viernes, 12 de noviembre de 2021

(1565) Marmolejo, siempre veraz, tras haber criticado los defectos del gobernador García de Mendoza, habla ahora de sus grandes virtudes. También el oidor Hernando de Santillán y Figueroa, aunque muy recto, destacó por su valía.

 

     (1155) Aunque el cronista Marmolejo, que vivió de cerca esas aventuras junto al gobernador García Hurtado de Mendoza, ha puesto de relieve con claridad sus juveniles y prepotentes defectos, también le hemos visto alabar sus ciertos, y va a hacerlo de nuevo: "Después de haber tenido don García tan buen éxito en la guerra y la paz, y repoblado las ciudades del reino, se fue a la ciudad de Concepción, porque estaba en mitad del reino, para ocuparse de las necesidades que se ofreciesen, tanto de guerra como de gobierno. En cuanto llegó, les dijo a los vecinos que se preparasen para sacar oro, con el fin de mejorar la ciudad y reparar las necesidades, pues estaban muy pobres. Venida la primavera, se comenzó el trabajo en las minas. A Don García le sacaban oro seiscientos indios, y, como las minas eran ricas, también se aprovechaban en general los vecinos y soldados, de manera que se sacó mucho oro con el que pudieron proveerse después de ganados, ropas y otras cosas, y, a la voz del oro, acudieron mercaderes con sus dineros. Usó don García aquel año de mucha generosidad con casados pobres y con algunos soldados y criados que le servían, dándoles todo el oro que en las minas le sacaban de domingo a domingo, según las necesidades y los merecimientos de cada uno. Pues cierto es que, aunque tuvo otras cosas de mancebo, siempre resplandeció en él mucha virtud. Y así, repartía el oro que le sacaban, aprovechándose él poco, si no era de la gloria que recibía en darlo. Desde Concepción proveía a Arauco y a Cañete de gente siempre que le avisaron que tenían necesidad de ella, y envió al capitán don Pedro de Avendaño (recordemos que fue quien apresó a Caupolicán) con cuarenta soldados a caballo que anduviesen en la comarca de Cañete asentando a los indios que estaban poblados en la sierra, y castigando a los de guerra. Era don Pedro hombre cruel con los indios. Recibía gran contento matándolos, y él mismo con su espada los hacía pedazos, por lo que le tenían gran temor en toda la provincia, y esta crueldad le causó la muerte, como adelante se dirá, porque unos indios se conjuraron contra él y lo mataron". Marmolejo, como en general los soldados de aquellas conquistas, admiraba la valentía y la eficacia en las guerras, pero criticaba el ensañamiento.

     Decididamente, a pesar de que fue generoso distribuyendo el oro, muchos soldados no estaban contentos con el joven gobernador: "Durante aquel tiempo de paz, algunos soldados, disgustados con don García por no haberles dado sustento a pesar de  que eran veteranos, y pensando que los tenía en poco, para huir de su presencia se iban a Santiago, la ciudad principal del reino, y, desde allí, algunos mandaban cartas con noticias falsas. El licenciado Santillán, como encargado de la justicia, quiso aclararlo. Halló que era culpable un soldado llamado Ibarra, y lo ahorcó. Con este castigo,  de allí en adelante no se echaron más noticias en aquella ciudad". Sin embargo, corrió otro bulo en la de Valdivia, según el cual, iba a llegar Villagra como gobernador, de lo que se alegraron muchos vecinos, festejándolo a lo grande por las calles. Es buen momento para decir que, aunque la noticia era falsa, Villagra sí había sido nombrado gobernador, pero el padre de García Hurtado de Mendoza, el virrey de Perú Andrés Hurtado de Mendoza, lo va a estar ocultando durante dos años.

 

     (Imagen) No se  nos presenta en actitud simpática el licenciado HERNANDO DE SANTILLÁN Y FIGUEROA, porque acaba de ahorcar a un soldado. Pero Santillán fue todo un personaje en aquellas tierras americanas. Nació en Sevilla el año 1519, de familia noble. Su abuelo era caballero de Santiago, y un tío abuelo, obispo de Osma y embajador en el Vaticano. Se casó con Ana Dávila de Baamonte y Sandoval, también de alto linaje. Tuvo pronto cargos jurídicos en la cancillería de Granada y en la de Valladolid. Su categoría aumentó al llegar como oidor a la Audiencia de Lima el año 1550. Pedro de la Gasca, después de haber derrotado a Gonzalo Pizarro, se ocupó ese mismo año, antes de partir hacia España, en encargar a personajes del alto clero que mejoraran la situación de los nativos en cuanto a sus condiciones de trabajo al servicio de los encomenderos, y, como jurista, participó Hernando de Santillán, adquiriendo mucha experiencia al respecto. En 1557 llegó a Chile junto al nuevo gobernador, García Hurtado de Mendoza, quien,  ya poco después de llegar, sabiendo su valía, lo nombró justicia mayor y teniente general suyo, y así lo acabamos de ver ahorcando sin contemplaciones a un soldado que creaba problemas. El gobernador, sabiendo que aprendió mucho sobre el tema estando con Pedro de la Gasca en Perú, le confió presentar una regulación que protegiera de forma humanitaria a los indios de las encomiendas. Siguiendo su criterio, se creó la llamada Tasa de Santillán, que regulaba, entre otras cosas y de forma razonable, los horarios y días de trabajo de los indios en las minas. Regresó a Lima en 1561, nuevamente con el cargo de oidor de la Audiencia. Tres años después fue encargado de fundar la primera Audiencia de Quito, donde ejerció asimismo como gobernador interino del territorio. Era un hombre muy independiente en sus decisiones, haciendo lo que estimaba correcto, pero eso le creó serios problemas. Y así, en la imagen vemos que, en 1565, "presentó quejas contra el presidente de la Audiencia de Lima, licenciado Castro, quien le hacía objeto de toda suerte de vejaciones". Se vio obligado a regresar a España en 1571 para defender sus criterios. Fallecida su mujer, decidió llevar una vida religiosa, y aceptó ser obispo de la diócesis de Charcas (Perú). Tres meses después de llegar a Lima, en junio de 1574, HERNANDO DE SANTILLÁN Y FIGUEROA falleció sin haber podido ir a tomar posesión de su obispado.




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