(1294) Alonso García Ramón va a ser
sustituido, pero cuatro años después volverá a ser Gobernador de Chile, y esta
vez no como interino, sino como titular del cargo. Sigamos con Diego Barros:
"En esos momentos ya venía de camino un capitán llamado Alonso de Ribera,
a quien el Rey acababa de nombrar gobernador de Chile. La noticia de este
nombramiento, comunicada por el virrey
del Perú, llegó a Santiago en el mismo mes de septiembre (año 1601),
cuando García Ramón hacía esfuerzos supremos para organizar una nueva campaña
contra los indios. Casi por todas partes fue recibida con sorpresa y desagrado
la elección del monarca. Ribera era un militar absolutamente desconocido en el
Perú y en Chile, y nadie podía creer que poseyese la experiencia para dirigir la
guerra de Arauco. García Ramón, sin embargo, disimuló su descontento, envió al
Perú a su futuro sucesor los informes que podían interesarle sobre el estado
lastimoso de Chile, y siguió adelantando sus preparativos para ir en ayuda de
las ciudades del sur. En este empeño, al gobernador interino no le detuvo ningún
pensamiento. A pesar de la pobreza de la ciudad de Santiago, García Ramón
impuso contribuciones extraordinarias, tomó préstamos y mandó que en los
pueblos de los indios amigos se sacasen caballos, vacas y carneros para el
ejército. Los españoles no fueron tratados con más benignidad. Se quitaron a
los vecinos de Santiago todas las armas, los caballos y mucha parte de sus
haciendas, dejándola a falta de todo lo necesario para la defensa contra enemigos.
Por estos medios, García Ramón llegó a formar a fines de noviembre una hueste
de cuatrocientos hombres suficientemente armados y equipados".
Alonso García Ramón tenía muy claro que
era de suma urgencia frenar a los mapuches, y el anuncio del nuevo gobernador
no paralizó sus preparativos de ataque: "Su presencia en el sur era
urgente y necesaria. Las ciudades de Concepción y de Chillán, mal guarnecidas
para su defensa, no tenían más víveres que los que se les enviaban de Santiago,
porque todos los campos vecinos habían sido abandonados y eran el teatro de las
correrías de los bárbaros. El antiguo Gobernador, don Francisco de Quiñones,
acababa de salir de Concepción, embarcándose para el Perú, por lo que quedaban aquellas
provincias en la más alarmante situación. En el lecho en que lo tenían postrado
sus enfermedades, Quiñones había sabido que iba a llegar su sucesor, Alonso de
Ribera. Supo también que el Virrey había pedido a este que le guardase todas
las consideraciones debidas, y que le facilitase los medios de volver a Lima.
Aunque estas recomendaciones revelaban que no había perdido el aprecio de sus
superiores, don Francisco de Quiñones se empeñó en recoger todos los documentos
que pudieran justificar su conducta. Hizo que el cabildo de Concepción le diera
un certificado de sus servicios. Vuelto al Perú, y acusado como causante de las
desgracias de la guerra, el anciano capitán pasó los últimos días de su vida
ocupado en demostrar sus servicios y en agrupar documentos que justificasen sus
actos como gobernante". Ya vimos que la biografía de Francisco de Quiñones
fue absolutamente excepcional. Pero tuvo la mala suerte de dejarla
inevitablemente algo deteriorada porque Chile era un infierno en el que hasta
los más valiosos y lúcidos militares podían equivocarse. Algo de eso le pasó al
final a Quiñones, quien en 1606 ya había muerto. Pero, como vimos, su viuda,
Grimanesa Mogrovejo, presentó ese mismo año ante el Rey un extenso documento
sobre los méritos y servicios de su marido. Todos los políticos de altos cargos
que había en las Indias tenían que rendir cuentas al terminar su mandato, y se
veían sometidos obligatoriamente a una peligrosa investigación de sus
actuaciones oficiales por medio del llamado Juicio de Residencia.
(Imagen) Enseguida veremos en acción al
nuevo gobernador, ALONSO DE RIBERA Y ZAMBRANO, pero habrá que anticipar algunos
detalles sobre sus inteligentes planteamientos. Se equivocaban los españoles de
Chile al temer que fuera un incapaz. Nació en Úbeda (Jaén) hacia 1560. Con solo
19 años, estuvo luchando en las guerras de Flandes, y, transcurridos otros
diez, vivió la triste derrota de la Armada Invencible frente a las costas
inglesas. Luchando en Francia el año 1594, resultó gravemente herido, pero
siguió labrándose el prestigio de un heroico militar, que, de nuevo en los
Países Bajos, actuaba como sargento mayor al mando de 2.500 hombres. Nombrado
por el Rey gobernador de Chile, Alonso de Ribera partió hacia su destino el año
1600. Al llegar a Panamá, se puso en contacto con su gobernador, Alonso de
Sotomayor, que lo había sido de Chile, y obtuvo de él una información valiosa
acerca de los mapuches. Vio que eran necesarios más soldados, y le escribió al
Rey pidiéndoselos. Llegado a Chile, cometió un error que le pudo costar caro:
se enamoró de María Lisperguer Flores, quien por despecho de amores, estuvo a
punto de asesinarlo. Era pariente de la terrible Quintrala (de la que ya henos
hablado), y parece confirmarse que en esa familia había tendencias siniestras.
Los españoles de Chile recibieron a ALONSO DE RIBERA con reticencias,
desconfiando de la valía militar de alguien que era un portento en ese terreno.
Pero el 'ignorante' gobernador introdujo normas militares, para mantener a raya
a los mapuches, que se hicieron clásicas en la estrategia chilena. Era
necesario eliminar las levas de inexpertos civiles, y había que establecer una
frontera permanente defendida por soldados profesionales. Remataba su estrategia
ganándoles poco a poco terreno a los mapuches y llevando las fronteras más
lejos. Ese sistema se convirtió en una estrategia estable en Chile durante
siglos, practicada incluso por el Estado Chileno, independiente de España, el año 1881, para la ocupación definitiva del
territorio mapuche. Tras cinco años de gobernación en Chile, fue enviado en
1606 con el mismo cargo a la región argentina de Tucumán, pero el Rey vio la
necesidad de que volviera a Chile, donde actuó como gobernador por segunda vez a
partir del año 1611. El Rey, por consejo del jesuita Luis de Valdivia, quería
que ALONSO DE RIBERA se limitara a practicar una táctica defensiva contra los
mapuches, pero se impuso la realidad, y tuvo que permitirle utilizar de nuevo
estrategias ofensivas, por estar palpablemente demostrado que eran las únicas
eficaces. Y, ejerciendo el puesto, murió en Concepción el año 1617. Cada ciclo
de sus tres misiones duró unos cinco años.
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