(1169) Luego los españoles hicieron algo
bastante injusto: "Habiendo pasados veinte días cercados, los soldados
hablaban de que no era bueno tener aquellos indios dentro del fuerte (el
cacique Peteguelén, su familia y algunos compañeros), aunque fueran amigos,
porque tenían sospecha de que se comunicaban con los mapuches dándoles avisos
de todo en general. Insistieron tanto,
que el capitán, aunque vio que era gran inhumanidad, les mandó que se fuesen
adonde quisiesen. Los indios le decían que siempre le habían sido amigos y
servido bien, habiendo pasado por ello muchos trabajos, y le preguntaban por
qué querían darles tan mal pago en recompensa, y que, si aquello pensaba hacer,
aquellos indios los habían de matar, o por lo menos robarles lo que llevaban. No
sirvió de nada, porque el capitán Lorenzo Bernal estaba inclinado a echarlos
del fuerte, y mandó abrir las puertas para que se fuesen. Salieron todos juntos,
en número de treinta principales indios valientes, que habían servido a los cristianos
muy bien. Los indios de guerra que los vieron salir cargados de sus mujeres e
hijos se vinieron a ellos, y, con gran crueldad, los desvalijaron, sin dejarles
cosa alguna encima. Aunque por ellos supieron los indios de guerra que los
españoles estaban faltos de muchas cosas, y que no se podían sustentar mucho
tiempo, era tan bravo el invierno en aguaceros y tempestades, que determinaron
levantar el cerco, dejándolo para la entrada del verano. Tomada la decisión, se
fueron la noche del treinta de junio del año 1563".
Los españoles permanecían en su encierro
sin hacer el menor intento de salir a batallar, porque sabían que sería una
muerte segura. Como tampoco los indios realizaban ataques, vivían ambas partes
en mundos separados, hasta el punto de
que los españoles tardaron en darse cuenta de su retirada: "Dos días
después de que se marcharan, como el capitán no veía indio alguno ni sonidos de
cuerno, salió del fuerte a observar el campo, y halló que habían levantado el
cerco. En algunas casas de las que
habían hecho habían dejado indios enfermos, pues, por su enfermedad, no los podían
llevar. Por los que quedaron supieron los españoles que se habían ido a sus
casas los indios y sus caciques, dejando aquella guerra para el próximo verano.
Al saberlo, se alegraron en gran manera, echaron al campo los caballos que
tenían, que pasaban de ciento treinta, los cuales estaban tan perdidos por el
hambre, que no podían andar, y los cristianos quedaron muy animados para la
guerra que, queriendo o forzados, no les había de faltar. En este cerco sirvió
a su majestad mucho el muy reverendo fray Antonio Rendón, natural de Jerez de
la Frontera, provincial de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, el cual
les decía misa, confesaba y daba la comunión, haciéndoles de ordinario
oraciones, y persuadiéndoles al servicio de Dios nuestro Señor y al alcance de la
honra. Y, ciertamente, por su mucho trabajo y entrega, mereció mucho, no
solamente como religioso, sino incluso como soldado, pues tomaba las armas
todas las veces que podía, para animar a los demás".
(Imagen) El año 1546 llegaron a las Indias
veintiún frailes mercedarios, y, entre ellos, estaba FRAY ANTONIO DE RENDÓN Y
SARMIENTO, nacido hacia 1516 en Jerez de la Frontera (Cádiz), a quien acaba de
ensalzar el cronista Marmolejo. Digamos de pasada que, para ser mercedario,
hacía falta un temple especial, pues se dedicaban principalmente a rescatar
cautivos en tierras musulmanas, a veces quedando como rehenes. Después de andar
por Panamá y Perú, el reverendo llegó a Chile el año 1551. Está comprobado que
coincidió en su viaje con Lope Ruiz de Gamboa (a quien hemos visto morir tan
trágicamente), y con su hermano Martín Ruiz de Gamboa, futuro gobernador de Chile,
quien conoció muy bien al mercedario, y llegó a hacer esta declaración en un
expediente: “Este testigo ha visto que, en las partes en que se ha hallado el
dicho Fray Antonio de Rendón, ha servido y vivido como muy buen sacerdote, que
por tal lo tiene este testigo y en tal reputación es tenido en este reino, y
merece que Su Majestad le haga crecidas mercedes, porque, de ordinario, desde
el tiempo en que este testigo lo conoce, que fue el año 1551, le ha visto
residir en fronteras y pueblos de mucha guerra y necesidades, padeciendo
excesivos trabajos, mostrando buen pecho y animando a los soldados para que
procurasen fuese en aumento la santa fe católica, lo cual ha hecho el dicho
fray Antonio de Rendón de tal manera, que en este reino de Chile no conoce este
testigo a ninguno que lo haya hecho tan bien como él”. FRAY ANTONIO DE RENDÓN trataba
a las personas por igual, a las importantes y a las necesitadas, cuidaba de los
enfermos, y compartía con soldados y vecinos los momentos de mayor riesgo,
siendo un ejemplo de entrega personal en todos los terrenos, tanto en lo
espiritual como en lo material. Evangelizaba a los indios, asistía
espiritualmente a los cristianos, se esforzaba en encontrar soluciones cuando
había rachas de hambre, sed y enfermedades, animaba a los soldados en los
peligros de muerte, e incluso, si hacía falta, luchaba a su lado. Demostrada su
extraordinaria valía, fue nombrado en 1572 provincial de los mercedarios. El
año 1578 regresó al Cuzco, donde, en dos ocasiones, también fue elegido
provincial de la orden. Hay constancia de que su muerte se produjo en dicha
ciudad después del año 1590, y de que su cuerpo fue sepultado en la cuzqueña
iglesia de la Merced.
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