martes, 9 de noviembre de 2021

(1562) Meritoria victoria de Alonso de Reinoso contra los mapuches. El prepotente y joven gobernador García Hurtado de Mendoza seguía ofendiendo a sus capitanes y ganándose su odio.

 

   (1152) El gobernador García de Mendoza tuvo interés en dejar a los vecinos de la recién fundada ciudad de Cañete en la mejor situación posible. Para ello ordenó que se les llevara, desde la ciudad Imperial, ganado abundante, y los encargados de proteger su desplazamiento fueron un capitán y sesenta soldados. Para mayor seguridad, el gobernador envió después al capitán Alonso de Reinoso, al mando de cincuenta soldados, con el fin de que se encontrara con los que transportaban el ganado en Purén (una localidad de gran importancia, durante siglos, en las guerras contra los mapuches). Como los indios siempre recibían información sobre los movimientos de los españoles, al enterarse de ese traslado vieron una buena oportunidad para aniquilarlos, y prepararon una trampa que, a su parecer, no podía fallar: "Se juntaron un número grandísimo de ellos, e idearon un plan. Había una quebrada que estrechaba el camino de tal manera que sólo dos hombres juntos a caballo podían caminar por él, y por la parte de arriba tenía un andén desde el que se veía bien el camino. Allí debían esperar a los cristianos, y, cuando los cristianos entrasen en la quebrada, un escuadrón de indios les impediría seguir adelante, y otro escuadrón pelearía con los de la retaguardia. Teniéndolos sin escape, los que estaban en lo alto dispararían entonces con grande número de piedras, pues de esta manera los desbaratarían y les tomarían todo el ganado y muchas cosas buenas, como caballos y armas".

     Estaban los mapuches tan seguros de acabar con todos los españoles, que, después de haber llevado montones de piedras a lo alto de la quebrada, vieron pasar por el camino estrecho a Alonso de Reinoso con sus hombres y los dejaron seguir adelante, para esperar a que volviera con los demás españoles y el ganado, haciendo así entonces la masacre. Parecía que su previsión se iba a cumplir, porque vieron que venían ya todos los españoles con el ganado: "Llegados a la quebrada los españoles, los dejaron entrar, y, al encontrar de frente a los indios con sus armas, comenzaron a pelear con los arcabuces. Los indios que estaban en lo alto, viéndolos que estaban inmovilizados, tiraron sobre ellos una tempestad de piedras grandes. Estando en este aprieto, a causa de tenerles los indios tanta ventaja, el capitán Reinoso halló una senda para ir al alto, y subió por ella a caballo, con otros soldados detrás. Llegando a lo más alto, hallaron una montañuela que tenía buena vista, lugar que los indios no habían utilizado, porque, aunque desde allí las piedras caerían con más fuerza, no era tan a propósito, ya que estaba demasiado lejos. Tomando posición, Reinoso mandó de inmediato disparar los arcabuces. Los indios que estaban en lo bajo, al oírlos y ver que que les tenían tomado aquel alto dominante, comprendieron que, si perseveraban, se perderían, porque comenzaban a tirarles y morían muchos, de manera que, dejando las armas, comenzaron a huir. Se tomaron algunos presos, y a los demás no se los pudo coger por ser la montaña áspera. Habiéndoles salido bien este enfrentamiento, los españoles hicieron su camino maravillados del ardid que los indios habían preparado. De los cristianos, pocos fueron heridos, pero muchos maltratados por las piedras. Cuando al día siguiente llegaron al campamento, don García les salió a recibir e hizo al capitán Alonso de Reinoso muchos favores".

 

     (Imagen) Como vamos viendo, el gobernador García de Mendoza (que años después sería un excelente virrey), tenía potenciada la soberbia juvenil, y estuvo a punto varias veces de llevar a cabo crueles actos irremediables. Había soldados descontentos por lo mal recompensados que veían sus servicios. Recordemos que uno de los se le quejaron al gobernador fue Juan de Alvarado, pero lo hizo de buenas formas, y el irascible García de Mendoza, sin pruebas suficientes, dio por hecho que Juan era el autor de una carta anónima de protesta muy ofensiva que había recibido, y lo desterró. Marmolejo dice que lo expulsó 'del reino', o sea, de Chile. Pero no fue así, porque, como vimos, Juan se trasladó a Osorno, una población chilena, y, cuando cesó en su cargo el gobernador, continuó  brillando como conquistador, lo cual le costó la vida, el año 1569, en una batalla contra los mapuches. Después de este incidente con Juan, García de Mendoza, sumamente irritado, reunió a los soldados, y fue muy despectivo con sus palabras: "Teniendo enfrente a los que cupieron en el aposento, les dijo que supiesen que, a los caballeros que del Perú había traído consigo, no los  engañaría, y que les había de dar de comer cuanto fuera posible, pero que, entre los de Chile,  no hallaba cuatro hombres que tuviesen padre conocido, y que, si Valdivia los engañó, o Villagra, que se aguantasen. Al acabar su plática, les dijo: '¿En qué protestas andan aquí estos hijos de puta?'. Fueron palabras que, volviendo con ellas la espalda, los dejó muy lastimados porque estaban delante muchos hombres nobles que habían ayudado a ganar aquel reino y a sustentarlo. Desde aquel día le tomaron tanto odio, que jamás los pudo hacer amigos. Después, siempre que podían se lo daban a entender, y así, cuando marchó de Chile, se alegraban de verlo ir pobre y poco apreciado. Más tarde, fue nombrado gobernador Francisco de Villagra, y, en el juicio de residencia que  se mandó tomarle (era habitual al dejar un cargo), se dijeron tantas cosas contra Don García de Mendoza, que por ellas fue mal visto en el Consejo Real. Y así se ve que, por poderoso que uno sea, no debe tratar mal a nadie, porque, si es de ánimo noble, sabrá vengarse en persona, y si no lo es, lo hará de alguna otra manera". En el mapa de la imagen, vemos el emplazamiento de la ciudad de Osorno, fundada en 1558 por el gobernador García de Mendoza, situada a unos 900 km al sur de Santiago de Chile, y a la que puso ese nombre en memoria de su abuelo materno, Conde de Osorno.




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