciudad, y que luego la noticia del sitio de Arauco lo había determinado a aplazar su viaje hasta haber socorrido esta plaza. Seguramente, esta era la verdad, pero sea como fuere, la proyectada expedición en socorro de las ciudades del sur quedó sin efecto. Siguiendo la ribera norte del Biobío, la columna de García Ramón emprendió su vuelta a Concepción. El 10 de febrero se encontraba en Hualqui, y allí recibió el aviso de que Alonso de Ribera acababa de desembarcar. El nuevo Gobernador venía deseoso de conocer el estado del país, y de preparar los medios para su defensa, y llamó urgentemente a su predecesor para recoger esos informes".




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