(1077) Con la información recibida sobre
la ruta que seguían los guaicurúes cazando y pescando, el gobernador decidió ir
tras ellos para castigales por los malos tratos que daban a a los guaraníes,
leales compañeros de los españoles. Era necesario que la tropa y los guaraníes atravesaran el río Paraguay:
"El gobernador mandó que se hiciesen balsas de las canoas para poder pasar
los caballos, y luego los españoles se embarcaron en los navíos y en las
balsas, y los indios en las canoas. Entonces sucedió un caso de mucha lástima, pues,
habiéndose sobrecargado de españoles el lado de una barca, hizo balance volviendo
la quilla hacia arriba y los tomó debajo, de manera que, si los indios de la ribera no hubieran
llegado nadando y volcado el navío, todos se habrían ahogado. No obstante, como
en aquella parte había mucha corriente, se llevó a dos cristianos, y, más
tarde, fueron hallados ahogados río abajo. Uno se llamaba Diego de Isla, vecino
de Málaga, y el otro, Juan de Valdés, vecino de Palencia".
En su avance hacia el encuentro con los
guaicurúes, el gobernador Cabeza de Vaca había situado a sus amigos, los
vistosos guaraníes, en la parte delantera de la tropa, pero un absurdo y
peligroso incidente le hará cambiar de idea: "El orden que estableció para
la marcha fue que los indios lo hicieran en un escuadrón situado en la
vanguardia, que ocupaba bien una legua, todos con sus plumajes de papagayos muy
galanes y pintados, y con sus arcos y flechas. Tras ellos iba el gobernador con
la gente de caballo, y luego la infantería de arcabuceros y ballesteros, con el
carruaje en el que las mujeres llevaban la munición y las provisiones. El
escuadrón de los guaraníes tenía unos diez mil hombres, y era cosa muy de ver
cómo iban todos pintados de almagre y otros colores, con muchas cuentas blancas
por los cuellos y penachos, y con muchas planchas de cobre que reverberaban con
el sol y daban de sí gran resplandor".
Y surgió el gravísimo incidente (por un
absurdo malentendido): "Caminando el gobernador y su gente por
unas arboledas muy espesas, se metió un tigre (un puma) por medio de los
indios, de lo cual hubo entre ellos tan grande escándalo y alboroto, que
hicieron a los españoles dar la alarma,
y, creyendo que los guaraníes querían volverse contra ellos, dieron contra los
indios invocando a Santiago, y de aquella refriega hirieron a algunos. Al verlo
los indios, se metieron por el monte".
Un dato añadido nos hace ver que ya había
serias sospechas de traición entre los mismos españoles: "Faltó poco para
que el gobernador resultara herido de dos arcabuzazos, porque le pasaron las
pelotas muy cerca de la cara, y se tuvo por cierto que le tiraron maliciosamente con
intención de matarlo, para complacer a Domingo de Irala, ya que le había
quitado el mando que había tenido hasta
entonces en Río de la Plata". Pero el gobernador se ocupó de inmediato en
recuperar como aliados a los guaraníes: "Al ver el gobernador que los
indios se habían metido por los montes, y que convenía aclarar y remediar aquel
alboroto, se apeó solo, y se fue al encuentro de los indios, animándolos y
diciéndoles que no era nada, sino que aquel tigre había causado aquel escándalo,
y que él y su gente española eran sus amigos y hermanos, y vasallos de Su
Majestad, y que fuesen todos con él adelante a echar de la tierra a sus
enemigos guaicurúes, pues los tenían ya muy cerca".
(Imagen) En la tropa de Cabeza de Vaca, ALONSO
DE CABRERA, como hemos visto, tenía el cargo de veedor, lo que equivalía a ser un
funcionario real que hacía labores de inspección. Otros puestos oficiales en
las expediciones eran los de tesorero, secretario, escribano (notario) y
contador público, teniendo preeminencia sobre todos ellos, como máxima
autoridad, el de factor. Lo que no quita
que ejercieran labores militares o
políticas (hasta algunos clérigos lo hicieron). Ese fue el caso de Alonso de
Cabrera. Su hoja de servicios fue impresionante. Había nacido hacia el año 1500
en Loja, provincia de Granada, aunque otros dice que fue en Guadix, a unos 100
km de distancia. No llegó a Río de la Plata con Cabeza de Vaca en 1542, sino
que ya figuraba como veedor el año 1538, porque había sido enviado también
(como Cabeza de Vaca) para dar solución a los graves problemas que, según los
rumores, existían en la gobernación de Pedro de Mendoza. La pronta muerte de
este gobernador exigía un sustituto, que podía haber sido el mismo Cabrera,
pero, tras morir también el candidato Ayolas (todo ello lo hemos visto),
prefirió encauzar el asunto de manera que el nombrado fuera Domingo Martínez de
Irala, por su capacidad de liderazgo.
Fue tal su apoyo, que Cabrera le convenció para que destruyera la recién nacida
población de Buenos Aires, con el argumento de que todo el poder se trasladaría
a Asunción, de donde era gobernador el propio Irala. Dicho y hecho: se quemó
Buenos Aires y sus habitantes se trasladaron a Asunción. Pero llegó Cabeza de
Vaca, y acabamos de ver que dos arcabuzazos estuvieron a punto de matarlo, y
muchos pensaron que fue una maniobra de Irala. Nos dirá el cronista que la
alianza Irala-Cabrera continuó, logrando destituir a Cabeza de Vaca, y lo
enviaron preso a España. ALONSO DE CABRERA hizo también el viaje a la Corte, y
con el fin de atacar judicialmente al gobernador derrocado. No se sabe muy bien
cómo pasó Cabeza de Vaca sus últimos años de vida. Hasta se dice que ingresó en
un convento, pero lo que sí se conoce es el triste y extraño final de ALONSO DE
CABRERA: Muerto Irala, el año 1556, regresó de nuevo a España, y, sin que se
sepa por qué, asesinó a su mujer. Debió de ser un evidente acto de locura, ya
que no fue condenado, y pasó el resto de su vida en un manicomio. Su registro
de embarque (año 1535) muestra que partió hacia Río de la Plata con la
graduación de alférez general, y da por hecho que nació en Loja.
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