miércoles, 11 de agosto de 2021

(1491) El éxito de la pacificación de los guaicurúes, admiró a los aperúes, y se hicieron amigos de los españoles. Cabeza de Vaca, siempre preocupado por los que estaban en Buenos Aires, envió en su ayuda a Gonzalo de Mendoza.

 

     (1081) Va a ser muy similar a lo ya visto la llegada ante el gobernador de otros indios tradicionalmente muy belicosos, por lo cual recogeré solamente los datos de más relieve: "Un día llegaron ante el gobernador un grupo de indios aperúes, le dijeron que ellos eran los principales de su pueblo, y que venían a tenerlo por amigo y hacer lo que él les mandase, porque la guerra que habían hecho (españoles y guaraníes) a los indios guaicurúes había asombrado y asustado en todo el territorio, ya que, a pesar de ser  los guaicurúes los indios más valientes, fueron acometidos y vencidos por los cristianos. Añadieron que, en señal de la amistad que querían tener con los cristianos, habían traído algunas hijas suyas para dejarlas como rehenes". La respuesta del gobernador fue de alegre aceptación, y, en presencia de los capitanes de su tropa y de los clérigos, les hizo a los aperúes idénticas promesas, ofrecimientos y advertencias que a los guaicurúes cuando acataron la autoridad de Su Majestad: "Les pidió también que tuviesen paz con los indios guaraníes, amigos de los españoles, asegurándoles que, si cumplían las condiciones de paz, los trataría y defendería como vasallos de Su Majestad y podrían venir seguros a la ciudad de Asunción a mercadear con los cristianos e indios que en ella residían, como lo hacían los guaicurúes desde que se estableció la paz con ellos. Luego aceptó como rehenes a las mujeres e hijos que le ofrecieron, y se los entregó a los religiosos y clérigos para que les enseñasen la doctrina cristiana, y los pusiesen en buenos usos y costumbres. Los indios se alegraron mucho de ello, y quedaron muy contentos de ser vasallos de Su Majestad, y, habiéndoles dado muchos regalos, se fueron muy alegres".

    Sin embargo, hubo otro aspecto que no se pudo atender:  "Estos indios nunca están quietos más de tres días en un lugar, pues siempre andan buscando la caza y pescado para sustentarse, llevando consigo a sus mujeres e hijos. Deseoso el gobernador de atraerlos a nuestra santa fe católica, les preguntó a los clérigos y religiosos si había manera de  poder adoctrinarlos. Y le respondieron que no podía ser, por no tener los dichos indios asiento fijo, pues era tan grande su necesidad de provisiones, que tenían que andar todo el día buscándolas con sus mujeres e hijos, de manera que ni podrían venir ellos con sus mujeres e hijos a la doctrina, ni los religiosos estar entre ellos, porque había poca seguridad y menos confianza".

     Nunca faltaban asuntos que tratar. Resueltos unos, había que enfrentarse a otros: "Como ya las cosas estaban en paz y quietud, quiso el gobernador socorrer a la gente que estaba en Buenos Aires y al capitán Juan Romero, al que ya lo había enviado anteriormente a hacer el mismo socorro con dos bergantines y gente. Esta vez decidió encargarle la misión al capitán Gonzalo de Mendoza con otros dos bergantines cargados de bastimentos y cien hombres. Después, llamó a los religiosos y a los oficiales de Vuestra Majestad, a los cuales dijo que se debía buscar un camino por el que, sin peligro, se llevase a efecto la entrada por tierras en las que hubiese poblaciones de indios que tuviesen provisiones, y que les rogaba, en nombre de Su Majestad, que considerasen lo que más útil y provechoso les pareciese, y que se lo hiciesen saber".

 

     (Imagen) La crónica que seguimos nos acaba  de contar que Cabeza de Vaca, sin duda por estimar su valía, le encomendó a GONZALO DE MENDOZA CÓZAR (año 1542) la difícil misión de ir a ayudar a los españoles que se encontraban en apuros en Buenos Aires, pero, ironías del destino, dos años después el gobernador sufrirá su traición, y vamos a ver enseguida por qué. Gonzalo había nacido en Baeza (Jaén) hacia el año 1510, y partió del puerto de Sanlúcar en 1535 hacia Río de la Plata en la armada del gobernador Pedro de Mendoza, tío suyo, por lo que hizo el viaje en la nave capitana junto a él. Como otros muchos conquistadores, jamás conoció el aburrimiento, porque casi gozó  y sufrió aventuras a diario. Estuvo el año 1536 al lado del gobernador Pedro de Mendoza en la fundación de la primera y rudimentaria población que luego se convertiría, tras largo tiempo, en la actual ciudad de Buenos Aires. Tuvo que emprender entonces un viaje de emergencia a Brasil para conseguir alimentos. Vuelto  a Buenos Aires, hizo incursiones que fueron un calvario de todo tipo, por el hambre insufrible, el cansancio y los ataques feroces de los indios. Partió  con Juan de Salazar, ascendiendo por el rio Paraguay en busca del perdido Juan de Ayolas, y llegaron hasta un lugar en el que fundaron la primitiva ciudad de Asunción en 1537. Salazar siguió  río arriba, hasta que encontró a Domingo Martínez de Irala, quien había abandonado imprudentemente un punto de encuentro, costándole la vida a Juan de Ayolas y a sus hombres. No obstante, en las rivalidades por el mando que surgieron cuando, en 1537, enfermó el gobernador Pedro de Mendoza, zarpó hacia España y murió en el viaje, Gonzalo de Mendoza fue siempre partidario de Domingo Martínez de  Irala, y se casó con su hija mestiza, Isabel de Irala, cuya madre era de raza guaraní. Como era de esperar, fue uno de los que, en 1544, se aliaron con Irala para amotinarse contra el nuevo gobernador, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, al que traicionaron, destituyeron y lo enviaron preso a España con una retahíla de acusaciones para que fuera juzgado en la Corte. El año siguiente, un hermano de GONZALO DE MENDOZA, llamado Hernando de Mendoza, presentó en España y en su nombre un expediente de sus servicios al Rey (como consta en la imagen). Sustituyó como gobernador de Río de la Plata y Paraguay (durante 1548-1549) a su suegro, Domingo Martínez de Irala, que se encontraba en campaña, y luego, cuando este murió (año 1556), volvió a serlo hasta fallecer él mismo en 1558.




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