miércoles, 3 de noviembre de 2021

(1557) El gobernador GARCÍA HURTADO DE MENDOZA (que años después se convertiría en un sensato virrey) llegó a Chile como un joven prepotente y mandón. Otro que, con el tiempo, dio un giro sorprendente fue JUAN DE PINEDA.

 

     (1147) Luego Marmolejo insiste en la importancia que se daba el joven gobernador García Hurtado de Mendoza, quien, incluso, estuvo a punto de abroncar a quien había mandado para traer a los de a caballo: "Estaba tan indignado, que le escribió al capitán Juan Remón con duras palabras, diciéndole que, cuando trajera a los jinetes, no quería ni verlo, aunque después lo recibió de buenas maneras. Y es que, en este tiempo, don García estaba muy altivo porque no tenía nadie que se le igualase. Disponía de todo como le parecía, porque, en la categoría de su persona, casa, criados y guardia de alabarderos, estaba a la altura de su padre, y, además, como era un mancebo de veinte años, con el calor de la sangre levantaba los pensamientos a cosas grandes. Llegados los de a caballo a quince de setiembre de 1557, se olvidó de lo pasado y fueron todos a alojarse en el campamento. Era hermosa cosa ver tanta gente junta como hasta entonces no se había visto en Chile (se diría que el cronista fue testigo presencial)".

      En cuando llegaron los que traían los caballos, García de Mendoza organizó su plan de ataque. Comprobó que, en total, tenía unos quinientos soldados, y les indicó a los que iban a ir abanderados que tenían que pelear a pie: "Señaló a quien debía llevar el estandarte general, con las armas reales, y para sí tomó una compañía de arcabuceros y lanceros, escogiendo a un soldado antiguo al que respetasen y tuviesen por su capitán. Mandó a Francisco de Ulloa, capitán de caballería, con sus hombres, que fuese a enviar a tres hombres camino de La Imperial con una carta suya, para que supiesen que estaba de camino con el fin de ir a hacer la guerra en Arauco, rogándoles que viniesen a ayudarle con toda la gente que pudiesen, y que le esperasen por donde iba a pasar el río Biobío. Prevenido esto, mandó al capitán Bautista de Pastene, hombre entendido en cosas de la mar, que, con los carpinteros que en el campamento había, se hiciese una barca llana en la que cupiesen seis caballos, para pasar el río de Biobío, lo cual hizo con mucha brevedad, pues con ese fin se traían los materiales necesarios. Estando en estas tareas llegó el obispo don Rodrigo González (del que ya hablamos; el cronista parece evitar que se sepa que era pariente suyo, y nunca menciona su segundo apellido, que era Marmolejo), con doce caballos muy buenos de rienda, y un navío cargado de provisiones. Todo lo cual dio graciosamente a don García sin ninguna pretensión, lo cual fue señalado servicio en aquel tiempo, como hombre muy celoso de nuestra religión católica". A pesar de que el cronista no hace referencia a ese parentesco, sin embargo elogia al obispo, aunque tenía sus virtudes y sus defectos. Y añade lo siguiente: "Viendo a don García entregado a aquella empresa tan santa, le quiso ayudar con su hacienda y renta para que más fácilmente se hiciese realidad  su deseo". Ya hablamos de que don Rodrigo había sido dominico pero abandonó la orden religiosa, y vivió después como  sacerdote de parroquia, de forma que así se quitó de encima el voto de pobreza. Era ambicioso y se hizo muy rico, pero también tenía fama de generoso, como lo vemos ahora. Por otra parte, Marmolejo no precisa que su obispado fue interino, y que, cuando ya iba a serlo definitivo, no pudo ostentar esa dignidad porque murió poco antes de ser consagrado.

 

     (Imagen) Hemos visto en la imagen anterior el peligroso conflicto que hubo entre ALONSO DE ERCILLA y JUAN DE PINEDA. Si el primero tuvo una vida especial, el segundo no se quedó corto. Juan nació en Sevilla hacia el año 1520, por lo que tendría unos trece más que Alonso. Era de familia bien situada, siendo su padre el secretario del ayuntamiento sevillano. Tuvo una adolescencia problemática, caracterizada por su rebeldía y desenfreno. Quizá fuera el afán de aventuras lo que le llevó a Perú, adonde llegó hacia el año 1542, cuando aquello era un infierno de guerras civiles, pero luchó en el bando leal a la corona contra Diego de Almagro el Mozo. Es casi seguro que llegó a Chile con el nuevo gobernador, García de Mendoza, nombrado y enviado por su padre, el virrey de Perú Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete.  Es de suponer que a Juan de Pineda le sirviera su carácter  osado para destacar en las guerras contra los mapuches, y, de hecho, Alonso de Ercilla habla de él en La Araucana, a pesar del peligroso encontronazo que tuvieron los dos. Pero el carácter explosivo de Juan de Pineda dio un giro sorprendente. Al igual que Alonso de Ercilla, Juan de Pineda fue desterrado a Perú por el gobernador de Chile cuando, a regañadientes, les perdonó la vida tras la pelea que habían tenido entre ellos. Con Juan hizo el viaje un amigo suyo de Chile, el capitán Diego de Arana López de Armendáriz. Lo asombroso fue que, quizá teniendo en común viejas inquietudes religiosas, se las mostraron en Lima a fray Andrés de San Agustín, prior del convento de los agustinos, y, reforzados en sus sentimientos, profesaron los dos como agustinos el año 1560. El resto de sus vidas lo dedicaron a esa vocación, muriendo Arana en 1596, y Juan de Pineda el año 1606. A diferencia de Arana, que ejerció su ministerio en diversos conventos, siendo prior en algunos de ellos, el inquieto JUAN DE PINEDA, aunque también fue prior en diversas ocasiones, se dedicó principalmente a una labor misionera de largo recorrido. En eso vino a parar aquel complicado adolescente sevillano que fue un quebradero de cabeza para sus padres. Tampoco fue un caso demasiado excepcional en aquel ambiente de los conquistadores. Bernal Díaz del Castillo terminaba su maravillosa crónica sobre la conquista de México hablando de sus compañeros de fatigas. Muchos habían muerto, algunos de ellos "de su muerte" (de forma natural), y, de paso, recordaba a diez compañeros que lo vendieron todo para dárselo a los pobres e ingresaron en algún monasterio.




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