sábado, 6 de noviembre de 2021

(1560) El joven y ensoberbecido gobernador García Hurtado de Mendoza logró un gran triunfo contra los mapuches. Su biografía posterior fue la historia de un hombre excepcional, sensato y lleno de éxitos.

 

      (1150) A pesar de la arenga de Caupolicán y de los ánimos que les daba el indio de las manos cortadas, los mapuches, que habían ya saboreado varias victorias frente a los españoles, esta vez salieron trasquilados: "Se apresaron en total a setecientos indios, y murieron peleando otros tantos. Según ellos dijeron, serían unos diez mil los que vinieron aquella mañana, aunque no todos llegaron a pelear, por la tardanza que tuvo el último escuadrón. Se tomó prisioneros a diez caciques, que hacían oficio de capitanes, y Caupolicán, capitán mayor, huyó. Don García mandó ahorcar a todos los caciques. Uno de ellos, hombre belicoso y señor principal, que en tiempo de Pedro de Valdivia había servido bien a los españoles, y era indio de buen entendimiento, después de haber procurado que le perdonasen la vida, no lo pudo lograr, aunque muchos españoles lo desearon por ser tan conocido. Este, viendo que a los demás ya los habían ahorcado, le rogó mucho al alguacil que lo ahorcase por encima de todos, en la rama más alta que el árbol tenía, para que los indios que por allí pasasen viesen que había muerto por defender su tierra. De los cristianos, no murió ninguno, pero hubo muchos heridos, aunque no de heridas peligrosas, cosa increíble".

       Esta victoria de Garcia Hurtado de Mendoza, donde demostró su valía militar, se llevó a cabo en Millarapue: " Después de que don García desbarató a los indios y castigó a los indios apresados, partió con su ejército de vuelta a Tucapel (donde había ocurrido la derrota y terrible muerte de Valdivia). Llegó en tres jornadas a la casa fuerte que Valdivia en su tiempo allí tenía, de la cual solo quedaban las ruinas. Después envió soldados en varias compañías a buscar comida. Los indios de aquella zona, para ocultar sus provisiones, quemaron todas sus casas, que es donde las guardaban, pareciéndoles que, al caer el fuego de la casa encima de los silos, quedarían ocultos. Fue gran lástima ver arder tantas casas voluntariamente, pues eran muy buenas para los indios. Además, los cristianos apartaban las cenizas después de apagado el fuego, y sacaban de los silos todo lo que hallaban, de manera que se trajo al campamento mucho trigo, maíz y cebada. Los indios, al ver tanto cristiano, y sabiendo que con gran crueldad los habían matado y castigado en dos batallas, no osaron por entonces probar fortuna, y subieron a la montaña con sus mujeres e hijos".

     Ya sabemos que el propósito del gobernador era volver a fundar las ciudades que los indios habían arrasado. Pero es de suponer que hacía falta mucho valor para quedarse después en ellas con un pequeño destacamento: "Don García mandó que, para seguridad de la gente que allí había de dejar, se hiciese un muro que cercase el sitio que la casa fuerte tenía en frente de una loma rasa, porque lo demás de suyo estaba bien fortificado con un foso grande. Se hizo este trabajo con tanta brevedad, que se diría imposible, porque sacar la piedra, traerla a hombros, hacer la mezcla y asentalo, todo fue acabado en tres días, con dos torres grandes, en donde se colocaron cuatro piezas de artillería. Luego envió algunas compañías a hablar con los indios, para saber si querían venir de paz o cómo se sentían, pues ningún indio se les había acercado, lo cual parecía prueba de su pertinacia".

     (Imagen) No hay duda de que el gobernador de Chile DON GARCÍA HURTADO DE MENDOZA era un  tipo muy valioso, pero engreído y con muy poco tacto, e incluso despectivo en su trato con los veteranos y meritorios conquistadores. El cronista Marmolejo, que también lo tendría que soportar, consideraba que se debía a su juventud, y será quien nos siga hablando de los cuatro años que le quedaban como gobernador (hasta 1561). Así que no estará de más decir algo de su vida posterior. De hecho, parece ser que perdió el puesto por su arrogancia y porque Felipe II  no veía con buenos ojos que hubiese sido nombrado gobernador por su propio padre, el virrey de Perú. Pero el rey era consciente de que tenía muchas cualidades positivas y le confió puestos de muy alto nivel. Tras casarse con la linajuda Teresa de Castro y de la Cueva, fue nombrado embajador en Italia (en 1575), y luego tuvo un importante cargo militar en la guerra con Portugal (año 1580). En 1590, el premio gordo: llegó a Lima pomposamente como virrey de Perú, y casi lo primero que hizo  fue enviar refuerzos a Chile, porque, aunque ya había vencido de joven a los mapuches, volvían a avivarse entre las cenizas las brasas ocultas de los temibles indios. En 1591, al morir su hermano mayor, heredó el título de Marqués de Cañete. El año 1593, no le quedó más remedio que enviar soldados a Quito para sofocar una peligrosa rebelión originada por un aumento de los impuestos exigidos por la Corona. Se ejecutó a los cabecillas, pero tuvo la sensatez de conceder un perdón general a los demás implicados, con gran alivio de los quiteños. Fomentó la explotación minera con  grandes resultados, y dictó normas que protegieran a los indios de abusos en este tipo de trabajos. Acabó con algunos poderosos piratas ingleses, como Richard Hawkins  y Francis Drake. El año 1595, Álvaro de Mendaña, patrocinado por el virrey, descubrió un archipiélago en el Pacífico, al que le puso el nombre, en su honor, de Islas Marquesas de Mendoza.  En 1596 le sustituyó en el cargo Luis de Velasco, y se embarcó para España con su mujer, la cual murió de enfermedad en Cartagena de Indias. Aquel despectivo y joven gobernador de Chile llamado DON GARCÍA HURTADO DE MENDOZA, se había convertido con el tiempo en un virrey de Perú sensato, emprendedor y eficaz. Se trasladó a Madrid, y allí vivió trece años más, hasta morir en 1609, siendo enterrado en Cuenca, donde nació el año 1535.




No hay comentarios:

Publicar un comentario