(1305) Si los vecinos y vecinas de los
poblados españoles tenían pánico a los ataques mapuches, qué decir de lo que
sentirían las monjas: "En Osorno había habido un monasterio de religiosas
clarisas, pero, quemado el convento por los indios, y no teniendo medios de
subsistencia, vivían repartidas por la ciudad, y ellas, así como algunas otras
mujeres, pedían ser transportadas a Santiago. El jefe de la plaza habría
querido acceder a sus deseos, pero no tenía medios para hacerlo. Aunque los
frailes y clérigos de Osorno solicitaban lo mismo, para librarse de las penalidades
de aquella situación, Francisco del Campo se manifestó resuelto a mantenerlos
en la ciudad con el propósito, sin duda, de hacerlos servir en su defensa. A
principios de marzo de 1601 estuvo terminada la fragata que se construía en
Chiloé (los conquistadores eran multiusos). El Coronel encargó a un
cuñado suyo, el capitán Francisco de Rosa, que partiese en esa nave a llevar al
gobernador de Chile informes detallados acerca de las angustias por las que
pasaban las ciudades del sur. Escribió una extensa relación de lo que había
pasado en esa región desde fines de 1599, de la campaña que había hecho en
Chiloé para expulsar a los corsarios, de la guerra constante que estaba
obligado a sostener en los alrededores de Osorno, de la escasez de víveres, de
municiones y de vestuario y del peligro inminente de que toda aquel territorio
cayese de nuevo en manos de los bárbaros. Pedía insistentemente que se le
socorriese con toda prontitud, 'aunque sea en medio del invierno'. Como temía
que en Chile no hubiese medios para auxiliarlo, solicitaba se enviara a Francisco
de Rosa 'para Lima, pues lleva orden de vender la poca de hacienda que allá
tenemos, para comprar un navío y venir en él con las cosas necesarias, y trayendo
un buen piloto para entrar en la bahía de Carelmapu'. En los primeros días de
junio llegaba a Santiago Francisco de Rosa y comunicaba al Gobernador las
dolorosas noticias que llevaba de Osorno".
No es difícil imaginar el estado de
angustia intensa y permanente de los vecinos sitiados en aquella ciudad,
padeciendo escasez de alimentos, el peligro constante de los mapuches y la
tortura del lento paso del tiempo: "A pesar del apremio que dejaban ver
esas comunicaciones de Francisco del Campo, pasaron muchos meses sin que los
infelices defensores de aquella ciudad hubieran recibido el menor socorro. Su
situación llegó a hacerse insostenible, sus recursos estaban agotados, y la
guerra incesante de los bárbaros no les daba un momento de descanso ni les
permitía procurarse su sustento. En la primavera de 1601 estaban decididos a
abandonar Osorno para ir a refugiarse en Chiloé, donde se mantenía tranquila la
ciudad de Castro, y donde la pesca podía suministrarles un alimento abundante.
El coronel Francisco del Campo salió de la ciudad a preparar este viaje, y a buscar los medios de transportar
las familias y los objetos que pudieran salvarse de la destrucción inevitable
que habían de ejecutar los indios". Si la pelea constante resultaba
agotadora y muy peligrosa, trasladar a todos los vecinos en desesperada huida
desde Osorno hasta Castro suponía un trabajo acelerado e intenso para poder
llevar a cabo el viaje con una mínima seguridad y el mayor bagaje posible.
(Imagen) El valentísimo coronel FRANCISCO
DEL CAMPO, cansado de esperar a que vinieran más soldados a salvarlos del cerco
que sufrían en Osorno, se dispuso a llevar a todos sus habitantes a la ciudad
de Castro (liberada por él de piratas), capital del archipiélago de Chiloé, con
el inevitable riesgo de que fueran acosados a lo largo del trayecto, que era de
274 kilómetros (véase la imagen). Pero nos cuenta Barros: "Una desgracia
inesperada vino a frustrar este intento, y a hacer más angustiosa la situación
de los españoles de Osorno. Se hallaba Francisco del Campo en la zona del
fuerte de Carelmapu mientras su gente buscaba algunas piraguas con las que
pasar a Chiloé. Entre los indios, se encontraba un mestizo, llamado Lorenzo
Baquero, que, por haber sufrido un castigo, se había fugado de Osorno. Sediento
de venganza, espiaba los movimientos del Coronel, y, al verlo desprevenido, cayó de improviso
sobre el campamento español. Francisco del Campo fue muerto en el primer
choque, con el pecho atravesado por una lanzada, y, aunque Baquero fue
derribado por la bala de un soldado castellano, los indios que lo acompañaban
habrían cantado victoria si no hubiesen acudido las otras partidas de españoles
que andaban diseminadas en los contornos. Conducidos por el capitán Jerónimo de
Pedraza, atacaron a los indios y los pusieron en dispersión. El cadáver de
Francisco del Campo, recogido cuidadosamente por sus soldados, fue arrojado a
un río para que más tarde no pudieran profanarlo los enemigos, y para que su
cabeza no fuese convertida en enseña de guerra, como acostumbraban hacerlo
aquellos bárbaros. Después de este combate, los soldados de Pedraza tuvieron
que sufrir todavía las obstinadas acechanzas de los indios, pero, soportando
con ánimo resuelto los más increíbles trabajos, llegaron por fin a Chiloé en
una tosca balsa que construyeron apresuradamente. Cuando estos desastrosos
acontecimientos tenían sumidos en la más desesperante consternación a los
pobladores de Osorno, llegaba a Valdivia el capitán Francisco Hernández Ortiz con
los doscientos soldados que había puesto a sus órdenes el gobernador Ribera.
Partido de Concepción el 9 de noviembre de 1601, Hernández Ortiz desembarcaba
en Valdivia el 22 del mismo mes, e inmediatamente se ponía en marcha para
Osorno. Todo ese país se hallaba en estado de guerra, pero en ninguna parte se
presentó el enemigo a cerrarle el camino. En cambio, el paso de los ríos
ofrecía las más serias dificultades. Los españoles las vencieron al fin, y
llegaron a la ciudad de Osorno a tiempo de prestarle los más oportunos
socorros".
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