lunes, 15 de noviembre de 2021

(1567) Cuando cesó como gobernador de Chile García de Mendoza, el sensato y fiable Marmolejo dejó claros sus grandes méritos y que había mejorado mucho su carácter. Otro personaje muy notable fue el clérigo Cristóbal de Molina.

 

     (1157) El jovencísimo gobernador García Hurtado de Mendoza había corregido en gran parte los acusados defectos que mostraba cuando llegó a Chile: "Dos días después se fue a Santiago, donde lo recibieron bien por saber que había mudado mucho en condición y aspereza. Si don García no entrara en Chile tan altivo, despreciando a los hombres, y tuviera alguna afabilidad y llaneza, habría sido  en gran manera apreciado,  y en Santiago le quisieron mucho. Entonces le llegó la n noticia de que el marqués (y virrey), su padre,  había muerto, y que venía por gobernador de Chile Francisco de Villagra (lo era desde dos años antes, pero el virrey lo ocultó). Después se embarcó con dos criados para el Perú. Poco antes de su partida fue Dios servido que se descubriesen las minas de Chuapa, cosa riquísima de oro, y las minas de Valdivia, por extremo ricas, de las cuales se ha sacado en catorce años grandísimo número de pesos de oro".

     Marmolejo deja una pequeña, pero favorable semblanza del gobernador: "Era don García cuando vino al gobierno de Chile de veinte años. Gobernó cuatro, bien y con buena fortuna; tenía buena estatura, era blanco, con ojos grandes, bien hablado, y se preciaba de ello; honesto en su vivir, porque, para la edad que tenía, nunca se le vio vicio de mujeres, y era amigo de visitar pocas. Trajo consigo algunos hombres principales y viejos, a los cuales se sabía que el mismo don García corregía de algunos vicios, teniendo mérito, para tan poca edad, no caer él en ellos. Dejó como su teniente de todo el reino al capitán Rodrigo de Quiroga, para que como su persona lo tuviese en justicia".

    A quien vamos a ver ya en acción: "Por entonces, los indios de Purén estaban conjurados, y tenían determinado matar al capitán don Pedro de Avendaño (ya vimos que era hombre cruel). Le llevaron unas tablas para una casa que quería hacer. Cuando salió para verlas, un indio, con un hacha que tenía en las manos, le dio un golpe en la cabeza, y, al dar grandes gritos todos los indios, salieron otros tres que estaban con Avendaño, a los cuales también los mataron. Un criado de don Pedro, mancebo y valiente, llamado Pedro Paguete, vizcaíno, cuando sintió la revuelta, quiso huir, pero lo cercaron. Peleó valientemente con todos ellos, y mató a muchos, pero acabaron con él. Luego, se extendió la noticia por la comarca. Sabido en la ciudad de Angol, que estaba cerca, dieron aviso al capitán Rodrigo de Quiroga que se encontraba en Concepción. Con increíble presteza, fue a castigarlos, a pesar de estar en mitad del invierno. Llegó a Purén, donde los habían matado, y envió desde allí aviso a la ciudad Imperial para que le viniesen a ayudar algunos vecinos y soldados. Vinieron muchos, porque siempre fue muy querido en general. Castigó a muchos indios de los culpables, y, como se habían retirado los demás a una ciénaga grande, en la que era menester hacerles la guerra con muchos indios amigos, al tener noticia de que en la ciudad de Santiago esperaban a Francisco de Villagra, que venía como gobernador, se volvió a la Concepción, y de allí se fue a Santiago para acatar la voluntad del rey".

 

     (Imagen) Hemos visto que Marmolejo alabó la labor evangélica que llevó a cabo el sacerdote CRISTÓBAL DE MOLINA con los indios. Era un veterano que había nacido el año 1494 en Leganiel (Cuenca), pero de larga vida, porque murió en Santiago de Chile en 1580. Fue, además, cronista de las Indias, y ya es casualidad que hubiera otro con el mismo nombre y también clérigo. Para distinguirlos, a este se le conoce como el cuzqueño, y 'al nuestro' como el chileno. Los clérigos solían tener el mérito añadido de sufrir en las expediciones junto a los soldados hambres, agotamiento y enfermedades, así como el riesgo de perder la vida. De sus andanzas por España, poco se sabe, pero, al parecer, estuvo también en Italia y en Flandes. De ser así, lo más probable es que lo hiciera como soldado, y que su vocación religiosa fuera posterior. Hacia 1532 se encontraba en Santo Domingo y Panamá, tuvo contactos con hombres de Francisco Pizarro,  y, en 1535, partió con Diego de Almagro en la durísima y fracasada expedición a Chile. Aunque permaneció a su lado y, para distinguirle de su homónimo, se le llame, además de 'el chileno', 'el almagrista', no parece que se manifestara abiertamente opuesto a Francisco Pizarro en la guerra civil que tuvo contra Diego de Almagro. Hay una crónica, titulada "Relación de la conquista y población del Perú", que se le atribuía a él, pero lo más probable es que el verdadero autor  fuera otro clérigo, Bartolomé de Segovia, entre otras cosas, porque, como ya vimos, cuenta detalles de los que sólo él fue testigo. Es un texto que simpatiza con los nativos, pero sin poner en duda la necesidad de que la cultura española y el catolicismo les abra un camino más esperanzador. Ajeno ya al ambiente conflictivo que había en Perú, Cristóbal fue con la tropa de García Hurtado de Mendoza a Chile el año 1556. Inquieto viajero, volvió a Lima, pero regresó después para residir en Santiago de Chile, donde murió el año 1580. En ambas catedrales fue el encargado del coro, por eso se le conocía también como 'el sochantre'. La imagen muestra la primera página de su testamento, el cual está archivado con la siguiente referencia (del año 1584): "Autos sobre los bienes de Cristóbal de Molina, clérigo presbítero, sochantre de la catedral de Santiago de Chile, natural de Leganiel, en el obispado de Cuenca. Murió en Santiago de Chile con testamento, y era hijo de Mateo Hernández y de Catalina Sánchez. Herederos: sus hermanos y sobrinos".




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