sábado, 13 de noviembre de 2021

(1566) El gobernador de Chile, García de Mendoza, tuvo muchos éxitos militares, pero poco tacto con sus hombres. Se despidió de ellos con emoción, pero sin mencionar que iba a ser destituido porque llegaba a Perú un nuevo virrey, Luis de Velasco y Castilla.

 

      (1156)  García Hurtado de Mendoza se enteró pronto del jolgorio que habían armado los vecinos de Valdivia cuando les llegó la noticia falsa de que Francisco de Villagra había sido reconocido como gobernador de Chile, y envió de inmediato al capitán Gaspar de la Barrera para que les trajese a los entusiasmados: "Cuando volvió con ellos, los envió con Francisco Vázquez de Eslava para que se los entregase en la ciudad de Cañete, como a hombre de confianza, al capitán que allí estaba, para que permaneciesen en aquella ciudad algún tiempo. Don García de Mendoza, para que todo estuviese bien pacificado, después de haber estado el invierno en la Concepción, se fue a la casa de Arauco, que ya estaba acabada. También mandó a don Miguel de Velasco que, con cuarenta soldados, fuese a poblar la ciudad de Angol, que en tiempo de Valdivia había sido poblada (en 1553, y pronto arrasada por los mapuches, siendo masacrado Valdivia), y que vecinos que estaban en Concepción, Tucapel e Imperial fuesen a residir en ella. Fue tan bien asentada, que esta ciudad será muy principal en la paz y en la guerra, porque tiene todo lo bueno que una ciudad debe tener para ennoblecerse". Marmolejo, que murió en 1576, no acertó en su pronóstico, ya que Angol fue destruida por los mapuches el año 1600. Luego  sale a relucir alguien de quien hablaremos pronto: "Don García también le rogó al padre sochantre (encargado del coro) Molina , antiguo en las Indias, hombre de buena vida, que animase a aquellos indios a vivir en la fe de Jesucristo, o, por lo menos, a que guardasen la ley natural, lo cual no hacían, pues cada uno tenía todas las mujeres que podía sustentar. Hizo este padre mucho fruto, porque recibieron agua del Espíritu Santo infinidad de niños, muchachos y mujeres, pero por el mal orden de algunos gobernadores, y por pecados de los españoles, todo se ha perdido".

     Pero el gobernador García Hurtado de Mendoza tenía ya intención de marcharse de Chile. Era el año 1560, y el cronista no hace mención de los principales motivos de su renuncia. Explica que estaba desanimado, no por sus campañas, ya que habían sido victoriosas, sino por los resultados económicos. En realidad, la razón fundamental era otra. Sabía que su padre había sido destituido de su cargo como virrey de Perú, y era de suponer que se nombrara a un nuevo gobernador de Chile. Así se explica Marmolejo: "El gobernador, constándole que no necesitaba tanto servicio como tenía, sino dos pajes y un mozo de espuelas, porque en aquel tiempo no se sacaba oro más que en las ciudades de Santiago y La Serena (posteriormente se ha obtenido mucho en el reino), despidió también alabarderos y criados, pues, aunque él tenía veinte mil pesos de salario, no los cobraba, ya que no había tanto dinero en las cajas del rey para poderle pagar. Quedó tan a la ligera, que después de haber repartido sus caballos y algunas joyas en amigos y en otros partidarios suyos, mandó juntar el pueblo en las casas de su morada, en una sala grande, para dirigirse a ellos".

 

     (Imagen) El cronista Marmolejo nos habla de que el gobernador GARCÍA HURTADO DE MENDOZA iba a abandonar su cargo, y fue testigo de las palabras que dirigió a sus hombres, que, resumidas, fueron estas: "Mi padre, el marqués, me envió a este reino hasta que Su Majestad otra cosa mandase, y para servirle, me quise ocupar, como vuestras mercedes han visto, en paz y en guerra, en todo aquello que en general se ha ofrecido, gastando mi edad en cosas valiosas, como es poblar ciudades y aquietar esta provincia. Siendo Dios servido darme buenos éxitos para ampliar este reino, pues de mis trabajos ha resultado tener vuesas mercedes ayuda en sus casas y principio para ser ricos, de lo que yo me huelgo infinito, aunque no saco de esto provecho, sino haber gastado lo que traje del Perú, y lo que mi padre me dio, que con ello, y con lo que después me envió, pudiera ser rico. Me alegra en gran manera salir de Chile pobre, pues todos han visto lo que traje cuando en este reino entré, y lo que ahora tengo. No lo he vendido, sino que lo he dado, aunque mucha parte de ello gastado para sustentarme. Vine mozo, y ahora parezco tener diez años que los de mi edad. Todos sabrán que es verdad lo que digo, pues pueden vuesas mercedes creer que siento tanto salir de esta ciudad, como cuando salí de España para venir al Perú, por los amigos que allí dejé. Quisiera no tener que ir a Santiago, pero me conviene tratar de cerca y comunicar con mi padre para que ponga orden en mi remedio ante Su Majestad (sabía que le habían presentado muchas quejas), pues le he servido como todos han visto. El mandar crea tantas envidias, que, aunque en esta tierra tengo muchos amigos, sé que tengo más enemigos, pero ninguno podrá decir que me he hecho rico en Chile". Al final se emocionó porque no pudo recompensar como deseaba a quienes le habían servido. Por lo que terminó diciendo: "Me enternezco tanto, que no puedo decir lo que quisiera". Y el cronista añade: "Fue cosa de notar que casi todos los presentes tenían los ojos arrasados en lágrimas, a pesar de que muchos estaban a mal con él, porque, en el repartimiento de indios que hizo, tuvo más en cuenta a  los que trajo consigo del Perú que a los antiguos de Chile, que  habían servido mucho al rey. De esto se quejaban, y deseaban verle fuera del reino, porque su nombre en aquel tiempo les era odioso". Partió el año 1561, pero volvió triunfante en 1589, y con título de virrey de Perú. Ejerció con éxito, y fue sustituido el año 1596 por el virrey LUIS DE VELASCO Y CASTILLA, que fue, además, dos veces virrey de México.




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