martes, 23 de noviembre de 2021

(1574) La victoria de los mapuches en Angol contra los españoles fue aplastante. Era un duro golpe para el gobernador Francisco de Villagra, pero más tremendo cuando supo que habían matado también a su hijo, Pedro de Villagra.

 

     (1164) La estrategia de los mapuches fue una trampa mortal, pero no para todos. A pesar de que cayó en uno de los hoyos, el licenciado Altamirano pudo escapar (y vivió hasta el año 1592, como ya vimos): "El maestre de campo no tuvo quien le estorbase, y así salió, sin ayuda de ninguno, porque los que con él iban, como pasaron adelante y cayeron en otros hoyos, los indios se ocuparon de ellos. Luego salieron del fuerte por dos partes, y, como vieron a unos muertos y otros heridos, peleaban con grandísimo ardor. Los cristianos comenzaron a retirarse hacia sus caballos, y los indios los apretaron de tal manera, que, a lanzadas, mataron a muchos, y apresaron a otros, aunque luego los mataban. Los que pudieron subir en sus caballos huían, unos por el camino de Concepción y otros por el de Angol. Los indios los fueron siguiendo durante dos leguas, en cuyo alcance mataron algunos en los pasos estrechos, y otros españoles se despeñaron con sus caballos. Hubo grandes flaquezas en algunos, pero en otros hubo buen ánimo para ayudar a los que tenían necesidad. Iban tan desanimados, que, poniéndose delante de ellos en un paso casi seguro, esperaban a los que venían detrás y así juntos caminaban más seguros, Antonio González, vecino de Santiago, natural de Constantina, y Gaspar de Villarroel, vecino de Osorno, natural de Ponferrada, en Galicia, con las espadas desnudas, no podían detener a los indios. El capitán Pedro Pantoja, con la gente que tenía a caballo, siguió el camino de los demás. Luis González, residente en Concepción, hallándose a caballo desbaratado como los demás, vio que al madrileño Francisco de Ortigosa, secretario (multiusos) que había sido de don García de Mendoza, iba a pie y perdido. Llegándose a él con ánimo de buen soldado, le dijo que subiese a las ancas de su caballo, y así escapó este hombre noble en un tiempo en que ningún amigo se acordaba de otro. Murieron en este enfrentamiento cuarenta y dos soldados valientes, y entre ellos Andrea Esclavón, valentísimo hombre, Francisco Osorio, hidalgo de Salamanca, Francisco de Zúñiga, sevillano, don Pedro de Guzmán, caballero noble de Sevilla, Rodrigo de Escobar, de Medina de Rioseco, y otros muchos que dejo para evitar prolijidad".

     Aún no sabía Francisco de Villagra que su hijo había muerto, y, aunque seguía sufriendo la enfermedad que acabaría pronto con él, continuaba dando órdenes: "Mientras estaba en la ciudad de Angol, nombró capitán a Lorenzo Bernal de Mercado (de quien ya hemos hablado), por ser soldado valiente, de buena determinación, que entendía las cautelas y maldades de los indios, y era amigo de andar en la guerra, cosa que en aquel tiempo muchos soldados evitaban. Estaba en Purén castigando a aquellos indios cuando desbarataron en Mareguano al licenciado Altamirano y mataron a Pedro de Villagra. Por Lorenzo Bernal supe yo después que, estando durmiendo la noche previa a aquella derrota, se le representó lo que había ocurrido, y estando con aquella sospecha, le enviaron desde la ciudad de Angol la noticia de lo sucedido en Mareguano. Con cuarenta soldados que consigo tenía se partió para Arauco, donde Villagra estaba, suponiendo que los indios, con la victoria fresca, habían de ir contra él, y avisó de camino a la ciudad de Cañete que estuviesen sobre aviso por tener poca gente para su defensa".

 

     (Imagen) Los indios mapuches eran una pesadilla, y Francisco de Villagra estaba casi moribundo, pero seguía ejerciendo de gobernador de Chile. Entonces recibió otro golpe en lo más hondo de su corazón: "Después de pasar por la ciudad de Cañete, Lorenzo Bernal de Mercado llegó a Arauco, y fue a ver  a Francisco de Villagra, que estaba enfermo en la cama, y, al parecer, supuso que no traía buenas noticias. Entrando en su cámara, le dijo: 'Vuestra Señoría dé gracias a Dios por todo lo que permite. Vuestro hijo, Pedro de Villagra, ha muerto, y todos los que iban con él han sido desbaratados'. Al oír esto, el gobernador volvió el rostro hacia la pared, y no habló palabra alguna hasta que mandó a todos que saliesen fuera y lo dejasen solo". Sobreponiéndose a su dolor, Francisco de Villagra siguió pendiente de las responsabilidades de su mando. Tenía gran preocupación por la ciudad de Cañete, y, considerando necesario trasladar a su población, le encargó a Arnao de Segarra que fuera a cumplir esa misión. Llegado allí, encontró oposición por parte de algunos vecinos. Para convencerlos, les trajo a la memoria algunas desgracias. El descuido de un centinela, que, al parecer, abandonó el puesto "para visitar a ciertos amores que tenía", provocó que los indios entraran en el campamento y se llevaran gran cantidad de ganado: "Al darse cuenta el capitán Juan de Lasarte, natural de Toledo, salió con doce soldados, y, como era hombre valiente, no mirando lo numerosos que los indios eran, se enfrentó a ellos para quitarles el ganado. Después de haber matado a algunos indios, y viéndose acometidos por las espaldas, los españoles tuvieron que volverse hacia la ciudad. Habiéndosele cansado el caballo al capitán Segarra (era también Contador Público como funcionario del Rey), lo mataron los indios a lanzadas, y a otros cinco soldados. También habían matado en otra refriega a Rodrigo de Palos y a Sancho Jufré, hidalgo de Medina de Rioseco. Pesando todas estas cosas, los vecinos aceptaron despoblar la ciudad. Y así, todos juntos, hombres y mujeres, niños y servicio, que era lástima verlo, llegaron al valle de Arauco". En la imagen vemos la plaza Caupolicán, situada en  la ciudad de Cañete. En ella se han colocado, con orgullo patrio, esas estatuas que son reproducción de las que, con madera, labraban los aguerridos indios mapuches. Nadie como ellos les complicaron la vida a los españoles en las Indias.




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