(1075) Parece ser que era habitual en
todas las Indias que los pueblos nativos anduvieran en guerra continua unos con
otros: "En la ribera del río Paraguay están unos indios que se llaman
agaces, y son gente muy temida por todas las tribus de aquella tierra. Además
de ser valientes hombres y muy acostumbrados a la guerra, son grandes
traidores, que, bajo palabra de paz, han hecho grandes estragos y muertes en
otras gentes, y aun en sus propios parientes para hacerse dueños de toda la
tierra. Roban y apresan con frecuencia a los guaraníes, a los que tienen por
principales enemigos. Cuando los hacen cautivos, los llevan luego a su propia
tierra para que sus parientes los rescaten, y, delante de sus padres, mujeres e
hijos, les dan crueles azotes y les dicen a sus familiares que matarán a los
cautivos si ellos no les traen de comer. Luego
cargan sus canoas con las provisiones obtenidas, y se vuelven a sus
casas. Pero son pocos los prisioneros que llevan a rescatar, porque, tras
quedar hartos de traerlos en sus canoas y de azotarlos, les cortan las cabezas
y las ponen por la ribera del río hincadas en unos palos altos".
Antes de que llegara el gobernador Cabeza
de Vaca a Asunción, los agaces ya habían sido un grave problema para los
españoles: "Los cristianos les hicieron guerra en esta zona a los agaces,
y habían matado a muchos de ellos. A pesar de que se estableció una paz con ellos, la quebrantaron,
como acostumbran, haciendo daños a los guaraníes, y seguían viniendo a diario para desasosegar a
la ciudad de la Asunción. Cuando los indios agaces supieron de la venida del
gobernador, sus hombres más principales, que se llamaban Abacoten, Tabor y
Alabos, acompañados de muchos indios, vinieron en sus canoas, desembarcaron en
el puerto de la ciudad, se presentaron ante el gobernador, y dijeron que venían
a dar la obediencia a Su Majestad y a ser amigos de los españoles. Hecho su
mensaje, el gobernador los recibió con todo buen amor, y les respondió que le
alegraba tenerlos por vasallos de Su Majestad y por amigos de los cristianos, advirtiéndoles
también que, si rompiesen, como otras veces lo habían hecho, las condiciones de
la paz, los tendrían por enemigos capitales y les harían la guerra. De esta
manera, se asentó la paz, y los agaces quedaron
como amigos de los españoles y de los guaraníes".
El gobernador tuvo cuidado de señalarles a
los agaces algunas normas de comportamiento. Debían navegar por el río Paraguay
solamente durante el día, y por la orilla contraria a la que solían usar los
guaraníes, respetando su tierra y terminando definitivamente los ataques que
les hacían. Les dejaba bien claro que habían de tener en cuenta que los
guaraníes eran como españoles: "Les exigió que no les hiciesen ningún
daño, porque eran vasallos de Su Majestad, que les restituyesen ciertos indios e
indias que les habían cautivado durante el tiempo de la paz, porque eran cristianos.
También les pidió que a algunas mujeres e hijas que ellos, los agaces, habían
traído para ser adoctrinadas, las dejasen permanecer en esa santa obra. Y,
siendo por ellos bien entendidas las condiciones, prometieron guardarlas, y de
esta manera se asentó con ellos la paz y dieron la obediencia".
(Imagen) Total que el gobernador ÁLVAR
NÚÑEZ CABEZA DE VACA consiguió establecer una paz con los complicados indios
agaces, y de estos con los guaraníes, quienes también tenían costumbres
'raras': "El gobernador mandó juntar a todos los indios vasallos de Su
Majestad (los guaraníes de la Asunción), y, en presencia de los
religiosos y clérigos, les habló diciéndoles que Su Majestad lo había enviado para favorecerlos y hacerles entender que debían procurar
el conocimiento de Dios y ser cristianos, por medio de la doctrina de los
religiosos y clérigos, como ministros de Dios, y para que estuviesen debajo de
la obediencia de Su Majestad, y fuesen sus vasallos, y que, de esta manera,
serían mejor tratados y favorecidos que hasta entonces. Además, les exigió que
se apartasen de comer carne humana, por el grave pecado y ofensa que en ello
hacían a Dios, y los religiosos y clérigos se lo dijeron y amonestaron. Para
que quedaran contentos, les repartió muchos rescates de camisas, ropas, bonetes
y otras cosas, con lo que se alegraron. Estos indios guaraníes son una gente
que come carne humana de otros nativos que tienen por enemigos, cuando tienen
guerra unos con otros; y, si hacen cautivos en las guerras, los traen a sus
pueblos, y con ellos hacen grandes regocijos, bailando y cantando. Lo cual dura
hasta que el cautivo está gordo, porque, en cuanto lo apresan, lo ponen a
engordar y le dan todo cuanto quiere comer, y a sus mismas mujeres e hijas, las
más principales, para que tenga con ellas sus placeres, y se encargan ellas
mismas de engordarlo. Las cuales lo acuestan consigo y lo adornan de muchas
maneras, como es su costumbre, poniéndole mucha plumería y cuentas blancas. Cuando
ya está gordo, les dan a tres niños unas hachitas de cobre, lo sacan a una
plaza, y allí le hacen bailar una hora. Luego lo derriban, llegan los niños con
sus hachitas, y le dan con ellas en la cabeza hasta que le hacen saltar la
sangre, mientras los indios les dicen a voces que aprendan a matar sus enemigos
y que se acuerden de que aquel ha matado de los suyos. Cuando queda muerto a
golpe de los indios con macanas, y tras cocerlo las viejas, lo comen entre
todos, y después tornan a sus bailes durante días, diciendo que ya ha muerto el
enemigo que mató a sus parientes".
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