(1095) Los rebeldes no querían dejar cabos sueltos e infringieron
todas las normas: "Más tarde, los funcionarios oficiales fueron a las
casas donde el gobernador tenía las escrituras y provisiones que Su Majestad le
había dado acerca de la gobernación de aquellas tierras, descerrajaron unas
arcas, y tomaron todas las que en ellas estaban, y se apoderaron de todo ello.
Abrieron asimismo un arca en la que se habían depositado los procesos que se
habían hecho contra los oficiales por los delitos que habían cometido, tomaron
todos sus bienes, saqueándolos, y lo que quedó de la hacienda del gobernador
lo pusieron en poder de quienes más estaban de su parte. Valía su hacienda, según
dicen, más de cien mil castellanos, la
cual incluía los diez bergantines, de los que también se apoderaron".
Álvar Núñez Cabeza de Vaca había quedado arruinado tras el desastre de la campaña
de La Florida bajo el mando del 'sin ventura' (como decían entonces) Pánfilo de
Narváez. Y, sin embargo, poco después de llegar sano y salvo a México, se
trasladó a España, el Rey lo nombró Gobernador de Río de la Plata, y tuvo
dinero suficiente (una fortuna) para financiar él mismo la costosa campaña. La
única explicación que se me ocurre es que, ya antes de ir a La Florida, fuera
un hombre muy rico, tras haber ahorrado los beneficios de las campañas europeas
en las que participó, más los sueldos que le correspondieron como funcionario, y,
quizá también, alguna herencia importante.
Está claro que, durante los meses de
ausencia del gobernador, se fue creando en Asunción un clima de motín contra
él, esperaron a apresarlo cuando volviera, y tuvieron, además, la suerte de que
él y sus hombres llegaron muy enfermos. Y, tras el hecho consumado, apareció de
repente en escena el hombre en la sombra, el gran 'tapado': "El día
siguiente por la mañana los oficiales mandaron pregonar con tambor por las
calles que todos los vecinos se juntasen delante de las casas del capitán
Domingo de Irala, y allí, estando armados sus amigos, leyó el pregonero un
libelo infamatorio. Entre otras cosas, se decía que el gobernador había ordenado
tomarles a todos sus haciendas y tenerlos por esclavos, y que por la libertad
de todos lo habían apresado. Entonces la gente se indignó contra el gobernador,
y muchos hablaban de matarlo. Pero, amansado su furor, los oficiales de
inmediato nombraron teniente de gobernador y capitán general de la provincia a
Domingo de Irala. Este ya fue gobernador contra Francisco Ruiz, que había
quedado en la tierra por teniente cuando don Pedro de Mendoza renunció al
puesto, y, en verdad, fue buen teniente y buen gobernador, pero, por envidia y
malicia, lo desposeyeron contra todo derecho, y nombraron teniente a Domingo de
Irala. Diciendo uno entonces al veedor Alonso Cabrera que lo habían hecho mal,
porque, habiendo poblado Francisco Ruiz aquella tierra con tanto trabajo, se la
habían quitado, respondió que lo destituyeron porque no quería hacer lo que él
quería, y, sin embargo, aunque Domingo de Irala era el de menos calidad de
todos, siempre haría lo que él y los demás oficiales le mandasen. Por esto habían
nombrado otra vez a Domingo de Irala, e hicieron alcalde mayor a un tal Pedro
Díaz del Valle, amigo de Domingo de Irala, dando las varas de alguaciles a
Bartolomé de la Marilla, natural de Trujillo, amigo de Nufro de Chaves, y a
Sancho de Salinas, natural de Cazalla".
(Imagen)
El autor oficial de la crónica que estamos siguiendo es PEDRO HERNÁNDEZ
(aunque aparece siempre como Pero Hernández, le llamaré en lo sucesivo
'Pedro'). No obstante, su texto, además de contar hechos, tiene el claro
objetivo de defender a un Álvar Núñez Cabeza de Vaca en apuros por el
despiadado ataque jurídico a que fue sometido cuando, como acabamos de ver, le
arrebataron el cargo de gobernador, lo encarcelaron los oficiales del Rey, y se
lo entregaron en bandeja a Domingo de Irala. La crónica es, oficialmente, obra
del escribano Pedro Hernández (nacido en la malagueña Ronda), pero, sin duda
alguna, la redactó al alimón con Cabeza de Vaca. Nunca se sabrá quiénes fueron
los verdaderos malos de la película, pero un sensato balance de probabilidades,
hace pensar que, aunque Cabeza de Vaca cometiera errores, la forma en que lo
destituyeron tuvo toda la pinta de ser un atropello contra la ley. Descubrimos
también ahora que Pedro Hernández había llegado a Río de la Plata años antes,
con el gobernador Pedro de Mendoza, quien ya lo nombró su secretario, y vivió
entonces una experiencia muy similar a la actual: al renunciar al puesto de
gobernador Mendoza, le tocaba serlo, por disposición suya, a Francisco Ruiz,
pero otros amotinados pusieron el cargo en las manos de su amigo Domingo de
Irala. Pedro Hernández se mantuvo entonces en la legalidad, y lo vuelve a hacer
ahora, defendiendo sin titubeos los derechos de Cabeza de Vaca, lo cual tenía
gran mérito en aquel violento ambiente de la ciudad de Asunción. Sin duda,
arriesgó la vida. Hubo otro hombre que inspira confianza, el cual, como ya
indiqué, escribió años después una carta al Rey en defensa de Cabeza de Vaca.
Se llamaba JUAN MUÑOZ DE CARVAJAL, y su texto, escrito a mano por él con
magnífica letra (como se ve en la imagen) confirma la calidad del personaje.
Empiezo ahora su transcripción (así lo prometí), y la terminaré en la próxima
imagen: "Con el debido acatamiento que debo a mi Rey, yo, Juan Muñoz,
vasallo de Vuestra Majestad, natural de la ciudad de Plasencia, conquistador en
esta provincia de Río de la Plata y vecino de esta ciudad de la Asunción, haré
relación verdadera de las cosas sucedidas después de la prisión del gobernador
Cabeza de Vaca, con el cual yo vine de España. Me pareció mal lo de su prisión,
por haberle tenido siempre como Gobernador y Justicia en esta tierra, y también
por ver que lo prendieron los oficiales de Vuestra Majestad y el capitán
Domingo de Irala, no por lo que correspondía al servicio de Vuestra Majestad,
sino por sus pasiones e intereses".
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