(1166) Sigamos con la angustiosa defensa
de Angol, estando Miguel de Velasco al mando de unos pocos y heroicos soldados:
"Los indios venían por tres partes, y don Miguel, tan falto de gente,
determinó pelear, con los veinte hombres que tenía, contra el escuadrón mayor,
pues en él estaba toda la fuerza que los indios traían. Puesta una pieza de
artillería en parte que podía alcanzar a los indios, les comenzó a tirar
algunas pelotas, y mandó apear a los arcabuceros para tirar con mayor acierto. Les
dijo que no disparasen todos juntos, sino de uno en uno, de manera que no
dejasen de tirar contra ellos, porque a causa del miedo que tenían cuando algún
arcabuz disparaba se agachaban todos, y, además, los arcabuceros eran muy
diestros y certeros en los tiros que hacían. Ellos eran Juan González Ayala,
Francisco Gómez, Miguel de Candía, Juan de Leiva, Martín de Ariza y Juan
Vázquez; y, los de a caballo, Juan Bernal de Mercado, Diego Barahona, Miguel
Sánchez, Pedro Cortés, Cristóbal de Olivera, Baltasar Pérez, Sebastián del Hoyo
y un clérigo llamado Mancio González, que iba con un crucifijo en la mano animándolos
y rogando a Dios les diese victoria. Los indios, considerando que la parte en
donde estaban era tierra llana y que los caballos les tenían ventaja,
comenzaron a dar muestras de tener miedo. Conocido esto por el capitán don
Miguel, atacó con los catorce hombres que tenía a caballo, y un indio se le
encaró, y le dio al caballo en que iba una lanzada por los pechos que le metió
más de una braza de lanza por el cuerpo. Don Miguel se habría visto perdido si
no lo defendiera con su espada, peleando valientemente, Juan Bernal de Mercado,
queriendo remedar en valentía a Lorenzo Bernal, su hermano, encendido en una
virtuosa envidia, y mostrar ser merecedor de tal hermano. Iba en un buen
caballo, y, para que se fijasen en él, le puso un pretal de cascabeles. Un
indio que lo esperó con una lanza, erró el golpe sobre el cuerpo, pero le
acertó por un muslo y le pasó más de la mitad de la lanza a la otra parte. El
caballo, con la furia que llevaba, le sacó la lanza al indio de las manos, y Juan
Bernal llegó luego adonde un amigo para que se la sacase. Pareciéndole que
tardaba demasiado, él mismo la sacó tirando del asta, y después peleó con gran riesgo
de perderse por la mucha sangre que le salía de la herida".
Y lograron la victoria; "Los demás
soldados, revueltos con los indios, pelearon de tal manera, que les hicieron
volver las espaldas huyendo hacia el río. Al otro escuadrón, que intentaba
entrar en el pueblo, le pusieron resistencia tres soldados con los yanaconas de
servicio que había en la ciudad. Allí estaba una mujer india que se cargaba de
piedras y se las entregaba a los yanaconas para que peleasen con ellas;
haciendo oficio de capitán, los animaba y volvía a por más. Los de este
escuadrón, al ver que los del principal habían huido, hicieron lo mismo. Fueron
muchos los indios que murieron por la artillería, y alanceados por los de a
caballo. Antonio González y Francisco de Tapia pelearon tan valientemente, que
merecieron aquel día cualquiera merced que Su Majestad les hiciera. Se habló
luego de mudar aquella ciudad a otro asiento mejor, donde con más seguridad
pudiesen estar. Y así se hizo después, trasladándola adonde hoy está poblada,
en un llano, a dos leguas de donde se encontraba, y en la ribera de un fresco
río llamado Congoya".
(Imagen) Marmolejo nos va a contar ahora
otro encontronazo de los tenaces y
rabiosos mapuches, pues, según dice, "aunque
los desbaratasen muchas veces, volvían a juntarse a miles, ya que era gente sin
temor, y morían bestialmente con gran ánimo". De lo que narra, voy a
adelantar una acción suicida de LOPE RUIZ DE GAMBOA Y BÉRRIZ: "Un
caballero vizcaíno, llamado Lope Ruiz de Gamboa, con ánimo grandísimo de
valiente hombre, como en efecto lo era deshaciendo a los indios y animando a
los demás a que se enfrentasen a ellos, les dijo a los soldados que él sería el
primero que iba a acometer, ya que solo eran indios, y que le siguiesen luego a
él y no dejasen caer sus ánimos, pues otras cosas mayores habían llevado a cabo
en el reino de Chile. Con esta determinación y ánimo, se arrojó al escuadrón de
los indios, los cuales, viéndolo venir, se abrieron y lo dejaron entrar, y luego
el escuadrón se cerró impidiendo pasar a los demás españoles que le quisieron
socorrer. Los indios que rodeaban a este caballero en mitad del escuadrón,
peleando con él con macanas grandes y porras, le dieron tantos golpes y
lanzadas, que lo derribaron del caballo y lo hicieron pedazos, desmembrándolo
todo, sin que nadie se atreviese a socorrerlo. Esta arremetida fue sin orden y por
propia decisión; y digo esto para salvar a los capitanes, pues no tuvieron ninguna
culpa". Lope tenía un hermano más joven que él, llamado MARTÍN RUIZ DE
GAMBOA Y BÉRRIZ, del que habrá mucho que decir más adelante, porque fue un
personaje muy importante, que, incluso, ejerció como gobernador en Chile. Lo
más probable es que llegaran juntos a Perú en 1550, y, de hecho, pasaron a
Chile el año 1552, poco antes de que ocurriera la cruel muerte sufrida por
Pedro de Valdivia. Lo que sí consta es que Lope había luchado en Perú contra
los indios Bracamoros, porque así se dice en un expediente de sus méritos y servicios
(ver imagen) presentado por su mujer el año 1563, poco después de su muerte. Lope
nació hacia 1530 en Durango (Vizcaya), y, al morir, dejó viuda a Isabel Suárez
de Figueroa y Ortiz de Gaete (con la que se había casado en Santiago de Chile
el año 1558), y huérfanos a dos hijos y una hija. Digamos también que, además
de tener una enorme valentía militar, LOPE RUIZ DE GAMBOA Y BÉRRIZ ejerció en
la ciudad de Cañete los importantes cargos de regidor, alcalde y (lo que era ya
el no va más) corregidor.
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