(1081) Va a ser muy similar a lo ya visto
la llegada ante el gobernador de otros indios tradicionalmente muy belicosos,
por lo cual recogeré solamente los datos de más relieve: "Un día llegaron
ante el gobernador un grupo de indios aperúes, le dijeron que ellos eran los
principales de su pueblo, y que venían a tenerlo por amigo y hacer lo que él
les mandase, porque la guerra que habían hecho (españoles y guaraníes) a
los indios guaicurúes había asombrado y asustado en todo el territorio, ya que,
a pesar de ser los guaicurúes los indios
más valientes, fueron acometidos y vencidos por los cristianos. Añadieron que, en
señal de la amistad que querían tener con los cristianos, habían traído algunas
hijas suyas para dejarlas como rehenes". La respuesta del gobernador fue
de alegre aceptación, y, en presencia de los capitanes de su tropa y de los
clérigos, les hizo a los aperúes idénticas promesas, ofrecimientos y
advertencias que a los guaicurúes cuando acataron la autoridad de Su Majestad:
"Les pidió también que tuviesen paz con los indios guaraníes, amigos de
los españoles, asegurándoles que, si cumplían las condiciones de paz, los
trataría y defendería como vasallos de Su Majestad y podrían venir seguros a la
ciudad de Asunción a mercadear con los cristianos e indios que en ella
residían, como lo hacían los guaicurúes desde que se estableció la paz con
ellos. Luego aceptó como rehenes a las mujeres e hijos que le ofrecieron, y se
los entregó a los religiosos y clérigos para que les enseñasen la doctrina cristiana,
y los pusiesen en buenos usos y costumbres. Los indios se alegraron mucho de
ello, y quedaron muy contentos de ser vasallos de Su Majestad, y, habiéndoles
dado muchos regalos, se fueron muy alegres".
Sin embargo, hubo otro aspecto que no se
pudo atender: "Estos indios nunca
están quietos más de tres días en un lugar, pues siempre andan buscando la caza
y pescado para sustentarse, llevando consigo a sus mujeres e hijos. Deseoso el
gobernador de atraerlos a nuestra santa fe católica, les preguntó a los
clérigos y religiosos si había manera de poder adoctrinarlos. Y le respondieron que no
podía ser, por no tener los dichos indios asiento fijo, pues era tan grande su
necesidad de provisiones, que tenían que andar todo el día buscándolas con sus
mujeres e hijos, de manera que ni podrían venir ellos con sus mujeres e hijos a
la doctrina, ni los religiosos estar entre ellos, porque había poca seguridad y
menos confianza".
Nunca faltaban asuntos que tratar.
Resueltos unos, había que enfrentarse a otros: "Como ya las cosas estaban
en paz y quietud, quiso el gobernador socorrer a la gente que estaba en Buenos
Aires y al capitán Juan Romero, al que ya lo había enviado anteriormente a
hacer el mismo socorro con dos bergantines y gente. Esta vez decidió encargarle
la misión al capitán Gonzalo de Mendoza con otros dos bergantines cargados de
bastimentos y cien hombres. Después, llamó a los religiosos y a los oficiales
de Vuestra Majestad, a los cuales dijo que se debía buscar un camino por el
que, sin peligro, se llevase a efecto la entrada por tierras en las que hubiese
poblaciones de indios que tuviesen provisiones, y que les rogaba, en nombre de
Su Majestad, que considerasen lo que más útil y provechoso les pareciese, y que
se lo hiciesen saber".
(Imagen) La crónica que seguimos nos
acaba de contar que Cabeza de Vaca, sin
duda por estimar su valía, le encomendó a GONZALO DE MENDOZA CÓZAR (año 1542) la
difícil misión de ir a ayudar a los españoles que se encontraban en apuros en
Buenos Aires, pero, ironías del destino, dos años después el gobernador sufrirá
su traición, y vamos a ver enseguida por qué. Gonzalo había nacido en Baeza
(Jaén) hacia el año 1510, y partió del puerto de Sanlúcar en 1535 hacia Río de
la Plata en la armada del gobernador Pedro de Mendoza, tío suyo, por lo que
hizo el viaje en la nave capitana junto a él. Como otros muchos conquistadores,
jamás conoció el aburrimiento, porque casi gozó
y sufrió aventuras a diario. Estuvo el año 1536 al lado del gobernador Pedro
de Mendoza en la fundación de la primera y rudimentaria población que luego se
convertiría, tras largo tiempo, en la actual ciudad de Buenos Aires. Tuvo que
emprender entonces un viaje de emergencia a Brasil para conseguir alimentos.
Vuelto a Buenos Aires, hizo incursiones
que fueron un calvario de todo tipo, por el hambre insufrible, el cansancio y los
ataques feroces de los indios. Partió
con Juan de Salazar, ascendiendo por el rio Paraguay en busca del
perdido Juan de Ayolas, y llegaron hasta un lugar en el que fundaron la
primitiva ciudad de Asunción en 1537. Salazar siguió río arriba, hasta que encontró a Domingo
Martínez de Irala, quien había abandonado imprudentemente un punto de
encuentro, costándole la vida a Juan de Ayolas y a sus hombres. No obstante, en
las rivalidades por el mando que surgieron cuando, en 1537, enfermó el
gobernador Pedro de Mendoza, zarpó hacia España y murió en el viaje, Gonzalo de
Mendoza fue siempre partidario de Domingo Martínez de Irala, y se casó con su hija mestiza, Isabel
de Irala, cuya madre era de raza guaraní. Como era de esperar, fue uno de los
que, en 1544, se aliaron con Irala para amotinarse contra el nuevo gobernador,
Álvar Núñez Cabeza de Vaca, al que traicionaron, destituyeron y lo enviaron
preso a España con una retahíla de acusaciones para que fuera juzgado en la
Corte. El año siguiente, un hermano de GONZALO DE MENDOZA, llamado Hernando de
Mendoza, presentó en España y en su nombre un expediente de sus servicios al
Rey (como consta en la imagen). Sustituyó como gobernador de Río de la Plata y
Paraguay (durante 1548-1549) a su suegro, Domingo Martínez de Irala, que se
encontraba en campaña, y luego, cuando este murió (año 1556), volvió a serlo hasta
fallecer él mismo en 1558.
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