viernes, 13 de agosto de 2021

(1493) El cronista Pedro Hernández tacha de 'gafe' a Gonzalo de Mendoza por haber sufrido varias desgracias. Quizá lo critique por ser partidario de su suegro, DOMINGO DE IRALA, quien, de momento, finge obediencia a Cabeza de Vaca.

 

     (1083) En la crónica que estamos viendo, el escribano Pedro Hernández, sin duda con la conformidad de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, da a entender que Gonzalo de Mendoza era un 'gafe', y parece una crítica maliciosa. Vimos que el gobernador Cabeza de Vaca, sabiendo que era un hombre prestigioso, le envió a Gonzalo, río Paraguay abajo, a Buenos Aires para ayudar a los que allí andaban en apuros. Pero también comenté que, más tarde, Gonzalo de Mendoza se alió con su suegro, Domingo Martínez de Irala, contra el gobernador. Y, como el texto es posterior, Álvar y Pedro le habrían perdido ya todas las simpatías. Veamos la narración:  "A este capitán Gonzalo de Mendoza siempre le acontecía la víspera de Todos Santos algún caso desastrado. Ese mismo día se le perdió una nao cargada de bastimentos y se le ahogó mucha gente. Volviendo hacia Asunción navegando, le aconteció un caso extraño. Estando la víspera de Todos los Santos los navíos en la ribera del río junto a unas barranqueras, y amarrada a un árbol la galera que traía Gonzalo de Mendoza, tembló la tierra, y se vino arrollando como un golpe de mar hasta la barranca. Los árboles cayeron en el río, la barranca dio sobre los bergantines, y el árbol en que estaba amarrada la galera dio tan gran golpe sobre ella que la volvió bocarriba, y así la llevó más de media legua. De esta tormenta, se le ahogaron catorce personas entre hombres y mujeres, y, según lo dijeron los que se hallaron presentes, fue la cosa más temible jamás vista. Tras esta desgracia, llegaron a la ciudad de la Asunción, donde fueron bien aposentados y proveídos de todo lo necesario, y el gobernador, con toda la gente, dio gracias a Dios por haberlos traído al puerto escapando de tantos peligros como por aquel río hay y pasaron".

     Pero también ocurrió algo que no se podía achacar a la pretendida mala suerte de Gonzalo de Mendoza: "El día cuatro de febrero del año siguiente, 1543, un domingo de madrugada, tres horas antes de amanecer, se incendió en Asunción una casa, y de allí saltó a otras muchas, lo cual puso gran desasosiego en los españoles, creyendo que los indios, para echarlos de aquella tierra, lo habían hecho. Por ello, el gobernador dio alarma general con el fin de que todos se juntasen armados para defenderse. Por la prisa de salir los cristianos con sus armas, abandonaron las casas, y se quemaron más de doscientas, salvándose solo cincuenta por estar en medio de un arroyo de agua. También se les quemó la ropa, más de cinco mil fanegas de maíz, que es el trigo de la tierra, y muchas otras provisiones, dejando a los españoles tan desnudos, que no les quedó con qué cubrir las carnes. El fuego duró cuatro días, alcanzó a quemar hasta una braza debajo de la tierra y las paredes de las casas se cayeron. Luego se supo que una india de un cristiano había puesto el fuego, y, sacudiendo una hamaca que se le quemaba, cayó una chispa en la paja de la casa, y al ser también paredes de paja, se quemó". Como era de esperar, el texto termina alabando a Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, al que buena falta le haría por la mala imagen que, ante Carlos V, trataban de  crearle sus enemigos: "Viendo  que los españoles quedaban perdidos y sus casas y haciendas asoladas, el gobernador lo remedió con su propia hacienda, dando de comer a los que no lo tenían, y con toda diligencia los ayudó a hacer sus casas, pero de tapias, para que no se quemasen tan fácilmente, y, puestos a ello, las hicieron en pocos días".

 

     (Imagen) Ya sabemos que no pasará mucho tiempo hasta que surja un grave conflicto entre Domingo Martínez de Irala y el gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca, porque no es plato de buen gusto que, teniendo el mando supremo en Río de la Plata, como era el caso de Irala tras la muerte de Juan de Ayolas, venga el recién nombrado para tal cargo y te quite el puesto, sobre todo cuando el relegado es un hombre muy pagado de sí mismo y veterano en la zona (en la imagen vemos la firma de su buena caligrafía). Pero, de momento, vamos a ver al resentido suplantado comportarse modélicamente, aunque esperando pacientemente su oportunidad de revancha: "El día 15 de febrero de 1543 vino a este pueblo de la Asunción Domingo de Irala con los tres bergantines que llevó para descubrir por el río del Paraguay, y le dijo al gobernador que, desde el 20 de octubre, había subido por el río hasta llegar a las tierras de unos indios llamados cacocies chaneses (probablemente, los suruchakuis). Contó que estos indios le enseñaron el camino para ir a las poblaciones de la tierra adentro". Luego Irala le habló maravillas de lo que había encontrado siguiendo por aquella vía terrestre. Encontró un puerto al que le puso el nombre de los Reyes (en un ensanchamiento del río Paraguay), porque llegaron a él en esa festividad, había visto entre los indios muestras de oro y plata y los nativos eran muy acogedores: "Dijo que era la mejor tierra que habían encontrado para llevar a cabo la entrada que deseaban hacer, y que dejó a los indios con gran deseo de ver a los españoles y de que el gobernador fuese a conocerlos". Una vez más, el cronista nos muestra que Cabeza de Vaca no tomaba ninguna decisión importante sin consultar previamente a sus notables: "Vistos los pareceres de los religiosos y capitanes, y conforme con ellos, mandó el gobernador poner a punto los diez bergantines que él tenía hechos para el mismo descubrimiento". Como el fuego había arrasado todas las provisiones que tenían, el gobernador puso de nuevo dinero de su bolsillo para comprárselas a los guaraníes. Para ello, partió Gonzalo de Mendoza con tres bergantines, subrayando el gobernador que pusiese mucho interés en que nadie maltratara a los indios. Pero, si bien los guaraníes eran totalmente fieles a los españoles, surgió un problema con otros indios  rebeldes que los odiaban, y a los guaraníes por ser amigos suyos, como enseguida veremos.




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