domingo, 24 de abril de 2022

(1705) Todas las ciudades de Chile se encontraban amenazadas, pero las del sur padecían un calvario permanente. Allí mataron los mapuches al gran héroe que estaba al frente de los soldados españoles: Francisco del Campo.

 

     (1305) Si los vecinos y vecinas de los poblados españoles tenían pánico a los ataques mapuches, qué decir de lo que sentirían las monjas: "En Osorno había habido un monasterio de religiosas clarisas, pero, quemado el convento por los indios, y no teniendo medios de subsistencia, vivían repartidas por la ciudad, y ellas, así como algunas otras mujeres, pedían ser transportadas a Santiago. El jefe de la plaza habría querido acceder a sus deseos, pero no tenía medios para hacerlo. Aunque los frailes y clérigos de Osorno solicitaban lo mismo, para librarse de las penalidades de aquella situación, Francisco del Campo se manifestó resuelto a mantenerlos en la ciudad con el propósito, sin duda, de hacerlos servir en su defensa. A principios de marzo de 1601 estuvo terminada la fragata que se construía en Chiloé (los conquistadores eran multiusos). El Coronel encargó a un cuñado suyo, el capitán Francisco de Rosa, que partiese en esa nave a llevar al gobernador de Chile informes detallados acerca de las angustias por las que pasaban las ciudades del sur. Escribió una extensa relación de lo que había pasado en esa región desde fines de 1599, de la campaña que había hecho en Chiloé para expulsar a los corsarios, de la guerra constante que estaba obligado a sostener en los alrededores de Osorno, de la escasez de víveres, de municiones y de vestuario y del peligro inminente de que toda aquel territorio cayese de nuevo en manos de los bárbaros. Pedía insistentemente que se le socorriese con toda prontitud, 'aunque sea en medio del invierno'. Como temía que en Chile no hubiese medios para auxiliarlo, solicitaba se enviara a Francisco de Rosa 'para Lima, pues lleva orden de vender la poca de hacienda que allá tenemos, para comprar un navío y venir en él con las cosas necesarias, y trayendo un buen piloto para entrar en la bahía de Carelmapu'. En los primeros días de junio llegaba a Santiago Francisco de Rosa y comunicaba al Gobernador las dolorosas noticias que llevaba de Osorno".

     No es difícil imaginar el estado de angustia intensa y permanente de los vecinos sitiados en aquella ciudad, padeciendo escasez de alimentos, el peligro constante de los mapuches y la tortura del lento paso del tiempo: "A pesar del apremio que dejaban ver esas comunicaciones de Francisco del Campo, pasaron muchos meses sin que los infelices defensores de aquella ciudad hubieran recibido el menor socorro. Su situación llegó a hacerse insostenible, sus recursos estaban agotados, y la guerra incesante de los bárbaros no les daba un momento de descanso ni les permitía procurarse su sustento. En la primavera de 1601 estaban decididos a abandonar Osorno para ir a refugiarse en Chiloé, donde se mantenía tranquila la ciudad de Castro, y donde la pesca podía suministrarles un alimento abundante. El coronel Francisco del Campo salió de la ciudad a preparar este  viaje, y a buscar los medios de transportar las familias y los objetos que pudieran salvarse de la destrucción inevitable que habían de ejecutar los indios". Si la pelea constante resultaba agotadora y muy peligrosa, trasladar a todos los vecinos en desesperada huida desde Osorno hasta Castro suponía un trabajo acelerado e intenso para poder llevar a cabo el viaje con una mínima seguridad y el mayor bagaje posible.

 

     (Imagen) El valentísimo coronel FRANCISCO DEL CAMPO, cansado de esperar a que vinieran más soldados a salvarlos del cerco que sufrían en Osorno, se dispuso a llevar a todos sus habitantes a la ciudad de Castro (liberada por él de piratas), capital del archipiélago de Chiloé, con el inevitable riesgo de que fueran acosados a lo largo del trayecto, que era de 274 kilómetros (véase la imagen). Pero nos cuenta Barros: "Una desgracia inesperada vino a frustrar este intento, y a hacer más angustiosa la situación de los españoles de Osorno. Se hallaba Francisco del Campo en la zona del fuerte de Carelmapu mientras su gente buscaba algunas piraguas con las que pasar a Chiloé. Entre los indios, se encontraba un mestizo, llamado Lorenzo Baquero, que, por haber sufrido un castigo, se había fugado de Osorno. Sediento de venganza, espiaba los movimientos del Coronel,  y, al verlo desprevenido, cayó de improviso sobre el campamento español. Francisco del Campo fue muerto en el primer choque, con el pecho atravesado por una lanzada, y, aunque Baquero fue derribado por la bala de un soldado castellano, los indios que lo acompañaban habrían cantado victoria si no hubiesen acudido las otras partidas de españoles que andaban diseminadas en los contornos. Conducidos por el capitán Jerónimo de Pedraza, atacaron a los indios y los pusieron en dispersión. El cadáver de Francisco del Campo, recogido cuidadosamente por sus soldados, fue arrojado a un río para que más tarde no pudieran profanarlo los enemigos, y para que su cabeza no fuese convertida en enseña de guerra, como acostumbraban hacerlo aquellos bárbaros. Después de este combate, los soldados de Pedraza tuvieron que sufrir todavía las obstinadas acechanzas de los indios, pero, soportando con ánimo resuelto los más increíbles trabajos, llegaron por fin a Chiloé en una tosca balsa que construyeron apresuradamente. Cuando estos desastrosos acontecimientos tenían sumidos en la más desesperante consternación a los pobladores de Osorno, llegaba a Valdivia el capitán Francisco Hernández Ortiz con los doscientos soldados que había puesto a sus órdenes el gobernador Ribera. Partido de Concepción el 9 de noviembre de 1601, Hernández Ortiz desembarcaba en Valdivia el 22 del mismo mes, e inmediatamente se ponía en marcha para Osorno. Todo ese país se hallaba en estado de guerra, pero en ninguna parte se presentó el enemigo a cerrarle el camino. En cambio, el paso de los ríos ofrecía las más serias dificultades. Los españoles las vencieron al fin, y llegaron a la ciudad de Osorno a tiempo de prestarle los más oportunos socorros".




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