(1161) En lo que sigue, Marmolejo es muy
prolijo, de manera que iré resumiendo el contenido a lo esencial. Insiste en
que Francisco de Villagra no era un militar de gran arranque, y, por añadidura,
su enfermedad se estaba haciendo crónica: "Se encontraba algo mejor, y más
animado, aunque poco, por algunas cartas que recibió de Concepción en las que le
afeaban irse a las ciudades de paz, dejando los asuntos de guerra descuidados. También
le decían que los soldados que habían quedado en Tucapel pedían licencia para
irse de la guerra, pues creían que Villagra iba con ánimo de repartir los
indios entre quienes a él le pareciesen, dejándolos a ellos olvidados. Temiendo
que su ausencia pudiera causar alguna desobediencia entre ellos, se puso en una
silla en hombros de indios, y se hizo llevar a la ciudad Imperial, y luego a la
de Angol, lo cual fue efectivo, no para
que los indios diesen muestra de querer la paz, sino para que los soldados
hiciesen con mejor voluntad lo que les fuese mandado. Villagra, como se vio tan
enfermo, aderezó un aposento, tomó la zarzaparrilla (se usaba contra
enfermedades del hígado y del corazón). Estuvo en la cama dos meses, mejoró
algo, y, porque entraba el invierno, dejando contentos con palabras a muchos,
se fue a La Imperial".
Pero pronto le llegará otra tragedia, la
muerte de su hijo: "Estando allí, se presentó, en nombre de los vecinos de
Santiago, el capitán Juan Bautista de Pastene, pidiéndole en nombre de aquella
ciudad que les enviase, para ser allí su teniente, a Pedro de Villagra, su
hijo, debido a que no se llevaban bien con el capitán Juan Jufré, y se lo concedió Villagra". El cual fue recuperando
energía e interesándose en diversos asuntos. Pasado el invierno fue a la ciudad
de Valdivia, con la intención de poder enviar refuerzos por mar a Concepción al
llegar el verano. Los vecinos de Valdivia habían temido que, cuando llegase,
les quitara encomiendas de indios, y, en plan adulador, le habían hecho un
recibimiento ostentoso. Empezando el verano de aquel año de 1563, que allí lo
hacía en el mes de octubre, "fletó un navío y salió del puerto de Valdivia,
diciendo al piloto que navegase a donde el tiempo le quisiese llevar, aunque no
iba tan confiado de su ventura como Octavio César Augusto, porque Villagra
siempre se mostró preocupado con las cosas de guerra. Aunque salieron a la mar
con buen tiempo, se revolvió la tramontana, y, con el temporal, el navío fue a
parar al archipiélago de Chiloé (300 km al sur de Valdivia)".
Antes de haberse embarcado, Villagra había
enviado otro navío para que se inspeccionasen las tierras que estaban más cerca
del Estrecho de Magallanes, y como, al volver, le hablaron bien de todo lo que
habían encontrado, por ser tierras pobladas y fértiles, se animó a conocerlo
personalmente. Pararon en un punto de la costa, bajaron a tierra ellos y los
caballos, y, por no saber que la marea bajaba mucho, los pilló de sorpresa: "Menguó tanto el agua al retirarse, que el navío, puesta la
quilla en tierra, se inclinó de lado, y, con el golpe que dio, se abrió por
algunas partes. Viendo que estaban en una isla, y que, si el navío se perdía,
iban a correr mucho riesgo sus vidas lo remediaron con soportes hasta que la
mar volvió a crecer, y luego lo metieron adonde estuviese más seguro". Pero
unos indios lo estaban viendo todo.
(Imagen) Siempre hay un porcentaje de
espíritus aventureros, y extraordinaria fue la vida del italiano JUAN BAUTISTA
DE PASTENE, a quien acaba de mencionar Marmolejo. Nació en Génova el año 1507
(hijo de Tomaso Pastene y Esmeralda Solimana). Fue navegante, explorador y
conquistador. En la asombrosa emigración de italianos hacia Brasil, Argentina y
Chile, a principios del siglo XX, hubo unos que fundaron un asentamiento en la
costa del Pacífico, y le pusieron a la ciudad el nombre de Capitán Pastene (el
busto de la imagen fue regalado por los italianos a los chilenos el año 2007). Juan
Bautista de Pastene se casó y tuvo seis hijos con Ginebra de Seixas, nacida en
las Palmas de Gran Canaria en 1531, y fallecida
el año 1576 en Santiago de Chile. Siendo muy joven, había llegado a
Honduras en 1526, y ya rico, puesto que lo hizo en su propio barco. Allí vendió
su nave, se trasladó a Perú en 1536, poniéndose al servicio de Francisco
Pizarro, y estuvo a punto de morir en la lucha contra los incas. Bajo las órdenes de Cristóbal Vaca de Castro,
representate del Rey, batalló frente al rebelde Diego de Almagro el Mozo. Pero
lo suyo era la exploración marítima, y en 1544 estaba de nuevo al mando de una
nave, de la que también era propietario. La audiencia de Panamá lo nombró
Piloto Mayor de la Mar del Sur (el Pacífico). Se enroló entonces en Chile con Pedro
de Valdivia, quien le tuvo una absoluta confianza, y le encargó que explorara
con dos naves el litoral de la costa hacia el Estrecho de Magallanes. Le otorgó,
además, el cargo supremo, el de Teniente
de Gobernador y Capitán General, para que, en su ausencia, fuera la máxima
autoridad de Chile, en lo civil y en lo militar. Y se lo escribía al Rey con
estas solemnes palabras: "Por el poder que de su Majestad para ello tengo,
me conviene nombrar al capitán Juan Bautista de Pastene, genovés, como mi Lugarteniente
de Gobernador y Capitán General, debido a ser una persona de prudencia,
experiencia y autoridad, y porque hace muchos años que sirve a Vuestra
Majestad". Pedro de Valdivia, siempre gradecido por su labor, le concedió excepcionales encomiendas de
indios, cuya explotación aumentó considerablemente su riqueza. JUAN BAUTISTA DE
PASTENE fue regidor y alcalde en la ciudad de Concepción, en cuya fundación
estuvo presente, y, repetidamente, en la de Santiago, donde se estableció de
manera definitiva en 1550, falleciendo en la capital chilena el año 1580.
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