lunes, 22 de noviembre de 2021

(1573) Muerte de Pedro de Villagra, hijo del gobernador Francisco de Villagra (ausente de la pelea por estar muy enfermo). Ocurrió porque los jóvenes y valientes soldados que llevaba consigo atacaron a los mapuches precipitadamente.

 

     (1163) Los indios no escarmentaban y decidieron hacer otra intentona de enfrentamiento con los españoles. La idea era volver a preparar, pero con más detalle, el fuerte de Angol, donde acababan de ser derrotados: "Pensaban que, bien preparadas las defensas, era el lugar apropiado para vencer a los españoles. Enseguida lo cercaron por el frente y por los lados con hoyos grandes, a manera de sepulturas en mucha cantidad, y, junto a la empalizada, hicieron una trinchera que lo hacía más fuerte. La intención era no salir del fuerte, sino estarse dentro,  y dejar que los cristianos llegaran hasta los hoyos, que tenían cubiertos con paja y tierra tan sutilmente tapados, que era imposible que no se engañase quien no lo sabía. En este tiempo, Villagra estaba en la cama enfermo, y se informaba sobre el propósito que los indios tenían por medio de un principal del valle de Arauco, llamado Colocolo, que siempre fue, hasta que murió, amigo de cristianos. Le dijo que los indios deseaban pelear, pero que, al parecer, lo contaban para más atraer a los españoles al ataque, diciendo también que ellos ya habían sido desbaratados dos veces, y que, si aquella los desbarataban de nuevo, no pelearían más, sino que pedirían la paz. Villagra, bien informado del caso, envió a llamar a su maestre de campo (el licenciado Altamirano), que andaba haciendo la guerra en la comarca de Tucapel, y al capitán Gómez de Lagos, que también mandaba una cuadrilla de soldados en la misma provincia".     

     Cuando se presentaron, les puso al corriente de todo lo que sabía acerca de los indios, subrayando que, según parecía, derrotarlos iba a traer una paz definitiva: "El gobernador también mandó a su hijo, Pedro de Villagra, mancebo muy valioso, que se juntase con él. Al maestre no le gustaba que Villagra le encargara algo que,  aunque resultara bien, no servía de nada, y, si salía mal, se corría el riesgo de perder mucho, pero, como estaba sujeto a voluntad ajena, no lo pudo evitar, y así, partió del fuerte de Arauco con noventa soldados valientes, tanto, que su mucha temeridad tuvo que ver en su pérdida. Llevaba también quinientos indios amigos, con arcos y flechas, y fue camino de Mareguano, que así se llamaba la tierra donde los enemigos esperaban, y habiendo llegado cerca el maestre de campo, hizo dormida en un valle que estaba a una legua de los enemigos, para que, con más tranquilidad se hiciese el día siguiente lo que entre todos se determinase. Luego que amaneció, el maestre de campo hizo cuadrillas con la gente que llevaba, dio una a Pedro de Villagra de veinticinco soldados, tomó otra para sí del mismo número, dio otra al capitán Gómez de Lagos, y, al capitán Pedro Pantoja, con cierta gente que le asignó, le mandó que estuviese a caballo para ayudar a los de a pie si fuese necesario. Asimismo mandó al capitán Lagos que, con seis soldados, fuese delante de todos, y caminase reconociendo el camino hasta el fuerte si le dejasen llegar".

    

     (Imagen) Y ocurrió una tragedia: "Los soldados que iban en la compañía de PEDRO DE VILLAGRA, que eran mozos como él, y no tenían experiencia, deseaban en gran manera que los enemigos esperasen en el fuerte, sin saber que los indios peleaban con mucha ventaja dentro, detrás de maderos puestos en los cerros. Cuando ya estaban cerca de ellos, algunos se regocijaron, y a otros les pesó porque temían lo peor. El maestre de campo (el licenciado Altamirano) dijo que le parecía que no se debía pelear, sino primeramente reconocer el sitio. Los mancebos que con Pedro de Villagra iban, insistían en que habían ido a pelear, y que aquello era lo que convenía. Pedro de Villagra hablaba con sus amigos, diciéndoles que les rogaba que en aquella situación cuidasen de su persona y no permitiesen que fuese arrollado por los enemigos, pues él se alegraría de que lo arrollasen sus amigos, dándoles a entender que, aunque él se perdiese, acertasen con la victoria pasando adelante por encima de él, remedando lo que dijo el marqués de Pescara a sus amigos en la batalla que tuvo con Bartolomé de Alviano, junto a Vicenza, porque le gustaba mucho leer en aquel libro, ya que el marqués  era hombre muy valiente, y por eso tomó de él lo dicho. El maestre de campo, vista la determinación de todos, puestas las cuadrillas en su orden con los capitanes delante, fue caminando poco a poco hacia el fuerte. Los indios los dejaron llegar, estando puestos detrás de su trinchera con lanzas largas, y esperando que llegasen a los hoyos que tenían cubiertos. Este caballero (se supone que el maestre de campo) iba delante animando a su gente a pelear. Sin ver el engaño, cayó en un hoyo hecho a manera de sepultura, tan hondo como la estatura de un hombre, y tras él cayeron muchos en otros hoyos, de tal suerte, que, como los indios les tiraban muchas flechas y los alcanzaban con las lanzas, no podían ser bien socorridos. Pedro de Villagra cayó en otro hoyo, y antes que sus amigos le pudiesen socorrer, le dieron una lanzada por la boca, de tal suerte, que le hicieron pedazos las ternillas del rostro, y echaba de sí tanta sangre, que, poniéndolo en un caballo, no se supo mantener. Desvanecida la vista, juntamente con la muerte que le llegaba cerca, cayó del caballo, y allí murió sin podérsele socorrer, porque a sus amigos, que eran los que más braveaban cuando venían caminando, los habían matado en otros hoyos junto a él". En la imagen, el libro que entusiasmaba al joven soñador PEDRO DE VILLAGRA.




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