martes, 2 de noviembre de 2021

(1556) Empezaron los éxitos militares del gobernador García Hurtado de Mendoza, quien maltrató a Alonso de Ercilla, siendo quizá la causa de que, en su La Araucana, rebajase la importancia de su figura.

 

     (1146) Lo que va a quedar claro es que los mapuches, a pesar de la muerte de Lautaro, su gran líder, seguirán atacando de forma suicida: "Don García de Mendoza llegó al puerto de Concepción (su idea era repoblarla) con dos navíos, y hasta examinar la tierra, se situó en una isla que hay en mitad de la bahía. Por no tener caballos que le asegurasen la campaña, permaneció en aquel lugar cuarenta días. Desde allí envió algunos capitanes con un barco para que mirasen dónde se podría hacer un fuerte cerca de la mar, y hallaron un sitio en el que, con poco trabajo, se podría preparar una fortaleza muy bien defendida. Con la buena noticia, envió allá gente en los navíos, y se dieron tanta prisa en el trabajo, que en seis días acabaron el fuerte. Todos recogidos dentro, daba contento verlo con sus piezas de artillería colocadas, y esperando a los capitanes que por tierra venían con la gente de a caballo, con tanto deseo, que, a don García de Mendoza, cada día se le hacía un año".

     Pero los enemigos no estaban en las nubes: "Acaeció que los indios, como hombres que tantas victorias de cristianos habían tenido, trataron sobre de qué manera tendrían que pelear, pareciéndoles que era nueva la forma de guerra que los españoles les iban a hacer manteniéndose dentro del fuerte. Sabiendo los indios que venían por tierra muchos españoles a caballo, determinaron pelear con los que en el fuerte estaban antes de que llegasen. Y así, el día 15 de agosto de 1557, aparecieron en una loma gran número de indios juntos. Los cristianos, visto que eran demasiados, se recogieron todos en el fuerte. Los indios, siendo unos tres mil, comenzaron a acercarse sin esperar más ayuda, pues pensaban que tenían fácil la victoria, y les tocaría más botín a cada uno. Don García mandó que ni los arcabuceros ni la artillería disparasen hasta que él lo mandase; con esta orden esperaron qué harían. Cuando los indios llegaron a la trinchera sin temor alguno, los soldados dispararon gran tempestad de arcabuzazos, y mataron a muchos. No por esto desmayaron, sino que, saltando la trinchera, pelearon pie a pie con los que dentro estaban. Un indio valiente le agarró a un soldado llamado Martín de Elvira, natural de Olvera, la pica que tenía en sus manos, y tirando de ella con brava fuerza, se la llevó. Otros indios valientes que quisieron entrar dentro del fuerte, fueron muertos, y los demás, viendo cómo los mataban con los arcabuces y que no podían entrar, se retiraron, pero, en la huida, mataron a muchos los españoles con la artillería gruesa. Viendo el daño que habían recibido, se apartaron de allí y no trataron más de volver contra ellos, esperando a ponerse de acuerdo en lo que debían hacer".

      En un párrafo enrevesadamente escrito (que pondré en orden), el cronista Marmolejo comenta que  "Don García de Mendoza, como había peleado con los indios dentro del fuerte, y se veía allí encerrado, recibía pena por la tardanza en llegar de los de a caballo que por tierra venían". Además, estaba triste por haberle dicho algunos de sus íntimos (siendo mentira) que lo hacían para estar más tiempo en Santiago en compañía de damas". Y, al respecto, hace el siguiente comentario: "Pues siempre hay entre estos hombres (cortesanos) algunos que son amigos de ganar favores que no saben conseguir de otra manera".

 

     (Imagen) No se puede dejar de lado la figura de ALONSO DE ERCILLA Y ZÚÑIGA. Sus características personales eran poco frecuentes entre los conquistadores:  por su distinguida familia, su mezcla de  militar y poeta, su admiración a los indios y las circunstancias que le obligaron a seguir otras sendas. Nació en Madrid el año 1533, aunque sus padres procedían de Bermeo (Vizcaya), donde se conserva el palacio familiar. Era hijo de Leonor de Zúñiga y de Fortún García de Ercilla, quien ejerció como jurista en el Consejo Real, pero murió siendo Alonso un niño. A eso se unió una quiebra económica, la muerte del hijo mayor y el ingreso en un seminario del siguiente. La madre, al cabo de unos años, logró entrar al servicio de la infanta Doña María, hija de Carlos V. Después a Alonso se le abrió un mundo, ya que, con solo quince años, se convirtió en uno de los pajes de Felipe II. Llegó a las Indias con García Hurtado de Mendoza el año 1555, quien, al ser nombrado gobernador de Chile en 1557, se lo llevó consigo. Alonso de Ercilla participó intensamente, como capitán de caballería, en batallas de gran dificultad contra los araucanos. Ya desde el inicio de su estancia en Chile, se dedicó a ir confeccionando su gran epopeya poética, La Araucana. Pero tuvo otra peculiaridad: su estancia en Chile solo duró 17 meses por un incidente asombroso, que provocó la ira de quien siempre lo había tenido en gran estima: Gonzalo de Mendoza. Estando el gobernador en la calle celebrando la fundación de Osorno, dos de sus acompañantes, Alonso de Ercilla y Juan de Pineda, pelearon espada en mano por un conflicto anterior. Para que la cosa no fuera a más, Gonzalo de Mendoza tiró del caballo a Ercilla dándole un golpe en la cabeza. Ya nos ha dicho Marmolejo que Mendoza estaba ensoberbecido, por su juventud, con su puesto de gobernador, y así se entiende que, dejándose llevar por la ira, mandara apresarlos, y los condenara a ser degollados. No fue fácil hacerle cambiar de propósito, pues, tras rechazar las súplicas de vecinos notables, fueron una mujer española y una india quienes consiguieron que cediera. ALONSO DE ERCILLA salvó la cabeza, pero el gobernador lo desterró a Perú. Volvió a España en 1562,  y se casó en Madrid el año 1570 con la adinerada María de Bazán. Felipe II lo nombró Caballero de Santiago y le confió importantes  misiones diplomáticas. Alonso disfrutó esa buena vida hasta morir en Madrid el año 1594. Además, siempre se ha considerado La Araucana un poema de gran altura, y, en su tiempo, tuvo un mucho éxito.




No hay comentarios:

Publicar un comentario