(1165) Francisco de Villagra mandó
embarcar a los desplazados de la ciudad de Cañete, y él también lo hizo, para
irse a Concepción. Aunque Marmolejo no lo precisa, se supone que todos
iban a la misma ciudad: "Como Pedro
de Villagra (su primo) había llegado allí a darle el pésame por la
muerte de su hijo, y era hombre de guerra, le mandó que se quedase, como
teniente general suyo, en Arauco, con ciento diez hombres. Y, para que se sepa
quiénes eran, porque los veremos en acción más adelante, he querido ponerlos aquí
(cita a los más importantes): Pedro de Villagra, Lorenzo Bernal, Gaspar
de la Barrera, Francisco Vaca, Alonso de Alvarado, Alonso Campofrío, Sancho
Medrano, Alonso Chacón Andicano, Agustín de Ahumada, Antonio de Lastur, don
Francisco Ponce, Francisco de Godoy, Hernán Pérez, Francisco de Arredondo, don
Gaspar de Salazar, Francisco Gómez Ronquillo, Pedro Beltrán, Gonzalo Pérez,
Juan de Almonacid, Juan Garcés de Bobadilla, Gabriel Gutiérrez, Lorenzo Pacho,
Juan de Ahumada, Bartolomé Juárez, Juan Salvador, Francisco de Niebla Bahurto,
Pedro Fernández de Córdoba, Gómez de León, Francisco Lorenzo, Baltasar de
Castro, Juan Rieros, don Juan Enríquez, Lope Ruiz de Gamboa, Juan de Córdoba,
Cabral Guisado, Juan de la Cueva, Cortés de Ojeda, Gonzalo Fernández Bermejo,
Jacome Pastén y Villalobos: todos los cuales se hallaron en el cerco de los
indios, y defendieron aquel fuerte de Arauco peleando infinitas veces, como
adelante se dirá".
Los indios de la zona de Arauco, viendo
que Francisco de Villagra se había embarcado para ir a Concepción, y que los
españoles despoblaron la ciudad de Cañete, quisieron aprovechar esa muestra de
debilidad para preparar un nuevo ataque contra el fuerte de Arauco:
"Hicieron un llamamiento general a todos los nativos, y le rogaron a
Colocolo que se encargase de la guerra, el cual era un cacique muy importante y
señor de muchos indios (el cronista se contradice, porque acaba de afirmar que Colocolo fue siempre fiel a
los españoles). En las reuniones, los indios estuvieron de acuerdo con su parecer,
pues era hombre sensato, cuerdo, y entendía bien las cosas de guerra. Les
aconsejó que se avisaran a los indios cercanos a la ciudad de Angol, para que,
juntos, atacasen allí repentinamente".
La idea entusiasmó a todos los mapuches de aquellos lugares: "Juntos en cantidad
de seis mil indios, lucida gente y soberbios en gran manera, se representaron
para atacar la ciudad a mediodía, habiendo sido mejor al amanecer, para tomar a
los españoles descuidados en sus camas, pero quiso Dios que no se les ocurriera,
para que no se perdiese tanto niño y tanta mujer. El capitán don Miguel de
Velasco (que estaba al mando de la ciudad), al verlos venir, mandó
recoger las mujeres y muchachos en dos casas que estaban cercadas de pared,
dejó con ellos algunos soldados y al capitán Juan Barahona y salió con solo
veinte hombres, porque había enviado al capitán Francisco de Ulloa con quince
soldados para saber qué intentaban hacer los indios del territorio, y a Juan
Morán con otros ocho soldados para lo mismo. De manera que los indios acertaron
al venir contra Angol no teniendo don Miguel más gente que estos veinte
hombres, seis arcabuceros y catorce de a caballo".
(imagen) DON MIGUEL DE VELASCO Y AVENDAÑO
va a hacer maravillas obligando a huir a los mapuches que atacaban Angol, la
ciudad que tenía bajo su mando como corregidor. Eran seis mil indios contra
veintiún españoles y unos pocos nativos amigos. Miguel de Velasco nació el año 1525 en Legutiano
(Álava). Llegó a las indias con su cuñado, el mariscal Alonso de Alvarado,
acompañando a Pedro de la Gasca (que trataba como un amigo a Miguel), bajo cuyo
mando lucharon contra el rebelde Gonzalo Pizarro. Estuvo a punto de casarse,
hacia el año 1549, con la extraordinaria Francisca de Pizarro, la hija mestiza
del gran conquistador, ya fallecido. Fue a Chile en 1551 con Francisco de
Villagra. Muerto Valdivia en 1553, participó bajo el mando del gobernador
García Hurtado de Mendoza en constantes y victoriosas batallas contra los
mapuches. En 1560 había vuelto a Lima con intención de que le concedieran
beneficios como heredero de su hermano
Martín de Avendaño, para lo que presentó, además, un expediente de sus propios
méritos y servicios. Regresó enseguida a Chile con refuerzos, lo que le
agradeció el ya gobernador Francisco de Villagra nombrándolo corregidor de la
ciudad de Angol, y por eso lo vemos allí ahora luchando contra los mapuches, y
venciéndolos, con un minúsculo grupo de españoles. Temporalmente, fue
gobernador y y capitán general de Chile, por nombramiento de la Audiencia de
Lima, en 1567. Hacia 1575 estaba en Madrid por pleitos con el fiscal, el cual
había perdido documentación que le entregó el virrey Francisco de Toledo en Perú, y consiguió que su reclamación fuera aceptada por el Rey,
logrando, entre otras cosas, que se le devolviera una encomienda de indios que
le habían anulado. De regreso en Lima, se casó el 31 de diciembre de 1577 con
María Manrique de la Vega, nacida en Carrión de los Condes (Palencia), y con
tan mala suerte, que MIGUEL DE VELASCO Y AVENDAÑO falleció diecisiete días más
tarde. Quedó como heredera universal su única hija, Ana de Velasco y Avendaño,
una mestiza a la que reconoció legalmente como legítima. Al fallecer Miguel, la
metieron en un convento, pero, por ser rica heredera, el virrey Don Francisco
de Toledo hizo que se casara con Juan Calderón de Vargas, corregidor de Tarauma
y Chichacocha, quien presentó el año 1598, como vemos en la imagen, un
expediente de los méritos y servicios de su suegro, Miguel de Velasco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario