martes, 17 de agosto de 2021

(1496) Un indio enviado por el autoritario cacique de los payaguaes le dijo a Cabeza de Vaca que deseaban la paz. A pesar de que habían matado a Ayolas y a sus 80 soldados, estaba dispuesto a concederlo.

 

     (1086) Habiendo llegado al puerto de Ipananie, el gobernador Cabeza de Vaca tuvo especial interés en visitar a los indios payaguaes, que eran los que habían matado a Juan de Ayolas y a sus hombres, y lo primero que hizo fue pedirle un favor al cacique del puerto: "Le dijo que tenía necesidad de un indio suyo que había sido cautivo de los indios payaguaes, para llevarlo como intérprete, con el fin de pacificarlos y negociar con ellos la devolución del oro y la plata que habían quitado a los españoles que mataron. Tres días después, se hicieron a la vela por el río Paraguay arriba, y llegaron pronto al puerto de Guayviaño, que es el último poblado de los indios guaraníes, sus mejores amigos. Ellos le informaron al gobernador de que ya habían pasado por allí los españoles que iban por tierra a caballo".

     Sin perder demasiado tiempo, el gobernador se puso de nuevo en marcha y fue en el puerto de Itabitan donde alcanzó a los que iban por delante, siendo informado de que no se había producido ningún incidente durante su avance terrestre: "En este puerto de Itabitan estuvo dos días, durante los cuales se embarcaron los caballos y se pusieron todas las cosas de la armada en el orden que convenía. Como la tierra de los indios payaguaes estaba muy cerca, partió del puerto con buen viento, y, para que los indios payaguaes no hiciesen ningún daño a los indios guaraníes que llevaba en su compañía, les mandó que sus canoas no se apartasen de los bergantines. Llegados al puerto de los payaguaes, toda la gente de la armada estaba recogida para ver si podían hablar con aquellos indios y saber dónde tenían sus poblados El día siguiente, aparecieron en la ribera del río siete indios payaguaes, y mandó el gobernador que solamente les fuesen a hablar otros tantos españoles y el intérprete. Los indios preguntaron a los cristianos si eran de los mismos que en el tiempo pasado solían andar por aquella tierra. Al contestarles que no, uno de los payaguaes se atrevió a presentarse ante el gobernador, el cual le preguntó quién le había enviado. Le contestó que su cacique había sabido de la venida de los españoles, y les había enviado a él y a sus compañeros para decirle que deseaba ser su amigo, y que todo lo que había tomado a Juan de Ayolas y los cristianos, lo tenía guardado para dárselo al jefe de los cristianos con el fin de hacer la paz, y de que le perdonase la muerte de Juan de Ayolas y de los otros cristianos, porque había sido un asunto de guerra. También explicó que el oro y la plata que les tomaron serían unas setenta y seis cargas que portaban los indios. Luego el gobernador le dijo al indio que le dijese a su cacique que Su Majestad le había mandado que fuese a aquella tierra a asentar la paz con ellos y a que las guerras pasadas les fuesen perdonadas. Este cacique es muy  temido por su gente y lo tienen en mucho. Si alguno de los suyos le enoja, le da unos flechazos, y, muerto, llama a su mujer (si la tiene) y le da un regalo. Cuando va  a escupir, el que más cerca se halla pone las manos juntas, y en ellas escupe. Estas borracherías y otras parecidas tiene este principal, y en todo el río no hay ningún indio que haga las mismas cosas. El indio mensajero dijo que él y su cacique estarían allí con los españoles a la mañana siguiente".

 

     (Imagen) Toca hablar del factor PEDRO DORANTES. Al parecer actuaba como un funcionario responsable, pero, sin duda, estaba resentido con Álvar Núñez Cabeza de Vaca y aliado con Domingo de Irala, el cual era un hombre valioso, pero sin escrúpulos y muy ambicioso. Nunca sabremos si esa inquina tenía justificación, puesto que la crónica es partidista y está dedicada básicamente a mostrar una buena imagen del gobernador. A diferencia de otros funcionarios de Río de la Plata, Pedro Dorantes, nacido en Béjar (Salamanca) el año 1506, llegó más tarde, en el mismo viaje que hizo Cabeza de Vaca. Dejó a  su mujer e hijos en España, pero le acompañaba uno, Pedro Dorantes Arias, a quien hemos visto sustituirlo en el cargo de factor, mientras él se volvía a Asunción con la excusa de habérsele muerto el caballo. En 1543, regresado de esta campaña el gobernador, Dorantes y los demás  funcionarios volvieron a enfrentársele, exigiéndole que "consultara con ellos las cosas referentes al Gobierno de Río de la Plata, pues así lo  ordenaba el Rey". El propio Dorantes le envió a Carlos V informes personales, e incluso le pedía que se protegiera más a los indios (cosa extraña, pues se supone que Cabeza de Vaca, desde su aventura en Florida, siempre se preocupó por el bienestar de los nativos). No tardaron en unirse a Domingo de Irala para destituirlo, encarcelarlo y enviarlo después preso a España el año 1544, viaje en el que estuvo presente Pedro, el hijo del factor. A pesar de ello, parece ser que Pedro Dorantes  era un hombre honrado y valiente, pues luego se enfrentó también a Irala por considerar que era un despropósito organizar una expedición para  ir en busca de la fantasiosa Sierra de la Plata. Hizo valer su opinión de que urgía más crear una población que facilitara el acceso a la costa atlántica, para lo que se apoyó en la valiosa opinión del gran jurista y sagaz economista Juan de Matienzo, oidor de la Audiencia de Charcas. Quizá el problema de Cabeza de Vaca fuera tener un carácter muy rígido en sus planteamientos, y de poca habilidad diplomática, lo que, como ya vimos, le costó en Perú la vida a su primer virrey, Blasco Núñez de Vela, por aplicar las leyes de manera implacable. PEDRO DORANTES falleció en Asunción el año 1580, habiendo llegado a la ancianidad tras vivir muchas situaciones tormentosas, en las que procuró mantener la paz con los indios y entre los españoles, como expone en el escrito de la imagen (año 1556), en el que le solicita al Rey alguna merced.




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