(1152) El gobernador García de
Mendoza tuvo interés en dejar a los vecinos de la recién fundada ciudad de
Cañete en la mejor situación posible. Para ello ordenó que se les llevara,
desde la ciudad Imperial, ganado abundante, y los encargados de proteger su
desplazamiento fueron un capitán y sesenta soldados. Para mayor seguridad, el
gobernador envió después al capitán Alonso de Reinoso, al mando de cincuenta
soldados, con el fin de que se encontrara con los que transportaban el ganado
en Purén (una localidad de gran importancia, durante siglos, en las guerras
contra los mapuches). Como los indios siempre recibían información sobre los
movimientos de los españoles, al enterarse de ese traslado vieron una buena
oportunidad para aniquilarlos, y prepararon una trampa que, a su parecer, no
podía fallar: "Se juntaron un número grandísimo de ellos, e idearon un
plan. Había una quebrada que estrechaba el camino de tal manera que sólo dos
hombres juntos a caballo podían caminar por él, y por la parte de arriba tenía
un andén desde el que se veía bien el camino. Allí debían esperar a los cristianos,
y, cuando los cristianos entrasen en la quebrada, un escuadrón de indios les
impediría seguir adelante, y otro escuadrón pelearía con los de la retaguardia.
Teniéndolos sin escape, los que estaban en lo alto dispararían entonces con
grande número de piedras, pues de esta manera los desbaratarían y les tomarían
todo el ganado y muchas cosas buenas, como caballos y armas".
Estaban los mapuches tan seguros de acabar
con todos los españoles, que, después de haber llevado montones de piedras a lo
alto de la quebrada, vieron pasar por el camino estrecho a Alonso de Reinoso
con sus hombres y los dejaron seguir adelante, para esperar a que volviera con
los demás españoles y el ganado, haciendo así entonces la masacre. Parecía que
su previsión se iba a cumplir, porque vieron que venían ya todos los españoles con
el ganado: "Llegados a la quebrada los españoles, los dejaron entrar, y, al
encontrar de frente a los indios con sus armas, comenzaron a pelear con los
arcabuces. Los indios que estaban en lo alto, viéndolos que estaban
inmovilizados, tiraron sobre ellos una tempestad de piedras grandes. Estando en
este aprieto, a causa de tenerles los indios tanta ventaja, el capitán Reinoso
halló una senda para ir al alto, y subió por ella a caballo, con otros soldados
detrás. Llegando a lo más alto, hallaron una montañuela que tenía buena vista, lugar
que los indios no habían utilizado, porque, aunque desde allí las piedras caerían
con más fuerza, no era tan a propósito, ya que estaba demasiado lejos. Tomando
posición, Reinoso mandó de inmediato disparar los arcabuces. Los indios que
estaban en lo bajo, al oírlos y ver que que les tenían tomado aquel alto dominante,
comprendieron que, si perseveraban, se perderían, porque comenzaban a tirarles y
morían muchos, de manera que, dejando las armas, comenzaron a huir. Se tomaron
algunos presos, y a los demás no se los pudo coger por ser la montaña áspera. Habiéndoles
salido bien este enfrentamiento, los españoles hicieron su camino maravillados
del ardid que los indios habían preparado. De los cristianos, pocos fueron
heridos, pero muchos maltratados por las piedras. Cuando al día siguiente
llegaron al campamento, don García les salió a recibir e hizo al capitán Alonso
de Reinoso muchos favores".
(Imagen) Como vamos viendo, el gobernador
García de Mendoza (que años después sería un excelente virrey), tenía
potenciada la soberbia juvenil, y estuvo a punto varias veces de llevar a cabo
crueles actos irremediables. Había soldados
descontentos por lo mal recompensados que veían sus servicios. Recordemos que
uno de los se le quejaron al gobernador fue Juan de Alvarado, pero lo hizo de
buenas formas, y el irascible García de Mendoza, sin pruebas suficientes, dio
por hecho que Juan era el autor de una carta anónima de protesta muy ofensiva
que había recibido, y lo desterró. Marmolejo dice que lo expulsó 'del reino', o
sea, de Chile. Pero no fue así, porque, como vimos, Juan se trasladó a Osorno,
una población chilena, y, cuando cesó en su cargo el gobernador, continuó brillando como conquistador, lo cual le costó
la vida, el año 1569, en una batalla contra los mapuches. Después de este
incidente con Juan, García de Mendoza, sumamente irritado, reunió a los
soldados, y fue muy despectivo con sus palabras: "Teniendo enfrente a los
que cupieron en el aposento, les dijo que supiesen que, a los caballeros que
del Perú había traído consigo, no los engañaría,
y que les había de dar de comer cuanto fuera posible, pero que, entre los de
Chile, no hallaba cuatro hombres que tuviesen
padre conocido, y que, si Valdivia los engañó, o Villagra, que se aguantasen. Al
acabar su plática, les dijo: '¿En qué protestas andan aquí estos hijos de puta?'.
Fueron palabras que, volviendo con ellas la espalda, los dejó muy lastimados porque
estaban delante muchos hombres nobles que habían ayudado a ganar aquel reino y a
sustentarlo. Desde aquel día le tomaron tanto odio, que jamás los pudo hacer
amigos. Después, siempre que podían se lo daban a entender, y así, cuando marchó
de Chile, se alegraban de verlo ir pobre y poco apreciado. Más tarde, fue
nombrado gobernador Francisco de Villagra, y, en el juicio de residencia que se mandó tomarle (era habitual al dejar un
cargo), se dijeron tantas cosas contra Don García de Mendoza, que por ellas
fue mal visto en el Consejo Real. Y así se ve que, por poderoso que uno sea, no
debe tratar mal a nadie, porque, si es de ánimo noble, sabrá vengarse en
persona, y si no lo es, lo hará de alguna otra manera". En el mapa de la
imagen, vemos el emplazamiento de la ciudad de Osorno, fundada en 1558 por el
gobernador García de Mendoza, situada a unos 900 km al sur de Santiago de
Chile, y a la que puso ese nombre en memoria de su abuelo materno, Conde de
Osorno.
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