(1167) Fue tan heroica y difícil la victoria
contra los mapuches en Angol, que los indios solo se explicaban su derrota
pensando en una intervención divina, y los españoles tampoco descartaban esa
interpretación: "Los indios hablaban de la gran debilidad que habían
tenido, pues, siendo los cristianos pocos y ellos muchos, habían huido
desbaratados y perdidos. Al afeárselo algunos principales, daban como excusa
que no habían podido hacer más porque una mujer andaba en el aire por encima de
ellos, poniéndoles grandísimo temor y no les dejaba ver. Y es de creer que la
benditísima Reina del Cielo quiso socorrer a los cristianos, pues, de otra
manera, era imposible que resistieran. Era grandísima lástima ver llorar a las
mujeres que en la ciudad había, y Nuestra Señora quiso favorecerlas con su
misericordia".
A los indos se les pasó pronto 'la
depresión', dejaron de lado la reciente derrota y recuperaban el ánimo pensando
en las victorias que habían tenido anteriormente, pero cambiaron de objetivo:
"Decidieron luego atacar el fuerte de Arauco, pues, aunque estaban en él
ciento quince hombres, los tuvieron en poco. Se juntaron veinte mil indios, y, habiendo
recibido las instrucciones de su capitán, Colocolo, comenzaron a presentarse a
vista del fuerte, con muchas lanzas de Castilla y arcabuces de los que habían
conseguido en los encuentros que contra los cristianos habían tenido". Después
de examinar la situación, aunque había quienes consideraban oportuno responder
a las provocaciones de los indios yendo directamente a por ellos, lo más
sensato pareció esperar en el fuerte a
que ellos comenzaran el ataque. Fue entonces cuando, como acabamos de ver en la
imagen, Lope Ruiz de Gamboa, queriendo dar ejemplo, decidió iniciar en
solitario la lucha, resultando cercado por los indios y masacrado: "Pedro
de Villagra (que estaba al mando), al ver la desgracia de Lope Ruiz,
mandó que todos se apeasen y se metiesen en el fuerte".
Era una decisión sensata, pero hubo un
despiste garrafal. El fuerte no estaba con la cubierta terminada, porque no contaban
con un ataque tan próximo, sino cubierta de paja, y parece que los españoles no
se percataron del peligro de esa situación. Pero los indios se dieron cuenta de
lo que eso suponía. Y les salió bien a la primera: "Un indio valiente sujetó
a una lanza larga una flecha con fuego atado a ella. Fue corriendo dando
vueltas para que los arcabuces no lo
hiriesen, llegó a la casa y metió la flecha entre la paja. Acrecentado el fuego
con el aire, comenzó a extenderse por todo el fuerte. Los cristianos que dentro
estaban veían un gran fuego entre ellos, y que era imposible poderlo apagar. Los
indios iban buscando las puertas por dónde entrar a pelear con ellos, y oían
bramidos de los caballos que estaban dentro quemándose, por lo que andaban
sueltos dándose de coces y bocados, buscando por dónde escapar. Aquel humo tan
grande cegaba a los españoles, y no sabían qué hacer. Si los indios subieran con
escalas por las dos torres del fuerte, o les quemaran las puertas, conseguirían
la victoria, aunque estaban dentro soldados valientes y ejercitados en la
guerra".
(Imagen) Los españoles cometieron el error
de tener el fuerte de Arauco cubierto de paja, y los mapuches la incendiaron:
"Dos indios que llegaron a una torre que hallaron sola, porque los que
estaban defendiéndola, debido al humo que los ahogaba, la abandonaron, sacaron
una pieza de artillería atada a una soga, y, ayudándoles otros indios, se la
llevaron. El capitán Pedro de Villagra, con los soldados que no se encargaban de
guardar las puertas, andaba atajando el fuego, para que no se acabase de quemar
todo el fuerte. Baltasar de Castro, con un hacha, protegiéndolo el capitán Gaspar
de la Barrera, andaba cortando las varas del cobertor del fuerte para poder
atajar el fuego, y, eran tantas las flechas que los indios tiraban a los que
esto hacían, que, al levantar los brazos para dar los golpes, los herían. Un
soldado llamado Francisco de Niebla se encargaba de guardar una torre, y,
aunque los indios estaban por fuera vigilando, prefería morir peleando a morir como
un animal ahogado en humo. Se escapó por una ventana hacia la puerta del fuerte
sin que los indios se dieran cuenta, y no le debieron de ver por estar atentos
a otras cosas, pues le habrían matado, pero, cuando acertaron a verle, ya le habían
abierto la puerta. Don Juan Enríquez estaba en el fuerte herido y en la cama, sin
poder levantarse, ni haber quien lo socorriese, y murió ahogado del humo. Los
soldados que trabajaban en atajar el fuego, cortaron un panel con tanta
presteza, que comenzó a ir en disminución, y, llegando la noche, se acabó de apagar.
Los indios, viendo que el único daño que les habían hecho era quemarles el
fuerte y mucha parte de las provisiones, que no fue poco, después de haber
estado tres días sin que los españoles quisieran salir a pelear, se fueron a
sus tierras con intenciones de volver a ponerles cerco después de haber recogido
sus sementeras. Pedro de Villagra, habiendo visto que estuvieron tan a punto de
perderse, le pareció que no era cosa suya proteger aquel fuerte, sino de mayor
interés para algún soldado amigo que quisiera ganar reputación y honra, por lo
que dejó por capitán a Lorenzo Bernal de Mercado. Luego él se fue en barco con dos
amigos a Concepción, donde el gobernador Francisco de Villagra estaba, el cual
se disgustó mucho al verlo, pesándole que hubiese dejado el fuerte con la
excusa de ser un soldado que ya no pretendía ganar honra de nuevo".
Tampoco a Marmolejo le parece digna su actitud, a pesar de que, muerto en 1563
Francisco de Villagra, su primo, lo dejó nombrado como gobernador, y, en 1565, Pedro
presentó sus méritos (ver imagen).
No hay comentarios:
Publicar un comentario