(1083) En la crónica que estamos viendo, el
escribano Pedro Hernández, sin duda con la conformidad de Álvar Núñez Cabeza de
Vaca, da a entender que Gonzalo de Mendoza era un 'gafe', y parece una crítica
maliciosa. Vimos que el gobernador Cabeza de Vaca, sabiendo que era un hombre
prestigioso, le envió a Gonzalo, río Paraguay abajo, a Buenos Aires para ayudar
a los que allí andaban en apuros. Pero también comenté que, más tarde, Gonzalo
de Mendoza se alió con su suegro, Domingo Martínez de Irala, contra el gobernador.
Y, como el texto es posterior, Álvar y Pedro le habrían perdido ya todas las
simpatías. Veamos la narración: "A
este capitán Gonzalo de Mendoza siempre le acontecía la víspera de Todos Santos
algún caso desastrado. Ese mismo día se le perdió una nao cargada de
bastimentos y se le ahogó mucha gente. Volviendo hacia Asunción navegando, le aconteció
un caso extraño. Estando la víspera de Todos los Santos los navíos en la ribera
del río junto a unas barranqueras, y amarrada a un árbol la galera que traía
Gonzalo de Mendoza, tembló la tierra, y se vino arrollando como un golpe de mar
hasta la barranca. Los árboles cayeron en el río, la barranca dio sobre los
bergantines, y el árbol en que estaba amarrada la galera dio tan gran golpe sobre
ella que la volvió bocarriba, y así la llevó más de media legua. De esta
tormenta, se le ahogaron catorce personas entre hombres y mujeres, y, según lo
dijeron los que se hallaron presentes, fue la cosa más temible jamás vista. Tras
esta desgracia, llegaron a la ciudad de la Asunción, donde fueron bien
aposentados y proveídos de todo lo necesario, y el gobernador, con toda la
gente, dio gracias a Dios por haberlos traído al puerto escapando de tantos
peligros como por aquel río hay y pasaron".
Pero también ocurrió algo que no se podía
achacar a la pretendida mala suerte de Gonzalo de Mendoza: "El día cuatro
de febrero del año siguiente, 1543, un domingo de madrugada, tres horas antes de
amanecer, se incendió en Asunción una casa, y de allí saltó a otras muchas, lo
cual puso gran desasosiego en los españoles, creyendo que los indios, para
echarlos de aquella tierra, lo habían hecho. Por ello, el gobernador dio alarma
general con el fin de que todos se juntasen armados para defenderse. Por la prisa
de salir los cristianos con sus armas, abandonaron las casas, y se quemaron más
de doscientas, salvándose solo cincuenta por estar en medio de un arroyo de
agua. También se les quemó la ropa, más de cinco mil fanegas de maíz, que es el
trigo de la tierra, y muchas otras provisiones, dejando a los españoles tan
desnudos, que no les quedó con qué cubrir las carnes. El fuego duró cuatro días,
alcanzó a quemar hasta una braza debajo de la tierra y las paredes de las casas
se cayeron. Luego se supo que una india de un cristiano había puesto el fuego, y,
sacudiendo una hamaca que se le quemaba, cayó una chispa en la paja de la casa,
y al ser también paredes de paja, se quemó". Como era de esperar, el texto
termina alabando a Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, al que buena falta le haría por
la mala imagen que, ante Carlos V, trataban de
crearle sus enemigos: "Viendo que los españoles quedaban perdidos y sus
casas y haciendas asoladas, el gobernador lo remedió con su propia hacienda, dando
de comer a los que no lo tenían, y con toda diligencia los ayudó a hacer sus
casas, pero de tapias, para que no se quemasen tan fácilmente, y, puestos a
ello, las hicieron en pocos días".
(Imagen) Ya sabemos que no pasará mucho
tiempo hasta que surja un grave conflicto entre Domingo Martínez de Irala y el
gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca, porque no es plato de buen gusto que,
teniendo el mando supremo en Río de la Plata, como era el caso de Irala tras la
muerte de Juan de Ayolas, venga el recién nombrado para tal cargo y te quite el
puesto, sobre todo cuando el relegado es un hombre muy pagado de sí mismo y
veterano en la zona (en la imagen vemos la firma de su buena caligrafía). Pero,
de momento, vamos a ver al resentido suplantado comportarse modélicamente, aunque
esperando pacientemente su oportunidad de revancha: "El día 15 de febrero
de 1543 vino a este pueblo de la Asunción Domingo de Irala con los tres
bergantines que llevó para descubrir por el río del Paraguay, y le dijo al
gobernador que, desde el 20 de octubre, había subido por el río hasta llegar a las
tierras de unos indios llamados cacocies chaneses (probablemente, los
suruchakuis). Contó que estos indios le enseñaron el camino para ir a las
poblaciones de la tierra adentro". Luego Irala le habló maravillas de lo
que había encontrado siguiendo por aquella vía terrestre. Encontró un puerto al
que le puso el nombre de los Reyes (en un ensanchamiento del río Paraguay),
porque llegaron a él en esa festividad, había visto entre los indios muestras
de oro y plata y los nativos eran muy acogedores: "Dijo que era la mejor
tierra que habían encontrado para llevar a cabo la entrada que deseaban hacer,
y que dejó a los indios con gran deseo de ver a los españoles y de que el
gobernador fuese a conocerlos". Una vez más, el cronista nos muestra que
Cabeza de Vaca no tomaba ninguna decisión importante sin consultar previamente
a sus notables: "Vistos los pareceres de los religiosos y capitanes, y
conforme con ellos, mandó el gobernador poner a punto los diez bergantines que
él tenía hechos para el mismo descubrimiento". Como el fuego había
arrasado todas las provisiones que tenían, el gobernador puso de nuevo dinero
de su bolsillo para comprárselas a los guaraníes. Para ello, partió Gonzalo de
Mendoza con tres bergantines, subrayando el gobernador que pusiese mucho
interés en que nadie maltratara a los indios. Pero, si bien los guaraníes eran
totalmente fieles a los españoles, surgió un problema con otros indios rebeldes que los odiaban, y a los guaraníes por
ser amigos suyos, como enseguida veremos.
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