martes, 16 de noviembre de 2021

(1568) Felipe II confirmó como gobernador de Chile a Francisco de Villagra, a quien había tenido preso el virrey de Perú. Aunque Villagra fracasó después como militar, su llegada a Santiago de Chile fue recibida con entusiasmo.

 

     (1158) Francisco de Villagra va a demostrar que era un hombre razonable, pero Marmolejo, que lo conocía bien, pone de relieve alguna de sus carencias: "Gobernando el reino del Perú el marqués de Cañete como virrey que el emperador don Carlos había nombrado, el rey don Felipe, después de heredar todos los reinos que su invicto (no siempre) padre tenía, por causas que le motivaron (parecer ser que acabó harto de las arbitrariedades del marqués), le proveyó al reino del Perú de un nuevo gobierno, y asimismo al territorio de Chile, pues hizo gobernador a Francisco de Villagra, sacando del puesto a don García de Mendoza, hijo del virrey marqués de Cañete. Lo hizo el Rey al ver las cartas que Villagra envió, solicitándolo, con Gaspar de Orense. Vino de España un sacerdote pariente suyo (de Villagra), hombre principal, llamado Agustín de Cisneros, que mucho lo había solicitado en la Corte (recordemos que Gaspar se ahogó junto a la costa española, y las cartas llegaron a manos del sacerdote). Partió Cisneros de Castilla trayendo consigo a la mujer de Villagra y algunas parientes suyas. Cuando desembarcó en el puerto de Lima, donde Villagra estaba (hasta entonces en calidad de desterrado de Chile), le dio los despachos que de su gobernación tenía, y, con ellos, comenzó a prepararse para venir a Chile".

     Villagra envió por delante a un criado con una copia del documento que lo nombraba gobernador: "Llegado que fue, algunos que a Villagra lo apreciaban, y otros que con don García se habían llevado mal, se regocijaron, aunque, en cuanto comenzó su mandato, comenzaron a sentir los daños que resultaban de su mala maña, porque, de ser capitán a ser gobernador, hay mucha diferencia. Villagra, para tan gran cargo como le había llegado, se hallaba pobre de dineros. Pero, como tenía buena mano en buscarlos con créditos del gobierno y con la gran fama que tenía aquella provincia de minas ricas de oro, halló más de los que hubo menester. Y dos de los que se los dieron (en Perú) se vinieron con él a Chile, creyendo que, además de pagárselos, les haría alguna merced, pero quiso Dios que uno de ellos muriera a manos de indios con muerte muy cruel, y que el otro viviera pocos días y pobre, pudiendo vivir en el Perú ricos".

     Entre las marrullerías del virrey Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, fue notable la de haber ocultado durante dos años que Francisco de Villagra había sido  nombrado gobernador de Chile, el cual, al parecer, se lo tomó con paciencia, pero ahora llega el momento de su entrada triunfal: "Preparado Villagra, se embarcó con su familia y sus criados, más algunos soldados peruanos que quisieron acompañarlo. Llegó a la ciudad de La Serena, que está a la entrada de Chile, y desde allí vino por tierra a Santiago, la ciudad principal, donde le estaban esperando muchos vecinos y hombres principales de todo el reino, quienes, con las demás autoridades, le tenían aparejado el mejor recibimiento que ellos pudieron".

 

     (Imagen) Los mandatos del gobernador de Chile Francisco de Villagra resultaron oscilantes como el péndulo de un reloj. Lo fue interino, de 1547 a 1549, por ausencia de Valdivia, y, entre 1553 y 1557, cuando lo mataron los mapuches, teniendo en este tiempo líos con otros dos aspirantes: Francisco de Aguirre y Rodrigo de Quiroga, quien, con sensatez, retiró pronto su candidatura. En 1561, Villagra, a quien el virrey, que lo había apresado, aún  le negaba el permiso para salir de Perú, fue nombrado por Felipe II gobernador de Chile. Y ahora vemos que lo reciben como tal, y a lo grande, en la ciudad de Santiago. Así fue la fiesta, contada por el testigo Marmolejo: "En la calle principal, hicieron los vecinos unas puertas grandes, con un capitel alto, y en él puestas muchas figuras que lo adornaban. La calle estaba toldada de tapicería, con muchos arcos triunfales, que iban hasta la iglesia. Por todo el recorrido, había muchos letreros con epítetos, alzados a gran altura, dándole muchos nombres de honor. Había una compañía de infantería, gente muy lustrosa, bajo el mando del licenciado Altamirano, y otra de a caballo con lanzas y adargas (y más de mil indios), luciendo todos las mejores ropas que pudieron llevar. Salieron a recibirlo fuera de la ciudad, a la puerta de la cual quedaba el cabildo esperándole, con una mesa puesta delante, cubierta de terciopelo carmesí, y baja, como si fuera un sitial. Tenía encima un misal para tomarle juramento, como se tiene costumbre hacerlo con los príncipes, pues, ciertamente, porque me hallé presente, vi que le dieron toda la honra que le pudieron ofrecer. El gobernador llegó encima de un macho negro, más pequeño que de ordinario, con una guarnición dorada, de terciopelo negro, y vistiendo una ropa francesa forrada de martas; lo metieron en la ciudad como hombre al que querían mucho y le habían tenido por amigo mucho tiempo. Después de las ceremonias del juramento, lo llevaron a la iglesia debajo de un palio de damasco azul, teniendo dos alcaldes el macho por la rienda, y desde allí a casa del capitán Juan Jufré, que era su posada". En la imagen vemos el registro de embarque para Perú de Francisco de Villagra. Los datos son interesantes: Se redactó en enero de 1537. Francisco era hijo del comendador, en Rubiales (de la orden de San Juan de Jerusalén; se llamaba Álvaro de Sarría) y de Ana de Villagra, vecinos de Santervás de Campos (Valladolid). Era, pues, de familia noble, solo tenía 26 años cuando llegó a Perú, y alcanzó metas muy altas. Murió en Concepción el año 1563, y  dejó en el cargo de gobernador a su primo Pedro de Villagra.






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