viernes, 27 de agosto de 2021

(1505) Es evidente que el apresamiento, con despojo de sus bienes, del gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca fue un atropello. Le dieron el cargo a quien estaba en la sombra: Domingo de Irala. Magnífica carta de JUAN MUÑOZ DE CARVAJAL.

 

     (1095) Los rebeldes  no querían dejar cabos sueltos e infringieron todas las normas: "Más tarde, los funcionarios oficiales fueron a las casas donde el gobernador tenía las escrituras y provisiones que Su Majestad le había dado acerca de la gobernación de aquellas tierras, descerrajaron unas arcas, y tomaron todas las que en ellas estaban, y se apoderaron de todo ello. Abrieron asimismo un arca en la que se habían depositado los procesos que se habían hecho contra los oficiales por los delitos que habían cometido, tomaron todos sus bienes, saqueándolos, y lo que quedó de la hacienda del gobernador lo pusieron en poder de quienes más estaban de su parte. Valía su hacienda, según dicen, más de cien mil castellanos,  la cual incluía los diez bergantines, de los que también se apoderaron". Álvar Núñez Cabeza de Vaca había quedado arruinado tras el desastre de la campaña de La Florida bajo el mando del 'sin ventura' (como decían entonces) Pánfilo de Narváez. Y, sin embargo, poco después de llegar sano y salvo a México, se trasladó a España, el Rey lo nombró Gobernador de Río de la Plata, y tuvo dinero suficiente (una fortuna) para financiar él mismo la costosa campaña. La única explicación que se me ocurre es que, ya antes de ir a La Florida, fuera un hombre muy rico, tras haber ahorrado los beneficios de las campañas europeas en las que participó, más los sueldos que le correspondieron como funcionario, y, quizá también, alguna herencia importante.

     Está claro que, durante los meses de ausencia del gobernador, se fue creando en Asunción un clima de motín contra él, esperaron a apresarlo cuando volviera, y tuvieron, además, la suerte de que él y sus hombres llegaron muy enfermos. Y, tras el hecho consumado, apareció de repente en escena el hombre en la sombra, el gran 'tapado': "El día siguiente por la mañana los oficiales mandaron pregonar con tambor por las calles que todos los vecinos se juntasen delante de las casas del capitán Domingo de Irala, y allí, estando armados sus amigos, leyó el pregonero un libelo infamatorio. Entre otras cosas, se decía que el gobernador había ordenado tomarles a todos sus haciendas y tenerlos por esclavos, y que por la libertad de todos lo habían apresado. Entonces la gente se indignó contra el gobernador, y muchos hablaban de matarlo. Pero, amansado su furor, los oficiales de inmediato nombraron teniente de gobernador y capitán general de la provincia a Domingo de Irala. Este ya fue gobernador contra Francisco Ruiz, que había quedado en la tierra por teniente cuando don Pedro de Mendoza renunció al puesto, y, en verdad, fue buen teniente y buen gobernador, pero, por envidia y malicia, lo desposeyeron contra todo derecho, y nombraron teniente a Domingo de Irala. Diciendo uno entonces al veedor Alonso Cabrera que lo habían hecho mal, porque, habiendo poblado Francisco Ruiz aquella tierra con tanto trabajo, se la habían quitado, respondió que lo destituyeron porque no quería hacer lo que él quería, y, sin embargo, aunque Domingo de Irala era el de menos calidad de todos, siempre haría lo que él y los demás oficiales le mandasen. Por esto habían nombrado otra vez a Domingo de Irala, e hicieron alcalde mayor a un tal Pedro Díaz del Valle, amigo de Domingo de Irala, dando las varas de alguaciles a Bartolomé de la Marilla, natural de Trujillo, amigo de Nufro de Chaves, y a Sancho de Salinas, natural de Cazalla".

 

     (Imagen)  El autor oficial de la crónica que estamos siguiendo es PEDRO HERNÁNDEZ (aunque aparece siempre como Pero Hernández, le llamaré en lo sucesivo 'Pedro'). No obstante, su texto, además de contar hechos, tiene el claro objetivo de defender a un Álvar Núñez Cabeza de Vaca en apuros por el despiadado ataque jurídico a que fue sometido cuando, como acabamos de ver, le arrebataron el cargo de gobernador, lo encarcelaron los oficiales del Rey, y se lo entregaron en bandeja a Domingo de Irala. La crónica es, oficialmente, obra del escribano Pedro Hernández (nacido en la malagueña Ronda), pero, sin duda alguna, la redactó al alimón con Cabeza de Vaca. Nunca se sabrá quiénes fueron los verdaderos malos de la película, pero un sensato balance de probabilidades, hace pensar que, aunque Cabeza de Vaca cometiera errores, la forma en que lo destituyeron tuvo toda la pinta de ser un atropello contra la ley. Descubrimos también ahora que Pedro Hernández había llegado a Río de la Plata años antes, con el gobernador Pedro de Mendoza, quien ya lo nombró su secretario, y vivió entonces una experiencia muy similar a la actual: al renunciar al puesto de gobernador Mendoza, le tocaba serlo, por disposición suya, a Francisco Ruiz, pero otros amotinados pusieron el cargo en las manos de su amigo Domingo de Irala. Pedro Hernández se mantuvo entonces en la legalidad, y lo vuelve a hacer ahora, defendiendo sin titubeos los derechos de Cabeza de Vaca, lo cual tenía gran mérito en aquel violento ambiente de la ciudad de Asunción. Sin duda, arriesgó la vida. Hubo otro hombre que inspira confianza, el cual, como ya indiqué, escribió años después una carta al Rey en defensa de Cabeza de Vaca. Se llamaba JUAN MUÑOZ DE CARVAJAL, y su texto, escrito a mano por él con magnífica letra (como se ve en la imagen) confirma la calidad del personaje. Empiezo ahora su transcripción (así lo prometí), y la terminaré en la próxima imagen: "Con el debido acatamiento que debo a mi Rey, yo, Juan Muñoz, vasallo de Vuestra Majestad, natural de la ciudad de Plasencia, conquistador en esta provincia de Río de la Plata y vecino de esta ciudad de la Asunción, haré relación verdadera de las cosas sucedidas después de la prisión del gobernador Cabeza de Vaca, con el cual yo vine de España. Me pareció mal lo de su prisión, por haberle tenido siempre como Gobernador y Justicia en esta tierra, y también por ver que lo prendieron los oficiales de Vuestra Majestad y el capitán Domingo de Irala, no por lo que correspondía al servicio de Vuestra Majestad, sino por sus pasiones e intereses".




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