(1160) Sigue hablando Marmolejo de
Villagra padre y Villagra hijo de manera confundible, así que tendré que
interpretar poniéndoles el nombre para que el texto tenga sentido. Empieza
hablando del padre (que no se encontraba
en el mismo lugar que el hijo, y lo primero que dice es que los 'sermones'
buenistas de fray Gil de Ávila estaban dañando su firmeza. Hay que tener en
cuenta que era dominico, en cuya orden pesaban mucho los criterios de Bartolomé
de las Casas, que pertenecía a la misma orden: "Se le añadía a Francisco
de Villagra, para no acertar en hacer la guerra, que fray Gil de Ávila, en las predicaciones
que hacía a los soldados, les decía que se iban al infierno si mataban indios,
y que estaban obligados a pagar todo el daño que hiciesen y todo lo que
comiesen, porque los indios defendían una causa justa, que era su libertad,
casas y haciendas, pues Pedro de Valdivia no había entrado a la conquista como
lo manda la Iglesia, amonestando y requiriendo con palabras y obras a los
naturales. En lo cual, el clérigo se engañaba como hombre que no fue testigo de
lo que decía. Yo me hallé presente con Valdivia en el descubrimiento y la conquista,
y allí lo hacía todo como cristiano. Fray Gil pronunciaba sus palabras con
tanta fuerza, que hacían gran impresión en los ánimos de los capitanes y
soldados. Sucedió una vez que Villagra estaba mandando a algunos soldados que
hiciesen lo que sus capitanes les mandasen, y alanceasen a todos los indios que
pudiesen, mientras que fray Gil les decía que, los que quisiesen irse al
infierno, lo hiciesen así, siendo una grandísima confusión ver estas cosas y
que Villagra no las remediase, de lo que resultaba que se hacía la guerra
perezosamente. Hasta el punto de que los vecinos de Cañete le pedían a
Francisco de Villagra que se fuese de su ciudad y les dejase gente para hacer
la guerra. Villagra les dejó a su hijo Pedro de Villagra, y con él al capitán
Reinoso, con ciento veinte hombres de guerra, y él se fue a la ciudad de Los
Infantes (la ciudad de Angol), que estaba a diez leguas de Cañete".
Marmolejo va a seguir insistiendo en la
falta de empuje militar del gobernador Francisco de Villagra. Subraya que no
tuvieron que insistir los vecinos de Cañete para que abandonara la ciudad.
Después de irse, llegó a la de Villarrica, que estaba muy cerca de las minas de la de Valdivia. Allí se encontraba
el licenciado Altamirano, con orden suya de que juntase todo el oro que
extraían los españoles, tomando nota de la cantidad que pertenecía a cada uno.
Hubo muchos que desconfiaban de sus intenciones, porque quizá quisiera
enviárselo todo al Rey, o darle otro destino. Y comenta Marmolejo: "Pero el juez recto, que es Dios, le impidió
hacer lo que tenía pensado, porque sufrieron tanto de viruelas los indios que sacaban el oro, y
morían tantos de aquella pestilencia, que algunos religiosos, haciéndole
responsable, le pidieron que se dejase de sacar, y que lo sacado se lo
entregase a sus dueños. También le sucedió en este tiempo que, estando en la ciudad
Villarrica la pascua de Navidad del año de 1562, enfermó de mal de costado, con
algunas calenturas de que pensó morir, y de un mal que le dio en los empeines
de los pies de tan terrible dolor, que no podía andar a pie ni a caballo".
(Imagen) LORENZO BERNAL DE MERCADO va a aparecer
de inmediato en acción, y tendrá un importante protagonismo. Nació el año 1516
en Cantalapiedra (Salamanca). Llegó a Perú con el virrey Blasco Núñez Vela en
1544. Por lo que, sin duda, adquirió gran experiencia militar en el durísimo ambiente
de las guerras civiles que allí había. Estuvo en el bando de los leales al Rey,
luchando contra Gonzalo Pizarro, el cual fue vencido y ejecutado por Pedro de
la Gasca. En 1549, Francisco de Villagra lo convenció para que fuera con él a
Chile y se uniera a las tropas de Pedro de Valdivia, el cual, por sus méritos,
le otorgó una excepcional encomienda de indios, a cuya administración se dedicó
de lleno. Pero la muerte salvaje de Valdivia le provocó el ansia de dedicarse
únicamente a guerrear contra los indios, a los que, al parecer, odiaba. Aunque
en sus inicios en Chile hubo algunos que lo consideraban un irresponsable,
pronto demostró que era todo lo contrario. Su valentía, y sus dotes de líder
con extraordinarias habilidades estratégicas, hicieron que la gente lo llamara
'El Cid de los Andes', título que no estaba al alcance de cualquiera. Pronto
veremos la participación que tuvo en el fuerte de Angol contra los araucanos, y
en sucesivos enfrentamientos de la llamada Guerra de Arauco, por cuyos méritos
fue nombrado en 1565 Maestre de Campo de todo el ejército chileno. Ejerció como
corregidor en el cabildo de las ciudades de Concepción y Santiago. En 1578,
Rodrigo de Quiroga, gobernador de Chile, iba a presentar su renuncia por
motivos de salud, y le manifestó a Francisco de Toledo, virrey de Perú, que
consideraba a LORENZO BERNAL DE MERCADO como la persona apropiada para
sustituirle en el cargo. Pero su idea fue rechazada, quizá debido al carácter
duro y poco diplomático de Lorenzo. El año 1580, Felipe II, reconociendo sus
grandes méritos, lo nombró General del
Ejército. A partir de entonces, solicitó el retiro profesional, pero continuó
siendo el hombre imprescindible de los gobernadores y militares para organizar
las estrategias de ataque contra los indios rebeldes. Lorenzo se casó dos
veces, y tuvo tres hijas. En la imagen vemos que una de ellas, Isabel de Rojas
y Mercado (por medio de su marido) presenta sus méritos y servicios. Lo hizo en
1610 (15 años después de fallecer su padre), y se refiere a él como 'general',
aclarando que luchó contra Gonzalo Pizarro cuatro años. Lorenzo murió el año
1595, en aquella ciudad en la que, siendo joven, venció (una de tantas veces) a
los mapuches: Angol.
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