miércoles, 18 de agosto de 2021

(1497) Viendo Cabeza de Vaca que los payaguaes le habían dejado plantado, fue en busca de otros indios, los guaxarapos. Estos lo recibieron muy bien (octubre de 1543), y le hablaron de un portugués extraordinario: Alejo García.

 

     (1087) Pero los indios payaguaes no eran de fiar, y la visita al gobernador que su cacique había prometido, por medio del mensajero, quedó en el aire: "Pasaron cuatro días, y visto que no venían, llamó el gobernador a su indio intérprete, y le preguntó qué le parecía la tardanza del cacique. Y le dijo que tenía por cierto que no vendría porque los indios payaguaes eran muy cautelosos, y que, si habían dicho que su cacique quería la paz, era para ganar tiempo y poder con ello abandonar sus pueblos, pero le aconsejó que fuera en su seguimiento. Creía también que podría alcanzarlos porque iban muy cargados, y que no pararían hasta llegar a la laguna que fue de los indios mataraes, a los cuales destruyeron los payaguaes. Entonces  el gobernador partió con los bergantines y las canoas, y fue navegando por el río arriba".

     Pero, aunque veían que por la riberas del río quedaban rastros del paso de los payaguaes, cuando llegaron a la laguna, después de ocho días de navegación, no los encontraron, por lo que el gobernador cambió de planes; "Continuó el curso ascendente del río, pareciéndole que a pocas jornadas llegaríamos (sin duda, le acompañaba su secretario, Pedro Hernández) a la tierra de unos indios que se llaman guaxarapos, que mercadean con los del puerto de los Reyes, adonde íbamos. Con el fin de que los guaxarapos no huyeran tierra adentro al ver llegar tanta gente de navíos y de indios guaraníes en canoas, dividió la gente de la armada en dos partes. Él tomó cinco bergantines y la mitad de los guaraníes, y mandó al capitán Gonzalo de Mendoza que, con el resto, le siguiese despacio. Le dijo también que gobernase a toda la gente, españoles e indios, mansa y graciosamente, y que no consintiese que se desmandase ningún español ni indio, y que, tanto por el río como por la tierra, no consintiese hacer agravio ni fuerza a ningún natural,  y que hiciese pagar los mantenimientos y otras cosas que los indios naturales contratasen con los españoles y con los indios guaraníes, por manera que se conservase toda la paz que convenía al servicio de Su Majestad y bien de la tierra. El gobernador partió con los cinco bergantines y las canoas que dicho tengo".

     El gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca llegó al poblado de los guaxarapos el día 18 de octubre de 1543. Los indios se acercaron recelosos, pero, una vez más, su pacificación resultó sencilla y motivo de alegría por ambas partes. Como siempre hacía el gobernador, les explicó que llegaba para servir a Su Majestad y para enseñarles la doctrina cristiana, prometiéndoles que serían bien tratados,  y rematando la faena con la entrega de cosas que los indios desconocían y que provocaban su entusiasmo. Luego el cronista hace mención a un personaje realmente singular (al que le dedicaremos la imagen): "Había allí otro río que desaguaba en el Paraguay, y era por donde dicen los antiguos que vino García el portugués (Alejo García) haciendo conquistas al mando de muchos indios guaraníes, y no más de cinco cristianos. Los indios guaxaparos dijeron que nunca más lo habían visto volver".

 

     (imagen) El cronista nos ha mencionado al 'portugués' García. Eso era suficiente para saber entonces que se refería a ALEJO (Aleixo) GARCÍA, nacido en la zona de Alentejo a finales del siglo XV. Hay que quitarse el sombrero ante este personaje. Tuvo la rara peculiaridad de hacer sus mayores proezas al mando de muy escasos españoles y de una tropa de indios a los que había deslumbrado con su carismática personalidad, penetrando, además, como absoluto precursor, en tierras totalmente desconocidas para los conquistadores hispanos. Participó con Juan Díaz de Solís el año 1514 en la misión destinada a encontrar un paso hacia el océano Pacífico, descubierto por Vasco Núñez de Balboa el año anterior. El estuario  del Río de la Plata parecía prometedor, y entraron por él. Además de ser un camino equivocado, Solís y varios de sus hombres bajaron a tierra, los indios charrúas los mataron y se los comieron ante la vista aterrorizada de los compañeros que permanecían a bordo. Tras contemplar el desastre, se abandonó la campaña, y los barcos tomaron rumbo  hacia España, pero, al llegar a la brasileña isla Santa Catalina, naufragó la nave de Alejo. Aunque fueron pocos los que sobrevivieron, el portugués, que había oído  hablar de grandes  minas de plata y oro en tierras del  norte, encabezó la nueva aventura de partir a su encuentro, con solo cuatro españoles y un mulato, pero yendo acompañados de  una masa de indios guaraníes. La odisea fue terrestre, y llegaron, atravesando la inmensidad del Chaco (la zona verde de la imagen, ocupando parte de Bolivia, Brasil, Paraguay y Argentina), hasta tierras bolivianas que pertenecían al imperio inca, siendo los primeros que lograron esa hazaña. Consiguieron encontrar objetos de plata y oro, e incluso hacer esclavos, aunque llegó el momento de dar la vuelta porque los nativos les crearon muchos problemas. Lo hicieron navegando río abajo, y, en lo que es ahora San Pedro de Ycuamandiyú (con 35.000 habitantes y a 330 km de Asunción, como se ve en la imagen), los indios del cacique Guazani los mataron el año 1525. Ese  fue el destino de Alejo García (aunque  nuestro cronista dé a entender que no se supo más de él), muriendo a su lado el mulato Pacheco. El recuerdo de Alejo García  lo convirtió en un personaje mítico a los ojos de los indígenas, y, para los españoles, fue durante siglos lo que los empujó a seguir buscando lo que no era más que  un espejismo, el de la Sierra de la Plata  y el Rey Blanco.




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