(1149) El gobernador siguió con su
ejército hacia Arauco, enviando por delante a varios de a caballo para llegar
al sitio en el que los indios hicieron huir a la tropa de Francisco de Villagra.
Cuando todos llegaron al lugar, tuvieron la satisfacción de haber derrotado a
algunos indios. Por la costa iba un navío que les proveía de lo necesario donde
se paraban. Y de nuevo ocurrió algo que decepcionó al exigente García de
Mendoza: "Por orden suya Arnao Cegarra, que era contador
del rey, natural de Sevilla, fue con una compañía de caballos a inspeccionar el
territorio y recoger datos sobre sus indios. Don García se guio más por la calidad de la persona que por su práctica en la guerra,
pues, ciertamente, Arnao Cegarra no tenía ninguna. Como no llevaba su gente
recogida para lo que pudiese suceder, un soldado entró por el monte tras unos
indios, que, como lo vieron solo, se revolvieron contra él, y, peleando, lo
mataron. Después de buscarlo, sus compañeros lo hallaron despojado de las armas
y vestidos, lo cargaron en un caballo y lo llevaron al campamento para enterrarlo.
Don García, disgustado por el mal orden que se había tenido, reprendió a Arnao Cegarra
y no volvió a encomendarle cosa alguna".
El gobernador se enteró de que unos indios
mapuches estaban al acecho en un fuerte para atacar a los españoles, y decidió seguir su camino por
otra ruta más segura. Parece ser que, entre los indios que acompañaban a su
tropa, había algunos traidores, y se lo hicieron saber a los del fuerte. Los
mapuches, que pecaban de soberbia y autosuficiencia, viéndolo como una
oportunidad de victoria, fueron a su encuentro. Contaban, además, con un mítico
cacique que el cronista menciona por primera vez: "Con
esta determinación, salieron del fuerte sin considerarlo necesario, debido a las
muchas victorias que ya habían logrado. Como hombres soberbios y temerarios, la
mañana siguiente atacaron el campamento trayendo como capitán mayor a Caupolicán. Cuando fueron
descubiertos por los centinelas, dieron la alarma. Don García mandó cargar la
artillería, que eran cuatro piezas de campo que estaban puestas en un alto desde
el cual dominarían bien a los indios que estuvieran al descubierto. Colocó dos
compañías de caballería y una de infantería frente a los indios, con orden de
no pelear hasta que él lo mandase. Pero, no teniendo paciencia para aguardar, fueron
contra los indios, los cuales derribaron de los caballos a dos soldados que
fueron socorridos por el capitán Rodrigo de Quiroga con algunos de sus hombres.
Los indios les tenían ventaja, porque se peleaba en sitio poco llano y con
muchas laderas, y en saliendo del llano que tenían no los podían enojar, sino solo
los infantes, que hicieron mucho efecto, porque andando peleando iban siempre
ganando contra ellos. El otro escuadrón de indios estaba a la espera y mejor
ordenado, con sus capitanes delante poniéndolos en orden, los cuales tenían atados
unos rabos de zorra a la cinta por la parte trasera, que les colgaban a manera
de cola de lobo, como símbolo de la bravura de sus jefes más señalados y
valientes.
(Imagen) Por fin, el cronista ALONSO DE
GÓNGORA MARMOLEJO nos dice que fue testigo de la mayor parte de los hechos que
narra: "Acaeció una cosa entonces que muestra cuán
valientes son estos bárbaros mapuches. Unos soldados le trajeron preso un indio
a don García, el cual mandó que le cortasen las manos, y, castigado así, lo
envió adonde sus señores estaban, para que les dijese que, si se rendían, les mantendría
la paz, pero que, si no lo querían hacer, a todos había de tratar de aquella
manera. Ellos reunieron a a sus gente, tomó la palabra CAUPOLICÁN (de quien
el cronista dice que era hombre de grandes fuerzas y muy cruel), según se
supo después, y les dijo: Que ya habían vencido a los españoles otras veces, que
peleasen animosamente para lograr la victoria, con la cual obtendrían gran
cantidad de ropas, caballos y otras muchas cosas de valor, y que, si, lo que él
no creía, fuesen vencidos, no tuviesen temor de dar otras batallas, hasta morir
todos, porque era mejor morir peleando valientemente, que no verse como aquel
indio con las manos cortadas. Y, para animarlos más, andaba el indio mostrando
las manos cortadas a todos y diciéndoles en voz alta que
peleasen, para que no se viesen como él. Los indios, como hasta entonces no les
iba mal, sino que peleaban bien, estaban parados esperando a los cristianos que
iban poco a poco hacia ellos. Comenzó a jugar la artillería tan bien, que, lanzando
las pelotas hacia la multitud, hicieron gran estrago y pusieron mayor temor, porque
yo vi una pelota (pues me hallé presente y peleé en la mayoría de lo contenido
en este libro) que, yendo algo alta, antes de dar en los enemigos llevó por
delante gran número de las picas que tenían enhiestas, haciéndoselas pedazos, y,
sacándoselas de las manos, los dejaban con espanto de cosa tan nueva para
ellos, porque, aunque otras veces habían peleado contra artillería, era pequeña
y no había hecho en ellos tanto daño. Don García llevó por delante dos
compañías de arcabuceros con gran determinación, disparando contra el escuadrón
de indios sus arcabuces, y derribando a muchos porque los tomaba juntos. Viendo
los indios tres estandartes de a caballo que venían a atacarlos y que la
artillería no cesaba, volvieron las espaldas para evitar su perdición. Los de a
caballo alancearon a muchos de ellos, y, por estar cerca una quebrada grande y
honda, escaparon los más echándose por ella. Allí los mataban los soldados de a
pie a estocadas y lanzadas, aunque los muchos que se rindieron, acabado el
furor de la batalla, salvaron las vidas con pequeño castigo".
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